En lo que va de su gobierno, Giorgia Meloni se ha mantenido alineada a las políticas comunes transatlánticas y de la Unión Europea, incluso respecto a Rusia, potencia con la que simpatizó antes de su triunfo electoral.

A pesar de ello, un enorme signo de interrogación sigue pesando sobre la inquilina en Palacio Chigi : algunos expertos anticiparon que el alineamiento con las decisiones de Bruselas sería parte de una táctica de corto plazo encaminada a consolidar su poder.

Sus cartas credenciales abonan a las interrogantes sobre quién es en realidad Giorgia Meloni, la primera mujer en ocupar el puesto de primer ministro en Italia y la responsable de darle a un partido con raíces neofascistas las llaves del poder de la tercera economía más grande de la Unión Europea (UE).

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Contrario a lo que trató de aparentar durante la exitosa campaña electoral que le dio la mano en la formación del actual gobierno, Meloni no es ninguna ajena al sistema, “aunque el camino recorrido ha sido complejo, mucho más complicado de lo que muchos quieren contar”, se lee en su autobiografía.

Nació en Roma en 1977 y creció en una familia rota; de muy pequeña, tan sólo dos años, vio con su hermana Adriana cómo su padre Francesco, entonces contador, se subía a una embarcación rumbo a las islas Canarias para nunca volver a casa.

Se formó en el barrio obrero de Garbatella y emprendió su carrera política a los 15 años, enlistándose en las filas del Frente de la Juventud del Movimiento Social Italiano, el partido fundado tras la Segunda Guerra Mundial por personalidades de la República de Saló, el régimen fascista al servicio de la Alemania nazi.

Su adhesión, ha declarado, fue reacción a la inconformidad con los partidos políticos de la época, involucrados en escándalos de corrupción que salieron a la luz tras el aniquilamiento del magistrado Paolo Borsellino por parte de la mafia de Sicilia.

Nunca ha ocultado los días felices que pasó en Colle Oppio, el parque de Roma donde se encontraba la sede histórica del MSI y se ofrecía culto sin empacho al fascismo. En un video de 1996, a la entonces joven de 19 años se le ve decir en francés ante una cámara de televisión que el dictador fascista “[Benito] Mussolini era un buen político. Todo lo que hizo, lo hizo por Italia y el pueblo italiano. Y no hemos visto eso en la política italiana durante los últimos 50 años”.

Gracias a su estilo temperamental e impulsivo, así como a su salvaje lenguaje corporal logró abrirse paso en la política de la nación y terminó por convertirse en la hija prodigio del partido ultraderechista Alianza Nacional; ahí dirigió la asociación estudiantil.

Entró en la Cámara de Diputados en 2006 y con sólo 29 años ocupó la vicepresidencia del Poder Legislativo. Dos años más tarde, se convertiría en la ministra más joven de Italia, asumiendo la cartera de Juventud durante el gobierno de Silvio Berlusconi (2008-2011).

En 2012 emprendería el proyecto que la llevaría a la cúspide del poder, fundó el Partido Hermanos de Italia, cuyo timón asumiría dos años después.

Dicha formación política se basó en las estructuras de los partidos neofascistas precedentes, el Movimiento Social Italiano y su sucesor, Alianza Nacional. Hasta el día de hoy sigue exhibiendo con orgullo sus orígenes en su logotipo. La llama tricolor sobre una línea azul es una combinación de los emblemas de las viejas agrupaciones.

Meloni irrumpió en la campaña electoral de 2022 invocando el populismo y gritando: “¡Primero Italia y los italianos!”. Se presentó ante un electorado decepcionado de la política y golpeado por años de estancamiento económico, con un estilo desafiante, de choque, dirigido a los grupos que se sienten olvidados.

Logró quitarle votos a los partidos de centro y extrema derecha rechazando el aborto, los matrimonios para todos y resaltando: “Soy madre, mujer, italiana y cristiana”. Frecuentemente fue llamada “la Orbán italiana”, en referencia al premier ultraconservador húngaro Viktor Orbán, por su visión extremadamente conservadora, identitaria y religiosa.

Como el resto de los partidos ultras de Europa, atacó a la Unión Europea culpándola de los males del país.

Sus vínculos históricos con el fascismo, el pensamiento nacionalista de extrema derecha, las opiniones ultraconservadoras sobre cuestiones morales y de género, y los vínculos estrechos con partidos como el español Vox, fueron aspectos que inquietaron a la comunidad internacional al formar gobierno en sintonía con Fuerza Italia de Silvio Berlusconi y la Liga de Matteo Salvini.

También preocuparon sus ataques a la Unión Europea y la pertenencia de Italia en la Eurozona, así como su cercanía con Moscú. En su autobiografía de 2021 define a Rusia como “parte de nuestro sistema europeo de valores” y como un “defensor de la identidad cristiana” que lucha contra el fundamentalismo islámico.

Condenó las sanciones económicas de la UE contra Rusia en numerosas ocasiones desde 2014 y mantuvo esa posición hasta antes de febrero de 2022. Durante ese periodo, igualmente insistió en que Italia debería defender sus intereses frente a la nociva política de Bruselas.

“Giorgia Meloni representa un peligro para el equilibrio democrático en Europa. Su liderazgo parece ser la antítesis de lo que necesita Italia”, alertó en su momento el escritor Roberto Saviano.

Sin cambios radicales

A la fecha, Meloni no ha protagonizado cambios radicales, se ha mostrado alineada en política económica y exterior; ha mantenido la unidad del bloque comunitario en Ucrania frente a Moscú.

Su imagen se ha venido moderando en los últimos meses sacándose fotos con los principales líderes conservadores, incluyendo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el jefe del Partido Popular Europeo, Manfred Weber, y la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola.

Incluso, a pesar del riesgo de fractura en su alianza de gobierno, no dudó en enfrentarse al exprimer ministro Silvio Berlusconi cuando éste responsabilizó al presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, por la guerra.

Los temores en la prensa de que su gobierno daría a Italia un giro autoritario, los ha calificado de absurdos, de ser un producto de los poderosos medios de izquierda.

Sin embargo, como bien señaló en un análisis sobre política exterior Eleonora Tafuro Ambrosetti, investigadora del Instituto para el Estudio de Política Internacional (ISPI, por sus siglas en italiano), “las inconsistencias con sus posturas anteriores hacen que sea difícil tomar sus comentarios al pie de la letra”.

La migración, un tema clave para Europa, sigue siendo el principal factor de desencuentro con la italiana, aunque por ahora parece inclinarse a evitar fracturas mayores. ¿Durará? Es el misterio a resolver este 2023.

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