San José.— hambruna, asesinatos, abusos sexuales, secuestros, corrupción, desgobierno, desesperanza y… poderosas pandillas criminales— está sin fondo.

Haití cayó y nunca salió desde hace más de 100 años de una tragedia sin fin.

Luego de fallidos experimentos democráticos de variado rango ideológico desde 1991, dictaduras militares derechistas en el siglo XX, repetidas intervenciones militares extranjeras —de Estados Unidos en solitario o multinacionales— a partir de 1915, Haití quedó en 2024 ante una realidad.

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Las temibles y sangrientas pandillas se reconfirmaron, al menos tras el asesinato en julio de 2021 del presidente de Haití, Jovenel Moïse, como el real poder haitiano, en un hondo y prolongado vacío institucional.

“Haití está en una encrucijada. Algunos esperan tomar el poder no por la voluntad popular, sino a través del poder de las pandillas”, alertó el historiador y relacionista internacional brasileño Ricardo Seitenfus, representante especial del Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA) y jefe de la oficina de ese organismo en Haití de 2009 a 2011.

“¿Estamos listos para ver una revolución social en Haití de derecha o de izquierda? Hay grupos en los movimientos de izquierda de la oposición, pero también en los de derecha, que hacen mucho ruido para aprovechar esta crisis y llegar al poder en Haití”, dijo Seitenfus a EL UNIVERSAL. El Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) autorizó, el 2 de octubre de 2023, una misión multinacional de seguridad de un año de duración para Haití, liderada por Kenia, para combatir enérgicamente la violencia sin control de las pandillas.

“La ONU autorizó esa misión, pero sin ser de la ONU. Kenia se dice dispuesta a comandar a policías y algunos militares para enfrentar a las pandillas. América Latina no parece muy dispuesta a colaborar, ni con policías ni militares” por el “recelo” de que “se repita el fracaso” de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), recordó.

Con 73% de tropas latinoamericanas, MINUSTAH permaneció en Haití de 2004 a 2017 y fue una de las 10 misiones de la ONU desplegadas en ese país de 1993 a 2023 a un costo total de 30 mil millones de dólares, sin lograr pacificar y estabilizar al país, entre otras metas.

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“MINUSTAH fracasó: no arregló nada, casi nada. EU, Francia y Canadá apoyan la misión [de Kenia], pero sólo de palabra y dinero y no con participación efectiva [tropas]. Son como un gato con miedo al agua fría. Saben que sus [trabajos] en las últimas intervenciones extranjeras en Haití fueron un fracaso, gastaron mucha plata”, adujo Seitenfus.

Autor del libro Reconstruir Haití entre la esperanza y el tridente imperial, de 2016, explicó la influencia del trío: Francia como tradicional exmetrópoli de la que Haití se independizó en 1804, EU como nuevo poder actual y Canadá por acoger a la diáspora haitiana.

Los haitianos —políticos, partidos y gobiernos— se acostumbraron a la presencia foránea. “La llaman a que les llegue a arreglar sus crisis políticas y humanitarias en las luchas de poder en Haití. Ahora hay un nuevo actor muy importante: las pandillas”, indicó.

Sin profundas reformas políticas, constitucionales, económicas, sanitarias y educativa, la misión encabezada por Kenia “sólo estará llevando un esparadrapo a Haití para poner en una gran herida muy profunda, que va a continuar desangrando a Haití y a su pueblo”, agregó.

La mitad de la población de Haití —11 millones 700 mil habitantes— apenas come una vez día y 3 millones de niños urgen de ayuda humanitaria. El dato fue expuesto anteayer por el secretario de Estado de EU, Anthony Blinken, en Brasil en una cita de la misión multinacional de apoyo a la seguridad en Haití.

“La violencia también ha tenido el efecto de bloquear las rutas comerciales y las rutas de auxilio, así como clausurar escuelas. Los grupos criminales han cortado el acceso a los alimentos, al agua potable, la atención a la salud, la electricidad. (…) Y el conflicto se extiende al norte, a la zona agrícola de Haití, amenazando el suministro de alimentos en el país entero”, advirtió.

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Al reconocer que Haití se reconfirmó como “uno de los desafíos más urgentes que enfrentamos como comunidad internacional”, insistió en que “la única senda legítima para la paz y estabilidad a largo plazo es por medio de elecciones libres y justas”.

“Sólo en enero más de mil 100 personas han sido muertas, heridas o secuestradas en ese país. Las pandillas controlan 80% de la capital Puerto Príncipe. Los grupos armados utilizan ataques sexuales y violaciones para aterrorizar a la población”, describió. Tras agradecer a Kenia por estar dispuesta a encabezar una misión, destacó que países del “Caribe a África Occidental” prometieron “sumar personal” a ese despliegue.

En un generalizado e imparable deterioro socioeconómico e institucional, más de 160 pandillas emergieron progresivamente en Haití con intensidad a partir de la década de 2010. Miles de infantes, adolescentes, jóvenes y adultos se les sumaron y atizaron la inseguridad, violencia y corrupción en zonas urbanas y rurales con homicidios, ejecuciones extrajudiciales, sobornos, secuestros, abuso sexual, trata de personas, robos, reclutamiento de menores y contrabandos de armas y drogas.

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