Guayaquil.- Cubrir la crisis sanitaria del coronavirus en Guayaquil ha sido de las experiencias más difíciles que me han tocado, como periodista y como persona.
Guayaquil se convirtió en el ejemplo de lo que no se debe hacer, de cómo las políticas de un Estado que invierte cada vez menos en salud y más en comprar equipo para la policía, da como resultado que todo colapse, el sistema de salud, el sistema para recoger cuerpos de personas fallecidas, la identificación de cadáveres, la entrega de los fallecidos a sus familiares, la capacidad para enterrar a los muertos. Todo colapsó en esta ciudad y, como siempre, los que más sufren son los pobres.
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Los ataúdes son la imagen que más vi en los nueve días de cobertura: autos y camionetas que los llevaban por las calles; filas de vehículos con féretros afuera de los cementerios esperando un turno para poder enterrar a sus seres queridos, ataúdes vacios tirados en las calles, otros improvisados en las casas, en los barrios mas pobres de la ciudad.
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A nivel personal, lo más difícil ha sido saber que la crisis no se acaba en Guayaquil. El virus está también presente en Quito. El miedo a contagiarse está todo el tiempo. ¿Será que me contagié? Por ahora, no lo sé. De regreso a la capital, decidí someterme a cuarentena y hacerme la prueba.