San José. – Por los sigilosos canales de la diplomacia americana y europea circuló esta semana una inquietante alerta sobre la inminencia de una nueva intervención militar de Estados Unidos y de otras naciones de América y Europa en Haití, que prolongó en 2022 una tragedia humanitaria y social con un mortal desborde del caos político, institucional, urbano y rural por la inseguridad y la violencia que se agravó por una epidemia del cólera.

Con riesgo de colapso total por el creciente poder de las pandillas criminales con lazos políticos y la eventualidad de que la Organización de Naciones Unidas (ONU) avale otra incursión militar a la isla, la nueva crisis sanitaria en Haití se complicó por la aguda escasez de combustibles y de agua.

En un panorama de ingobernabilidad e inquietud diplomática, la agencia mundial de noticias Associated Press (AP) informó ayer desde Puerto Príncipe, con base en información de un “alto funcionario” haitiano, que el gobierno de Haití “pedirá la ayuda de fuerzas armadas extranjeras contra las pandillas y manifestantes” que paralizaron el país por falta de combustibles.

El embajador de Haití en EU, Bocchit Edmond, reveló ayer en Perú a la agencia internacional de noticias France-Presse (AFP) que su gobierno pidió “asistencia internacional” para afrontar la inseguridad causada por las bandas criminales que la policía haitiana “no puede manejar por sí sola” o sin ayuda foránea.

Al describir que el pedido fue planteado el jueves anterior a “nuestros socios internacionales” como “asunto de seguridad”, Edmond aclaró que “no debemos presentarlo como una fuerza extranjera para la ocupación del territorio haitiano” y narró que “hay una tragedia humana que se está gestando”.

Un escenario diplomático en el que corrieron los informes de intervención en Haití fue la 52 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Lima, en cuyo entorno Edmond subrayó ayer que Haití espera “que la comunidad internacional y los socios internacionales decidan qué tipo de forma tendrá esa asistencia”.

“Si podemos obtener la ayuda hoy, sería la mejor decisión. Lo más pronto posible, porque no podemos esperar más”, indicó.

Datos obtenidos por EL UNIVERSAL con fuentes de la capital haitiana precisaron que la atención de víctimas del cólera en los centros de salud quedó bloqueada al suspenderse el flujo de gasolina y diésel, ya que una base de importación de petróleo de esa ciudad cayó hace un mes bajo dominio de una mafia criminal y política, lo que afectó también el suministro de agua.

La ONU alertó ayer del peligro de propagación del cólera y solicitó crear un corredor humanitario que reduzca el impacto del bloqueo a la base petrolera y restablezca los servicios.

Con múltiples ingredientes —cólera, coronavirus, quiebre energético, inseguridad alimentaria, violencia, pandillas y ausencia, falla o incapacidad de la respuesta estatal— de un volátil contexto que logró enseñorearse en Haití desde hace más de 120 años y urdió sorpresas e intrigas, la vía de la intervención militar externa reingresó al radar político haitiano.

El clamor de que retornen las tropas de EU, que invadieron Haití en 1994 para reinstalar a Jean Bertrand Aristide como presidente constitucional, y los cascos azules de la ONU, cuya presencia se registró de 2006 a 2017, y vuelvan a ser aplaudidas o fustigadas por la población haitiana se topó con recelo o resistencia de influyentes factores geopolíticos.

El embajador de Canadá en Haití, Sébastien Carrière, advirtió esta semana que la posibilidad de una nueva invasión armada a ese país “es absolutamente pura locura”.

En una entrevista con Magik, una radioemisora haitiana, Carrière explicó que “imaginar que la comunidad internacional está conspirando para debilitar a Haití y luego ocuparlo” por la vía militar “es delirio”.

Pero la aclaración del embajador tampoco tranquilizó la caldera política de Haití, con décadas de dictaduras y gobiernos de facto. En otra entrevista con Magik, el influyente historiador y escritor haitiano Michel Soukar anticipó: “Haití ha llegado a una encrucijada donde, inevitablemente, tendremos una intervención militar extranjera”.

“Hoy, Haití no tiene líderes”, y su primer ministro, Ariel Henry, “no tiene el poder de renunciar” porque es solo un empleado de la “administración fiduciaria” impuesta por EU y la ONU, mientras el país “ya no tiene soberanía” y “nada se puede decidir” sin que haya “bendición” internacional, dijo Soukar.

“Llegará un momento en que la situación será totalmente incontrolable en todas las partes del territorio. Haití se convertirá en un cáncer metastásico. Tarde o temprano, la (parte) internacional, nos guste o no, intervendrá en Haití. Ya sea (…) una fuerza de intervención, invasora, la intervención será inminente”, relató.

“Espero que en ese momento los haitianos entiendan que no solo el (factor) extranjero es el responsable, tenemos nuestra parte de responsabilidad”, alegó.

Haití se desplomó en 2021 en una parálisis institucional, electoral y política con un débil régimen provisional, en un conflicto de deterioro que recrudeció luego de que, el 7 de julio de 2021, el entonces presidente, Jovenel Moïse, fue asesinado por mercenarios. Henry fue designado tras el magnicidio y opera con fragilidad.

Con alianzas en cruciales y poderosas fuerzas políticas y económicas haitianas, las pandillas consolidaron su presencia de terror con asesinatos, venganzas, bloqueos viales e inseguridad generalizada.

El haitiano Jimmy Chérizier, cabecilla de la pandilla que se apoderó de la estación petrolera, “tiene todo el apoyo de una fuerza invisible”, reveló Soukar.

“¿Cómo se explica que un ciudadano pueda decidir bloquear el mayor almacenamiento de productos derivados del petróleo en el país sin que nadie pueda liberarlo? Esto es simplemente porque está apoyado por manos ocultas”, denunció.

Al cuestionar el por qué la policía haitiana y la oficina de la ONU en Haití se abstuvieron de “resolver esta simple ecuación (sobre Chérizier) en 24 horas”, el historiador aseveró que existe una razón: “Es porque hay un plan muy preciso que se está implementando para Haití”.

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