La economía mundial se ha visto bajo la amenaza de una guerra comercial en las últimas semanas, desatada a causa de la inconformidad del presidente estadounidense, Donald Trump, respecto al balance negativo que registra su país en materia de intercambios, sobre todo en su relación con China.
A últimas fechas, el mandatario enfocó sus baterías a China, al anunciar, el 23 de marzo, la firma de un decreto que busca imponer aranceles de alrededor de 60 mil millones de dólares a las importaciones procedentes de ese país. Casi de inmediato, China dio a conocer medidas de retaliación por valores similares, llevando a un ir y venir de manifestaciones hostiles por parte de ambas naciones.
A pesar de las inquietudes que el hecho generó en los mercados internacionales, reflejándose en pérdidas bursátiles y en una caída en diversas monedas, como el peso mexicano, entre los especialistas hay opiniones respecto a que el pleito podría quedarse en un amago.
La principal razón, explica Alejandro Cervantes, economista senior de Banorte-Ixe, es que la aplicación de aranceles a China enfrenta oposición por parte de sectores que votaron por Trump, y la cercanía de las elecciones legislativas del 6 de noviembre podría amainar los ímpetus del presidente.
Con una investigación en marcha sobre la injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016, a Trump no le conviene perder la mayoría republicana en el Congreso, escenario que abriría la puerta a que los demócratas lo controlen y lleguen incluso a promover instancias como una destitución, destaca.
“[El pleito con China] puede quedarse en ‘mucho ruido y pocas nueces’”, afirma Cervantes. De hecho, para el área de análisis del banco está prácticamente descartada la posibilidad de que la disputa EU-China suba de tono, y que incluso tenga repercusiones directas en los flujos comerciales internacionales, afirma.
Para Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001, Trump debe darse cuenta de que lo que importa es el déficit comercial multilateral, no los déficits comerciales bilaterales con cualquier país. Según explicó en un artículo de opinión publicado la semana pasada, “reducir las importaciones de China no creará empleos en Estados Unidos”. Más bien, la medida hará subir los precios para los ciudadanos estadounidenses y generará empleos en Bangladesh, Vietnam o cualquier otro país que se disponga a reemplazar las importaciones que antes provenían de China, dice el profesor de Economía de la Universidad de Columbia.
Las estadísticas reportan en 2017 un déficit comercial para EU de 375 mil millones de dólares en su relación bilateral con el gigante asiático en lo que se refiere a bienes. China envió productos al mercado estadounidense por 505 mil 597 millones de dólares el año pasado, mientras que las exportaciones de la Unión Americana a territorio chino totalizaron 130 mil 370 millones de dólares, según la Oficina Estadística de EU y el Observatory of Economic Complexity.
Promesas de campaña
Desde que asumió la presidencia de EU, Trump ha cuestionado la relación comercial de su país con una gran cantidad de Estados y regiones. Uno de sus primeros decretos fue cancelar la participación de su país en el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP).
Además, haciendo valer una de sus promesas de campaña, impulsó una revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), señalando que no era el mejor de los tratos, y bajo constantes amenazas de que si no se logra una revisión “justa” para su país, lo mejor será cancelarlo.
Trump anunció el 8 de marzo que impondría aranceles de 25% sobre las importaciones de acero y de 10% a las de aluminio, basándose en un análisis que señaló amenazas para la seguridad nacional estadounidenses como justificación. Algunos países quedaron excluidos del gravamen, entre ellos México y Canadá, bajo la condición de llegar a una revisión justa del TLCAN, proceso que sigue su curso con pláticas de carácter técnico entre los equipos negociadores de los tres países.
Previamente, en enero de este año, el presidente de EU también impuso un arancel especial de hasta 30% sobre las importaciones de paneles y células solares, así como un arancel de 20% para algunos modelos de lavadoras.
Al respecto, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, dijo que “la historia económica muestra claramente que las guerras comerciales no sólo dañan al crecimiento global, sino que también son imposibles de ganar”.
Roberto Azevedo, director general de la OMC, dijo que su agencia está “claramente preocupada” por los planes de EU y advirtió que “una guerra comercial no le interesa a nadie”. La OMC, con sede en Ginebra, “estará observando la situación muy de cerca”, agregó.