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La actual Corona de San Eduardo, utilizada en la coronación del rey Carlos III, se fabricó en 1661 y se ha utilizado en todas las coronaciones desde entonces. Es una réplica de la corona original, creada en el siglo XI y fundida tras la ejecución de Carlos I en 1649.
La corona brilla con piedras como turmalinas, topacios blancos y amarillos, rubíes, amatistas, zafiros, granates, peridotos, circonitas, espinelas y aguamarinas.
Hasta principios del siglo XX, la corona se adornaba con piedras alquiladas que se devolvían tras la coronación, según el Fideicomiso de la Colección Real. Le colocaron de manera permanente piedras semipreciosas antes de la coronación de Jorge V en 1911.
Una perla con origen en el mar de Cortés
De acuerdo con el Mexico Daily Post, "dentro de la hilera de perlas destaca una denominada Great Lemon, cuyo origen es el mar de Cortés en Baja California Sur, México. Fue extraída en 1883 por los buzos Juan Vacaseque Calderón y Antonio Cervera, quienes lo encontraron cerca de la isla del Espíritu Santo. Su nombre hace referencia a su tamaño, similar al de un limón".
El medio indica que "la perla pasó a ser propiedad de Antonio Ruffo Santa Cruz, propietario de la empresa que encontró la perla. Fue Ruffo quien más tarde se lo regaló al rey Eduardo VII (1841-1910) para que la llevara en su corona".
Recuerda que "años después, la perla de la reliquia llamó la atención de la reina Isabel II, por lo que viajó a Baja California en 1983 a bordo del barco Britannia. En su segundo viaje a México, pasó por Espíritu Santo y Cerralvo, y conoció el lugar de donde procedía la perla de su corona".
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Este sábado, el momento culminante de la ceremonia de coronación se produjo cuando el arzobispo de Canterbury colocó la Corona de San Eduardo sobre la cabeza de Carlos III.
Debido a su importancia como pieza central de la coronación, esta fue la única vez durante su reinado que el monarca llevó la corona de oro macizo, que incluye un casquete de terciopelo púrpura, una banda de armiño y arcos entrecruzados rematados por una cruz.
Tras la ceremonia, Carlos cambió la corona de 2.08 kilogramos (4.6 libras) por la Corona Imperial del Estado, que pesa aproximadamente la mitad, para la procesión de regreso al palacio de Buckingham.
La reina Isabel II dijo una vez que incluso la corona más ligera era complicada porque se caía si no mantenía la cabeza erguida mientras leía el discurso anual en la apertura estatal del Parlamento.
“Hay algunas desventajas en las coronas, pero por lo demás son cosas bastante importantes”, dijo la difunta reina a Sky News en 2018, mostrando una sonrisa. Con información de AP
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mcc