“Podemos ver un documental sobre lo que está pasando en Siria y sentirnos indignados, pero no vamos a actuar ni vamos a exigir a nuestros gobiernos que actúen, pues es un tema que nos parece lejano, sin impacto sobre nuestra vida cotidiana”, dice Daniela Vallarino, maestra especialista en estudios de África del Colegio de México, al explicar por qué en el mundo existen conflictos armados que llegan a ser olvidados en otras regiones del planeta.
“Vivimos en una época contradictoria. Aunque las tecnologías de la información (...) nos dan la ilusión de que el mundo es un lugar donde las distancias cada vez son más cortas, las personas viven dentro de sus realidades, considerando lo que tiene un impacto directo en sus vidas como lo único que importa (...) y si un conflicto no lo afecta directamente puede pasar desapercibido”, explica.
Un ejemplo es la situación que se vive en África, donde Sudán del Sur, Somalia, la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, por mencionar sólo algunos países, se encuentran inmersos desde hace varios años —en ocasiones, décadas— en conflictos armados, los cuales regresan a los foros de discusión sólo cuando organismos internacionales alertan sobre alguna catástrofe humanitaria inminente.
Hasta abril de 2018 había 2.47 millones refugiados de Sudán del Sur, reubicados en distintos países de la región, según cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). En el caso de la República Democrática del Congo el mismo organismo reporta que al norte del país se han desplazado 7 mil centroafricanos a causa de la violencia.
De la misma manera, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), reportó que el número de infantes en refugios, hasta marzo de 2018, en Uganda era de 175 mil 698; en Ruanda, 35 mil 698, y en Tanzania, 49 mil 72.
Estos y otros países son protagonistas o sufren las consecuencias (a través de refugiados) de conflictos armados entre grupos rivales por motivos territoriales, sociales, medioambientales y políticos, que surgen de la “represión por parte del gobierno o las fuerzas armadas o las violaciones a los derechos humanos”, explica Vallarino.
Cambios
Con el paso de los años los enfrentamientos se modifican por diversos factores, como “el contexto, la intensidad, la duración, las partes involucradas, el papel de los gobiernos y el papel de los grupos extremistas o inclusive de países fuera del continente”, señala la experta en asuntos africanos.
Precisa que desde los años 90 se han propagado en el continente grupos extremistas islámicos entre los que destacan Boko Haram, Al-Qaeda, Al-Shabaab o el Estado Islámico (EI).
“Estos grupos, que forman parte de una yihad [guerra santa] regional e internacional (...), se dedican a atacar poblaciones, mayormente cristianas, secuestrar y atentar contra escuelas relacionadas con Occidente con el objetivo de imponer la ley islámica y crear califatos que respondan a su ideología”, expone.
Este fenómeno, detalla, “se debe a diversos elementos: la riqueza de recursos materiales y humanos, la falta de desarrollo social y económico; conflictos sociales y económicos, violaciones a los derechos humanos, desplazamiento de personas y las fronteras permeables”.
Esos factores se abonan a los conflictos que existían previamente y permiten a los grupos radicales “encontrar nuevos nichos para crecer o desarrollarse, integrar nuevos seguidores, fortalecerse o, simplemente, terminar atacando a la población”.
La intervención de las potencias
Vallarino recuerda que existen grandes intereses económicos y políticos de las potencias extranjeras en África, al igual que de empresas transnacionales debido a la enorme riqueza natural del continente.
“Muchas veces resulta más conveniente operar en países en crisis y sin estabilidad, por lo que la intervención extranjera se limita a mantener el status quo de la región”, indica.
Países como Francia, Estados Unidos, Rusia y China, todos considerados influyentes, “están presentes y conscientes de la situación, [pero] son pocos los que buscan apoyar las negociaciones hacia una paz duradera”, dice.
A esto se debe agregar “el papel que juega África en el mundo: con el fin de la Guerra Fría, la liberalización de los mercados y la globalización se ha intensificado la desigualdad social e, inclusive, ha representado la pérdida de la soberanía del Estado en las decisiones políticas y económicas”.
La intervención de la comunidad internacional podría llegar a beneficiar a los habitantes en algunos conflictos, pero en otras ocasiones “se logra un acuerdo de paz que no es duradero, ya que no existe la voluntad política real de llegar a la solución”, subraya. La investigadora del Colegio de México considera que para ser efectivas las acciones por la pacificación deberían atacarse las causas reales por las que iniciaron los conflictos y de esta manera se lograría un cambio profundo.
Los procesos de paz internacional
A pesar de lo sombrío del panorama, hay posibles soluciones definitivas que pasan por la mediación, el multilateralismo, la sociedad civil organizada, la presión en foros internacionales, la voluntad política, la creación de instituciones, así como la atención del resto del mundo para darles seguimiento y hacerlas posibles.
La maestra Vallarino apunta: “Mientras se siga viendo a África como un continente lejano, sin nada en común con América Latina, no habrá interés real; mientras se perpetúen los estereotipos y no se vea más allá de África como el continente pobre y conflictivo, no habrá interés real”. Es “a través de la educación” que “se debe iniciar el acercamiento a este continente” y también se deben consultar los productos culturales del continente “para irnos borrando ideas preconcebidas y provocar mayor interés”.
El camino hacia la resolución de los conflictos olvidados, señala, “es la solidaridad global hacia un desarrollo sustentable que sea la base para la eliminación de la violencia y el final de los conflictos armados, [por esto] hay que lograr una concientización de la importancia del otro; generar empatía con otro humano únicamente por ser persona y por tener las mismas necesidades básicas y las mismas preocupaciones diarias que tenemos todos; y esto aplica para todos los conflictos en todas las áreas. (...) debemos seguir trabajando para crear conciencia sobre la importancia de todas las vidas por igual”.