Tijuana/Ciudad Juárez.— Un grupo de 25 migrantes bajo el Protocolo de Protección Migratoria (MPP, por sus siglas en inglés) cruzó la frontera  hacia para reanudar su proceso de asilo, mientras que decenas que durmieron sobre el concreto afuera del edificio del Instituto Nacional de Migración se plantaron a la espera de que alguna autoridad les dé respuesta.  

Elsy, una joven salvadoreña que terminó atrapada en Tijuana desde junio de 2019 fue una de las personas que durmió apenas enrollada en una cobija, entre los cuerpos de extraños que trataban de generar calor para sobrellevar los nueve grados que alcanzó durante la noche y madrugada.

Desde que llegó primero intentó iniciar su proceso de asilo que, en ese entonces era anotarse en una lista para tomar un número de turno que en algunos casos duraba hasta seis meses antes de que fueran llamados para presentarse en la corte de San Diego en Estados Unidos donde deberían pedir asilo.

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Medio año pasó desde que hizo fila y le dieron un número, pero luego llegó la pandemia y para enero de 2020 el gobierno de la Unión Americana, bajo la administración de Donald Trump ordenó suspender los trámites para las solicitudes de asilo e incluso los ingresos para aquellos que ya habían iniciado.

“Otra vez estoy atrapada”, explica Elsy mientras sostiene a su hermano, un adolescente de apenas 13 años, ambos huyeron de las pandillas centroamericanas que ya habían amenazado con reclutar al joven, “no sólo no me quieren en el otro lado, aquí tampoco, en México tampoco me dieron refugio y ahora no puedo ni trabajar”.

Pero mientras Elsy –junto a otras decenas de familias se empuñaban afuera del edificio migratorio mexicano para pedir información- un bus con 25 migrantes cruzaba casi a un costado de ellos sin que el resto se diera cuenta. Se trató de un grupo reducido, todos con procesos de asilo abiertos bajo el MPP.

Personal del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) apoyó en la coordinación y el traslado de las personas que estuvieron bajo resguardo en el Centro Integrador para el Migrante “Carmen Serdán” que fue instalado por el gobierno federal en Tijuana.

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Desde ese punto subieron al camión. Antes habrían tenido que cumplir con los requisitos para que Estados Unidos les abriera sus puertas: registrarse y comprobar, con una prueba reciente, que no tenían Covid-19. Luego fueron conducidos hasta el puerto fronterizo, en El Chaparral, por donde finalmente ingresaron.  

Abdiel, un joven cubano de 17 años, también durmió en la calle. Es uno de los pocos que sin cobija ni comida llegó a plantarse para obtener información. Aunque no es parte del Protocolo de Protección de Migrantes piensa que tiene el mismo derecho y necesidad de cruzar que cualquier otra persona que además de mejorar su vida quiere sobrevivir.

“Los golpes han sido muchos pero uno es joven”, dice mientras se frota los brazos como intentando generar calor para él, “en mi país es duro vivir, viajar y llegar hasta acá, es mucha la distancia y como yo todos vienen porque tienen una necesidad, luego son puras historias de terror, de aquí nadie se va porque si ya llegamos ni modo de regresar”.