La ira, el hartazgo se impusieron el domingo en las elecciones presidenciales en Argentina. Fue un voto mayoritario para sacar al peronismo de la Casa Rosada y Javier Milei se convirtió en el medio para lograrlo. ¿Y ahora?
Milei canalizó el enojo de los argentinos con un gobierno izquierdista fallido, con una inflación de más de 142%, donde alcanzaba para poco, donde unos cuantos acumulaban la riqueza mientras la mayoría se empobrecía.
Milei venció un tipo de populismo para encumbrar otro, esta vez de derecha, que simpatiza con las obras de gente como Donald Trump, Jair Bolsonaro. Y ya se vio cómo acabaron esas historias: ambos acusados ante la justicia, sus gobiernos concluidos en asaltos a las sedes del poder…
El candidato de la Libertad Avanza atrajo a la mayoría de argentinos con su discurso disruptivo, su promesa de acabar con “la casta”. Atrajo a los jóvenes con su imagen rebelde, de estrella de rock, y su promesa de cambio radical.
Pero en la política, las promesas suelen desvanecerse en el aire y la ira no forma gobierno. Milei carece de un elemento clave: experiencia.
Hasta la noche del domingo, el enojo de los argentinos y su deseo de sacar a los peronistas de la Casa Rosada a cualquier precio bastaron para impulsar a Milei a la presidencia. El problema es lo que sucederá a partir de ahora. Su discurso triunfal, mucho más moderado que su estilo de campaña, podría ser un indicio clave de que la gente alrededor de Milei está comenzando a obrar. Gente como el expresidente Mauricio Macri, que tampoco es el rey de la popularidad, pero tiene esa experiencia de la que Milei carece.
Milei deberá también pagar los favores recibidos a Patricia Bullrich, sin cuyo respaldo le habría sido mucho más difícil alcanzar el poder. Sin embargo, el carácter inestable de Milei, y la gente que tiene su oído, como su hermana Karina, pueden convertirse en dolores de cabeza para el gobierno que asume el 10 de diciembre, que además debe lidiar con un Congreso en el que no tiene mayoría.
Moderación será una palabra que seguramente se escuchará mucho desde ahora. Si Milei logra moderarse, ser más conocido como el economista que se rodea de un equipo que le aporte aquello de lo que él carece y menos como el hombre que habla con su perro muerto y apuesta por la libre venta de órganos, Argentina saldrá ganando.
Falta ver qué pasa con propuestas como la dolarización, o los recortes de gasto público que pretende lograr “reduciendo el gobierno”. La gente que votó por él lo hizo más con el estómago que con la cabeza. Y ese mismo estómago exige respuestas rápidas. De lo contrario, la luna de miel de Milei con los argentinos terminará pronto y los ciudadanos podrían terminar despertando de un mal sueño a una pesadilla mucho peor.
No es el único desafío de Milei. Aunque el peronismo parezca herido de muerte, más de 44% votó por Sergio Massa. Se trata de un porcentaje importante de argentinos a quienes Milei no sólo no convence, sino que les causa temor. Por más anticasta que sea, Milei también gobernará para ellos y su llamado a la unidad no puede quedar en palabras.
El triunfo de Milei también significa un freno a la izquierda que se extiende por América Latina. De entrada, el colombiano Gustavo Petro ya le expresó su rechazo. Falta por ver lo que pasará con Brasil y con el propio México, que ven frustrado su sueño de una Latinoamérica tirada a la izquierda, haciendo frente común.