San José. – La hache de Haití remite a… hambre y a horror humanitario.
Hoy hay datos oficiales de que de 4 millones 500 mil a 5 millones 300 mil haitianos hundidos en la inseguridad alimentaria en Haití o del 40% al 46% de los 11 millones 700 mil habitantes de uno los países más infelices del mundo. ¿O es ya el más infeliz de América?
Los datos describieron solo uno de los dramas del perenne espanto haitiano: más de cuatro de cada cinco haitianos tienen hambre, están desnutridos o malnutridos y nunca cumplen con los tres tiempos diarios de alimentación ni reciben los rangos básicos cotidianos o mínimos de calorías para una subsistencia digna.
Olvidado o relegado de la atención internacional, con apariciones esporádicas en el foco mediático global por sus calamidades naturales, sociales, económicas y políticas, y atrapado en un eterno caos para la sobrevivencia básica de sus pobladores, Haití agudizó en 2022 los signos de interrogación sobre su futuro siempre con nubarrones.
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“La respuesta humanitaria sigue estando lamentablemente poco financiada ya que esta crisis se ha ignorado en gran medida (…) otros acontecimientos mundiales han tomado el relevo”, reprochó la pedagoga haitiana Perpetue Vendredi, directora de Operaciones de Programas en Haití de Save the Children, institución mundial no estatal de defensa de la niñez.
“El hambre se está convirtiendo en una norma para los niños y niñas, muchos de los cuales no saben si tendrán comida al día siguiente”, relató
Tras recordar que, en crisis humanitarias, los infantes “son siempre los más vulnerables y corren el riesgo de sufrir desnutrición aguda” por insuficiente alimentación y adecuado equilibrio nutricional, Vendredi dijo a EL UNIVERSAL que en los últimos 12 meses “hemos visto una tendencia preocupante de aumento del hambre en todo Haití”.
“Los niños, niñas, adolescentes y sus familias necesitan desesperadamente alimentos, nutrición, salud, agua potable, saneamiento e higiene, así como protección social y apoyo a los medios de subsistencia para evitar la desnutrición generalizada, las enfermedades, el hambre y la muerte”, explicó.
En un informe que emitió esta semana, Save the Children puntualizó que Haití atraviesa actualmente “una importante crisis económica” que dificulta a las familias acceder a alimentos y otros productos básicos o a “la venta de sus cosechas en los mercados locales”.
Más tristeza
Haití cumplirá mañana el primer aniversario de otra fecha fatídica. Unos 2 mil 200 haitianos murieron por el terremoto que el 14 de agosto de 2021 sacudió a esa nación y dejó unos 325 desaparecidos, más de 12 mil 700 heridos y daños totales o parciales en 136 mil 800 casas y otras estructuras.
El movimiento telúrico, que se registró en la península de Tiburón, a unos 150 kilómetros al oeste de Puerto Príncipe, se saldó con más de 800 mil damnificados, de los que unos 340 mil son menores de ambos sexos.
“Aunque muchas personas han podido reconstruir sus casas, para muchas otras la situación sigue siendo precaria”, aclaró Vendredi.
Un sismo en 2010 que causó más de 300 mil muertos y más de un millón de damnificados exhibió la fragilidad de una tierra siempre sometida a un historial de infortunios: huracanes, deforestación desenfrenada y la miseria endémica, con una interminable cadena de altibajos políticos en una mezcla de gobiernos dictatoriales, represión e intolerancia.
En un país de 27 mil 750 kilómetros cuadrados, la expectativa de vida es de 63 años, mientras que el 59% de los haitianos vive por debajo del umbral de pobreza moderada (menos de 3 dólares diarios) y el 24% por debajo de la extrema (menos de un dólar y medio al día), según datos oficiales.
En un escenario de prolongada violencia, la crisis se agudizó el 7 de julio de 2021 con el asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse. Intrigas palaciegas y conspiraciones externas se combinaron con temibles pandillas criminales que en 2022 impusieron el terror al amparo de redes corruptas que, con múltiples rostros, asolan a Haití al menos desde 1957.
Con décadas de inseguridad callejera, la sombra de miedo cayó sobre los haitianos con renovada potencia en 2022 por los ataques indiscriminados de las pandillas gansteriles con énfasis en la capital: centenares de muertos, desaparecidos y heridos.
Con bloqueos viales y otros despliegues, el pánico desatado por las bandas criminales impactó en normas esenciales de convivencia social, como acceder a alimentos.
“La inseguridad en Puerto Príncipe y sus alrededores ha empeorado drásticamente desde principios de mayo, interrumpiendo las cadenas de suministro en todo el país, el acceso a servicios básicos como mercados, escuelas y hospitales y los medios de vida de los haitianos en todo el país”, reportó el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
“La situación de seguridad altamente volátil está poniendo en riesgo operaciones humanitarias críticas de las que dependen muchos haitianos vulnerables”, precisó el PMA, que integra el sistema de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
“Grandes partes de la población han sido aisladas del corazón económico del país”, narró, por su parte, el economista estadounidense Jean—Martin Bauer, director del PMA en Haití.
Al exponer que Haití “está lidiando” con la pandemia del coronavirus, los recientes desastres naturales, la alta inflación y el alza del costo de importación de bienes por “efecto dominó” de la guerra que Rusia lanzó contra Ucrania desde febrero anterior, reconfirmó que el hambre “aumenta significativamente” en la capital y el sur de Haití.
El PMA anticipó más turbulencias.
Para un país “particularmente vulnerable” a los golpes en los mercados mundiales de alimentos y combustibles, como importador del 70% de sus cereales, recordó que el pronóstico meteorológico de 2022 alertó que la temporada de huracanes en el Atlántico será “más activa de lo normal” y pondrá en riesgo las vidas y los medios de subsistencia de los haitianos.
Así, la hache de Haití también remite a una costumbre haitiana: huir del hartazgo.