Bruselas.— Gisèle Pelicot, la francesa de 72 años que durante 10 años fue drogada por su ahora exmarido Dominique para ser abusada por decenas de hombres, se ha transformado de víctima de violación sexual en heroína.
La firmeza y determinación con la que ha enfrentado un juicio en el que han emergido insólitas acusaciones relacionadas con drogas y violación, ha dejado ver que las víctimas no son quienes deben avergonzarse, sino los perpetradores.
Expertas consultadas por EL UNIVERSAL coinciden en que el perturbador caso Pelicot y el crudo juicio en el que se busca justicia, constituye un parteaguas que tendrá implicaciones transformadoras en el ámbito jurídico, judicial y los derechos de la mujer, más allá de una Francia que se encuentra conmocionada.
Aseguran que el caso en el que la mujer renunció a su anonimato para mostrar al mundo los detalles de la situación a la que fue sometida marcará un antes y después, como ocurrió con la sentencia de 2009 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en la que condenó al Estado mexicano como responsable en la desaparición y muerte de las jóvenes Claudia González, Esmeralda Herrera y Laura Ramos, cuyos cuerpos fueron hallados en un campo algodonero de Ciudad Juárez.
Igualmente será un referente como fue el caso conocido en España como La manada, en el que cinco hombres fueron condenados a 15 años de prisión por un delito de violación sobre una joven de 18 años durante las fiestas de San Fermín en 2016. El mediático caso se tradujo en modificaciones importantes al Código Penal español, como fue la ley conocida del “sólo sí es sí”.
“Este caso marca a Francia y al mundo porque tiene muchas aristas de tipo revolucionario. Desmantela la imagen que tenemos de los violadores y las víctimas”, sostiene Greta Guzmán, experta en violencia contra la mujer y fundadora de la organización Vert Violeta con sede en Francia.
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Afirma que fulmina la premisa que se tiene sobre los violadores, como una persona de bajos recursos y educación limitada, así como elimina la visión que se tiene sobre la víctima, de mujer que “se lo buscó” por provocadora, por usar cierta ropa o por su comportamiento.
“El proceso echa todo eso abajo: el violador puede ser cualquier persona, padre de familia, hombre trabajador, de cualquier profesión, de cualquier edad y muchas veces es un conocido.
“Lo mismo respecto a la víctima, no es una muchachita guapa con ropa pegada que salió al metro y la violaron. No, es una señora de 72 años que fue sometida a sumisión química.
“Es también revolucionario porque es la primera vez que se abre el juicio, se retira el anonimato y la víctima exclama y dice en sus propias palabras que la violencia debe cambiar de bando. Es decir, yo no debo avergonzarme de lo que me pasó, sino ellos”.
Afirma que el proceso, celebrado en la sala del tribunal en Aviñón y en el que 50 hombres están acusados de violarla, pasará a la historia como un caso que desmitifica muchos pensamientos que se tienen respecto a la violación. Insiste, abre las puertas en Francia y en el mundo para que vean cómo realmente son las causas de una violación. La sentencia está prevista para antes del 20 de diciembre.
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“Tenemos que dejar de hablar de abuso sexual y comenzar a referirnos como agresión sexual, porque el abuso es algo permitido en un rango, por ejemplo, abusé de comer, pero una agresión es totalmente otra cosa. Hay que usar un lenguaje más certero para nombrar las cosas como son”.
Lilia Elena Iñiguez Hernández, consultora y especialista en el desarrollo de estrategias de defensa jurídica en materia de género, señala que el juicio, en el que los abogados defensores intentan diluir responsabilidades lanzando la pregunta de si fueron cómplices o engañados por Dominique, marcará un punto crucial es el marco legal.
“El caso está en el centro del debate sobre la violencia de género, las estructuras jurídicas y los marcos legislativos para abordar problemáticas como la violencia feminicida, que no aparece en el código penal francés.
“Ha puesto los reflectores sobre cómo están construidos los marcos legislativos y los tipos penales, sobre la pertinencia o no de que exista o sea explícita la parte del consentimiento (...) Gisèle Pelicot, con su fuerza y determinación, ha permitido iniciar el debate público e informado en la materia”.
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La investigadora de la Universidad Paris 8 Création dice que además está invitando a observar el estado de los sistemas de justicia patriarcales y a la reflexión sobre si hay o no apertura política y legislativa para modificarlo. “Es una invitación muy importante al cambio y que está permitiendo un debate público informado. Pienso que en el seno del aparato judicial, es un caso que tiene el potencial de generar cambios legislativos”.
Señala que en Francia y otras parte del mundo puede desencadenar en un proceso legislativo semejante al visto en México respecto a la violencia de género, generado por un contexto profundamente violento y cruento, y empujado por casos como el de “campo algodonero”.
La sicóloga Sandra García, quien tiene un consultorio en Lyon, Francia, y a lo largo de su trayectoria profesional ha trabajado con hispanohablantes víctimas de violencia, así como con mujeres en situación de prostitución y tráfico, señala que este caso emblemático impacta en el estudio de la sicología social.
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“Desde lo absurdo de la injusticia de todo lo que ella pudo haber vivido, su aptitud frente a los medios, el hecho de querer hacer todo público, tiene un impacto a nivel de la sicología social (...) Hay tantos feminicidios y violaciones sexuales en todo el mundo, pero en el momento en el que ella se abre y muestra todo al mundo desde un lugar muy empoderado, comenzó a inspirar a muchas mujeres”.
Al hablar sobre de dónde puede estar sacando el temple Pelicot para enfrentar un “abuso que reduce al ser, causa miedo y mata”, la especialista dice que el hecho de no haber estado consciente de lo vivido, por la intoxicación a la que fue sometida, le permite estar en un nivel suficiente para afrontar los hechos.
“La conciencia de lo que pasó llegó más tarde, y eso es probablemente lo que la empodera, porque no es una víctima que está tan dañada, tan herida, tan impactada a nivel sicológico; que lo va a estar y lo estará, pero que no es lo mismo que seguir repetidamente diferentes situaciones como las que vivió.
“Esas situaciones matan a una persona a nivel síquico, ella está todavía muy viva porque se acaba de dar cuenta y creo que eso es muy empoderador para todas las personas que atraviesan diversas situaciones. A nivel de sicología social moviliza mucho y a nivel individual movilizará mucho”.
Para García, Pelicot ha creado un movimiento que tendrá efecto dominó entre los que se sienten identificados y buscan justicia.