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Ein Bokek.- Con 85 muertos y 30 rehenes, el kibutz Beeri fue uno de los más castigados en la masacre de Hamas en suelo israelí, pero más de 900 de sus residentes mantienen el espíritu comunal y solidario del kibutz evacuados en un hotel del mar Muerto, mientras sueñan con volver a su hogar y reencontrarse con sus secuestrados.
"Quiero creer que mis padres están bien y juntos, apoyándose el uno en el otro. Me aferro a ese pensamiento pero cada día es más difícil mantener la fe", confiesa a EFE Julie Ben Ami, de 27 años, cuyos padres Ohad y Raz están entre los 241 secuestrados en la Franja de Gaza cuya identidad ha sido confirmada por las autoridades israelíes.
Julie, que vivía con su novio en un apartamento del mismo kibutz Beeri donde creció en la vivienda familiar, recibió un último mensaje de sus padres en el que le decían que estaban encerrados en el bunker pero que unos "terroristas" habían entrado en la casa alrededor de las 10 de la mañana de ese fatídico 7 de octubre, cuando Hamas perpetró un brutal ataque en suelo israelí que se cebó con las comunidades más próximas a la valla de separación.
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Esa tarde, las Brigadas al Qasam -brazo armado de Hamas- difundieron un video en su canal de Telegram en el que se ve al padre de Julie, junto con dos milicianos, ya en Gaza. Pero no fue hasta una semana después que supieron de su madre: vieron una foto en Facebook en el que aparece descalza y en pijama, siendo llevada por cinco hombres de Hamás.
Los rostros de Ohad y Raz están en un mural de recuerdo montado en la entrada del hotel David, a orillas del mar Muerto en Israel, donde recuerdan a la treintena de vecinos que están ahora mismo cautivos en la Franja con velas y flores en su honor y a donde se acercan a pedir para que "vuelvan a casa sanos y salvos".
Aunque preocupada, especialmente porque su madre tiene una enfermedad neuronal sin identificar y necesita mediación para el intenso dolor, Julie valora estar en ese cómodo hotel del balneario de Ein Bokek rodeada de sus "vecinos y amigos", lo que ayuda a superar el trauma del 7 de octubre.
"Somos una gran familia. Todos hemos perdido a familiares, seres queridos, amigos y vecinos. Por eso hemos trasladado a este hotel el espíritu comunal del kibutz Beeri", indicó a EFE Alon Pauker, director de esa comunidad de mil 200 personas, asentada en el Neguev en 1946 y una de las pocas que mantiene la esencia comunitaria y socialista de los primeros años del sionismo.
En el bar del hotel han creado una guardería, en el jardín han instalado carpas como áreas de juego para niños y alrededor de la piscina se hacen terapias y masajes de relajación para ayudar a la gente de Beeri a lidiar con el trauma de lo vivido hace casi un mes en el kibutz donde Hamas cometió una de sus peores matanzas.
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"Pido al mundo que nos ayude a recuperar a nuestros secuestrados y a destruir Hamás, igual que el mundo libre destruyó el régimen nazi. Incluso si eso implica bombardear residencias o matar a civiles. Igual que todo el mundo se unió en la lucha contra el Estado Islámico, esperamos lo mismo", aseveró este hombre de 57 años, que se define como defensor de la paz y de la solución de los dos Estados con los palestinos, pero "cuando Hamás haya desaparecido".
Pauker se mostró confiado en que Beeri será reconstruido de nuevo porque es una "comunidad fuerte y unida", pero "primero hay que destruir a Hamás", opinión que comparte Michal Pinyan, una mujer de 43 años que perdió a sus padres en la masacre del 7 de octubre, mientras ella estaba, unas casas más allá, encerrada en un bunker con sus hermanos, marido e hijos, durante más de veinte horas.
"Tuvimos noticias de mis padres por última vez a las 10 am. Sabíamos que los terroristas habían entrado en casa y lanzado granadas. Horas después, una amiga del kibutz que vino a rescatarnos nos contó que encontró sus cuerpos tirados en el césped, maniatados y con un tiro en la frente", relata aún conmocionada.
"Tengo rabia, pero sobretodo tengo esperanza", confiesa su vecino Nir Shani, que tiene a su hijo Amit, de 16 años, cautivo en Gaza, pero encuentra consuelo rodeado de otros amigos en las mismas circunstancias.
"Hay varias comunidades como esta que se han evacuado todos juntos, como esta, que tienen la estructura comunal en su ADN, el apoyo mutuo. Creo que en situaciones de emergencia como esta, tener una comunidad, una red de apoyo, es una gran ventaja", indicó Shachar May, experta en ayuda psicosocial y portavoz de la organización Israel Aid.