La infraestructura energética de Ucrania está siendo atacada por Rusia, dejando a millones sin electricidad.
A medida que las temperaturas caen por debajo del punto de congelación en todo el país existe el temor de que Moscú, que trata sin demasiado exito de ganar la guerra, esté utilizando el invierno a su favor.
Y en ninguna parte es esto más claro que en las ciudades a lo largo de la línea del frente en el este.
La gente de Avdivka ha aprendido a distinguir un proyectil entrante de uno saliente por su sonido. Pero a menudo no sirve de nada esconderse. Los pedazos de metralla pueden atravesar puertas de metal como si fueran papel.
"En la guerra", dice Anatoliy, "no te matan accidentalmente. Sobrevives accidentalmente".
El hombre, de 71 años, tuvo que mudarse a un sótano después de que su apartamento fuera destruido en un incendio provocado por los misiles rusos. Ahora tiene demasiado miedo para salir del refugio.
"Ir a una tienda o sacar la basura es un acto de valentía", dice, "nunca sabes si volverás o no".
Avdivka ha sido parte de la primera línea de combate desde 2014, cuando comenzó el conflicto en el este de Ucrania. Después de que Rusia invadiera Ucrania en febrero pasado, muchos predijeron que la ciudad caería rápidamente.
Sin embargo, todavía está controlada por las fuerzas ucranianas. En cierto modo, Avdivka se ha convertido en un símbolo del fracaso de Rusia en el Donbás.
Los bombardeos implacables, sin embargo, lo han convertido en un pueblo fantasma. Sus otrora bulliciosas calles con coloridos murales pintados en los edificios ahora están desiertas.
Vitaliy Barabash, jefe de la administración militar de Avdivka, dice que las fuerzas rusas continúan sus intentos de rodear la ciudad desde el sur y el norte.
"No pueden lanzar un asalto directo porque nuestras posiciones están bien fortificadas aquí, por lo que su táctica es simple: arrasarlo todo, bombardeos constantes con artillería y múltiples lanzacohetes".
A pesar de los ataques diarios, quedan unas 2.000 personas en Avdivka. Muchos de ellas sobreviven gracias a la ayuda humanitaria proporcionada por organizaciones locales e internacionales.
La mayoría de las personas no tiene ingresos.
Antes de la guerra, Oleksiy Savkevich solía organizar festivales de arte y eventos juveniles en Avdivka. Ahora entrega paquetes de comida en una zona de guerra vistiendo chaleco antibalas.
"Los jubilados no pueden retirar dinero y la gente perdió sus trabajos, por lo que dependen en gran medida de los suministros de alimentos que entregan los voluntarios", dice.
Con la caída de las temperaturas, surge un nuevo enemigo: el frío.
La mayoría de la gente deposita sus esperanzas en una vieja estufa de metal llamada burzhuika, que fue popular hace un siglo. No hay gas ni agua corriente.
Para mantenerse en contacto con el mundo exterior, la gente se reúne por las mañanas en el único lugar que tiene electricidad y red móvil.
Las autoridades locales instalaron un generador para alimentar una antena de telefonía móvil. Los visitantes se sientan en las escaleras y deslizan sus dedos en las pantallas de sus teléfonos, sedientos de conocer las últimas noticias.
Casi todos aquí dicen que no quieren irse del pueblo.
"No estoy lista para quedarme en campamentos y mudarme de un lugar a otro como las personas sin hogar", dice una mujer. "Y no puedo permitirme alquilar un apartamento", añade.
Otro hombre explica que no se va porque su abuela insiste en que permanecerá en Avdivka.
Las autoridades locales, sin embargo, le están pidiendo a la población que evacúe lo antes posible. Advierten que muchos residentes no sobrevivirán al próximo invierno.
"Les decimos que no podremos proporcionar alimentos, no podremos evacuar a las personas incluso si alguien decide irse porque en las carreteras no se podrá limpiar (la nieve)", dice Barabash.
"Aquí le decimos a la gente: ¿entiendes que incluso si no mueres de hambre, simplemente puedes morir congelado?".
Los servicios de emergencia no funcionan en la ciudad y la asistencia médica es extremadamente limitada. Hay un médico que ahora vive en el hospital. Le preocupa que haya un aumento de enfermedades con personas que viven en condiciones extremas.
Elena, de 60 años, todavía vive en su apartamento dañado. Las ventanas están rotas y el piso puede derrumbarse en cualquier momento; fue alcanzado por un proyectil de artillería, que dejó un gran agujero en la pared. Sin gas ni electricidad, cocina la comida en un fuego fuera del edificio.
"Tal vez me vaya. Si vuelven a bombardear este lugar, puede que vuelen todo el edificio. Todos esos apartamentos que están debajo del mío están destruidos", dice.
Mientras Elena espera a que se cocine su sopa, un proyectil de artillería vuela sobre nosotros y aterriza a unos cientos de metros de distancia. Tenemos que entrar para ponernos a cubierto.
Los sonidos de explosiones y disparos recuerdan a todos que el invierno en Avdivka conlleva muchos peligros.
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