Este 2024, las pandillas no sólo impusieron el terror en Haití, sino que lograron poner fin al gobierno de Ariel Henry, sumiendo al país caribeño en el caos y la confusión, empujando a decenas de miles de personas a huir, mientras la comunidad internacional actúa lento, con poca precisión, ante una de las crisis humanitarias más grandes que se viven en el mundo, desde hace décadas.
De acuerdo con Volker Türk, alto comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en 2024 —hasta ahora— se han registrado en Haití 5 mil muertes violentas, incluyendo las alrededor de 300 que dejó en un fin de semana la ira de Monel Felix, un líder pandilleril apodado Wa Mikanó o Micanor Altes, por la muerte su hijo, tras una enfermedad de la que Wa acusó a los practicantes de vudú. La mayoría de las víctimas: personas de la tercera edad. Sólo de enero a marzo, más de 35 mil personas salieron huyendo de un país que hoy vive bajo el yugo, el estado de ánimo y el poder de más de 200 pandillas. Más de 80% de la capital está bajo el control de pandilleros como el famoso Jimmy Cherizier, o Barbecue. Hay más de 700 mil desplazados internos que no saben a qué lugar ir, que no tienen dónde refugiarse.
Henry debía abandonar el gobierno el 7 de febrero de este año, pero postergó las elecciones hasta el 31 de agosto de 2025, lo que desató una ola de violencia en el país, principalmente la capital.
El 29 de febrero, Henry viajó a Nairobi para discutir la posibilidad del envío de una fuerza de seguridad multinacional, encabezada por Kenia.
Ya no regresó. Cherizier, líder de la pandilla G-9 y Familia, advirtieron que “todos los grupos armados actuarán para obtener la salida de Henry” del poder. Se hicieron del control del aeropuerto, irrumpieron en la Penitenciaría Nacional de Puerto Príncipe y obligaron a decretar el toque de queda.
Para el 8 de marzo, la violencia había llegado a las puertas del Palacio Nacional. Un día después, Estados Unidos y otros países evacuaban a su personal. Henry, quien había viajado a Puerto Rico, pensando que de ahí podría regresar a Haití, presentó su dimisión.
Tras meses de caos, se formó en el país un Consejo Presidencial de Transición, cuyo objetivo es sentar las bases para la organización de elecciones entre noviembre y diciembre de 2025.
Sin embargo, los primeros designados del consejo cayeron, en medio de denuncias de corrupción, fortaleciendo el argumento de las pandillas de que el liderazgo político del país está “podrido”.
Actualmente, el consejo está encabezado por Leslie Voltair, quien se ha comprometido a pacificar al país. Anunció un calendario para redactar un proyecto de Constitución que debe estar listo a mediados de enero próximo, para llevar a cabo un referéndum en marzo.
La idea del consejo es una “refundación” del país que permita sentar las bases para elecciones y finalmente llevar la calma.
Pero el tiempo corre, los muertos se acumulan, y la violencia no cesa, mientras las pandillas actúan a placer.
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La llegada de unos 400 oficiales kenianos como parte de una Fuerza Multinacional, junto con dos docenas de policías y soldados de Jamaica, está muy lejos de tener la capacidad de controlar la situación. Y también de cumplir las promesas que hicieron varios países, incluyendo Chad, Benín, Bangladesh y Barbados, de contribuir con efectivos. A eso se suma la escasez de fondos.
Se evalúa la posibilidad de ampliar la misión a más países, pero pocos quieren entrarle a un desafío como es el haitiano.
“Esta crisis es el resultado de décadas de inestabilidad política, pobreza extrema, desastres naturales, debilitamiento de las estructuras estatales y ausencia de un compromiso decidido de la comunidad internacional, que han dejado a la población vulnerable a la violencia. Las soluciones militares o intervenciones externas no han abordado las causas de la crisis y por ello, lejos de avanzar hacia una estabilidad sostenible, han dejado a su paso un legado de violaciones de derechos humanos e impunidad que continúa”, dijo Ana Piquer, directora para las Américas de Amnistía Internacional, en marzo, tras la dimisión de Henry.
“Las imágenes de violencia que nos deja esta crisis son aterradoras. Las bandas criminales que están sembrando el terror deben saber que la gravedad de sus acciones conlleva una responsabilidad y que por ello pueden ser perseguidos por crímenes de derecho internacional y graves violaciones de derechos humanos. El sufrimiento de tantas personas no puede quedar impune”, añadió.
Pero por ahora, la comunidad internacional no muestra prisa alguna en apagar el infierno haitiano.