San José.— Con los 350 o 400 dólares que su hijo, el hondureño Róger Mayorga Martínez, le envía cada mes desde Estados Unidos, su madre Leticia Martínez Troches logra abonar a un banco el préstamo de la casa en la que vive en Honduras y cubrir sus gastos esenciales de alimentos y artículos de sostenimiento mínimo.
“¡Gracias a Dios por las remesas! El dinero me llega puntualmente todos los meses”, dice Martínez a EL UNIVERSAL. “Con ese dinero me mantengo. Como vivo sola y soy viuda, pues tengo la tranquilidad de ir pagando el préstamo de la casa y lo que me queda es para mis pocos gastos personales”, explica esta mujer de 63 años y voluntaria en un comité no gubernamental de búsqueda y defensa de los migrantes en Honduras.
Con tres hijos —Mersa, de 43 años, residente en México; Rina, de 39, radicada en Honduras, y Róger, de 42, con 20 años como migrante en Maryland, Estados Unidos— Leticia, viuda de Róger Mayorga, conoce de cerca los dramas de la migración. Ella habita actualmente en el departamento de Cortés, en los límites con Guatemala.
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Durante 14 años y hasta 2018, Leticia vivió convencida de que Mersa había fallecido en el viaje por México hacia EU como migrante irregular, pero fue la agrupación a la que pertenece la que le permitió localizarla a salvo en la ciudad mexicana de Comitán de Domínguez, Chiapas, donde vive casada y con dos hijos.
Sin el dinero que recibe cada mes de Róger, Leticia subsistiría en la indigencia, deambularía por las calles de la capital de Honduras y engrosaría los anillos hondureños de miseria y desolación que, repletos de desempleados y excluidos o marginados, son los principales generadores de la masiva e incesante migración irregular a México y Estados Unidos.
Leticia admite que la remesa es crucial para la subsistencia cotidiana de millones de centroamericanos y para oxigenar a las economías de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, origen y tránsito de la multitudinaria movilización humana del sur al norte de América.
“Los dólares que mi hijo me manda hace 20 años son fundamentales. Con eso compré casa. No la he terminado de pagar. Róger depende de su trabajo en la construcción y él apenas está legalizando sus papeles migratorios. Me deposita lo que puede. A veces me envía 350 dólares, que es casi la cuota de la casa en el banco”, narra. “Antes él me podía ayudar con más. Cuando se fue, Mersa me dejó a sus tres hijos, dos niños de ocho y cinco y una de tres. Ya están casados. El que me ayuda es Róger y por eso dependo totalmente de las remesas”, subraya.
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Tras insistir en que “gracias al Señor nunca me falta lo esencial en cuanto a comida”, lamenta que, por la condición migratoria de su hijo que le complica viajar a Honduras, “desde hace 20 años no lo veo”.
Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua registraron un salto en el monto de 2021 de las remesas familiares desde EU, México, España y otras procedencias. Con cifras oficiales de Guatemala a diciembre anterior y de Nicaragua, Honduras y El Salvador a noviembre pasado, el monto total de las remesas llegó a 30 mil 664.7 millones de dólares en 2021 frente a 24 mil 845.8 millones de dólares en 2020 para un aumento interanual de 5 mil 818.9 millones de dólares.
El monto en Honduras pasó de 63.1 millones de dólares en enero de 1991 a 515.8 millones de dólares en enero de 2021 y en Guatemala subió de 83.2 millones de dólares en enero de 2002 a 906.8 millones de dólares en enero de 2021, según datos oficiales. EU se consolidó como principal origen del dinero que los migrantes, legales o indocumentados, enviaron a sus países, de los que huyeron por el desempleo y la violencia.
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