Los bandos se darán una nueva tregua. Estados Unidos y China acordaron este sábado reanudar las negociaciones comerciales, reduciendo la presión en la larga disputa que les enfrenta y que ha contribuido a la desaceleración de la economía global.
La reanudación del diálogo bilateral fue anunciada tras el encuentro que sostuvo el mandatario estadounidense, Donald Trump, con su homólogo chino, Xi Jinping, en el marco de la Cumbre del G20 en Japón.
En lo que es considerado como una concesión importante a Pekín, Trump dijo que permitiría que las empresas de su país le sigan vendiendo partes y equipos al gigante tecnológico chino Huawei.
Con este anuncio la Casa Blanca parece revertir una prohibición impuesta el mes pasado a esas ventas por el departamento de Comercio.
Además, aunque anteriormente había amenazado con aplicar sanciones comerciales adicionales en contra de China, Trump confirmó que no añadirá aranceles sobre importaciones chinas valoradas en US$300.000 millones y dijo que seguirá negociando con Pekín "por el momento".
Análisis de Karishma Vaswani, corresponsal de Negocios de la BBC en Asia
El presidente Trump ha presentado su diálogo comercial con Xi Jinping como una victoria para Estados Unidos, pero además puede haberle dado a Pekín exactamente lo que buscaba en el caso de Huawei.
Aún no está claro si lo que el mandatario anunció es un levantamiento total de las prohibiciones impuestas sobre la empresa china, pero si lo fuera se trataría de una concesión importante por parte de Estados Unidos hacia una compañía que Washington ha calificado como una amenaza a su seguridad nacional.
La reanudación del diálogo y la tregua en la imposición de nuevos aranceles serán vistos en el corto plazo de forma positiva por los mercados y por las empresas estadounidenses.
Estos ya se habían quejado sobre el costo de nuevos aranceles diciendo que -en caso de que se hubieran concretado- habrían obligado a los consumidores estadounidenses terminaran pagando unos US$12.000 millones adicionales por el incremento de los precios.
Las compañías chinas también han estado sufriendo. La guerra comercial ha impactado en los planes de inversión, en la confianza de los empresarios y en las exportaciones de la segunda economía más grande del mundo.
Pero anunciar una tregua no significa que la guerra comercial concluyó. Los aranceles valorados en miles de millones de dólares que fueron impuestos sobre la importación de bienes siguen en vigor. Y ambas partes tienen muchos temas sobre los cuales ponerse de acuerdo.
Washington quiere que Pekín, en esencia, cambie la forma como la economía china ha crecido durante las últimas cuatro décadas, elimine los subsidios a las empresas estatales, abra su mercado interior y, más importante aún, desea que rinda cuentas si no cumple con alguno de estos compromisos.
Pero ya Pekín ha dicho públicamente que no se va a doblegar en cuestiones de principio ni va a ceder ante la presión de EE.UU.
Cómo ambas partes cierran la brecha será la verdadera prueba de cualquier tregua. Por lo pronto, es una buena señal que estén dialogando de nuevo. Pero hace falta algo más que conversar.
Estados Unidos y China han estado enzarzados en una dura guerra comercial durante el último año.
Trump acusó a China de robo de propiedad intelectual y de obligar a las empresas estadounidenses a compartir sus secretos comerciales para permitirles operar en el país. Pekín, por su parte, dijo que las reformas empresariales exigidas por Washington no eran razonables.
La disputa escaló en los meses previos a la cumbre, luego de que la conversaciones entre ambos países colapsaron en mayo.
La tregua marca una pausa en las hostilidades más que una solución a la disputa, que ha causado turbulencia en los mercados y ha reducido el crecimiento global.
Trump dijo que su encuentro con Xi fue "excelente, tan bueno como iba a ser".
"Discutimos muchas cosas y estamos nuevamente encarrilados y veremos qué pasa", agregó.
Xinhua, la agencia estatal de noticias china, citó a Xi diciendo: "China y Estados tienen intereses altamente integrados y unas extensas áreas de cooperación. No deben caer en las llamadas trampas de conflicto y confrontación".
Washington dijo públicamente que la empresa tecnológica china representa un peligro para la seguridad nacional, aunque Trump también vinculó este asunto con la guerra comercial.
El mes pasado, Estados Unidos prohibió la venta sin licencia de productos estadounidenses a Huawei, incluyendo aquellos creados por Google, algo que es crucial para muchos de sus aparatos. La prohibición podría costarle a la empresa china unos US$30.000 millones en ingresos este año.
Algunos analistas ven la prohibición como un intento por parte de Estados Unidos de contener a la poderosa empresa china.
La decisión de Trump de permitir que las empresas estadounidenses sigan vendiendo sus productos a Huawei "cuando no hay un problema grande de seguridad nacional" podría ser una concesión importante, aunque aún no se conoce exactamente cuáles son sus alcances.
Según el mandatario estadounidense, la situación de Huawei será resuelta "en el momento final" de las negociaciones comerciales.
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