Madrid
En el 70 aniversario de su muerte, el 30 de enero de 1948, la amabilidad de su sonrisa convierte a Mohandas Gandhi en una foto ideal para un póster. Sin embargo, los conocedores de su legado defienden que su sistema de pensamiento conserva un fondo provocativo, incómodo y capaz de impulsar cambios trascendentes en el siglo XXI.
“Pienso que el legado de Gandhi no se ha comprendido a fondo. Tiene mucha vigencia, pero prima una lectura superficial. Para Occidente, la esencia de su pensamiento sigue siendo una amenaza”, explica Artur Domingo i Barnils, quien es historiador y uno de los grandes expertos en la figura del activista.
En octubre de 2017 participó en Wardha (India) en unas jornadas internacionales sobre la figura del líder indio. El título de sus ponencia fue Promover el legado de Gandhi en el siglo XXI. Un punto de vista europeo.
La repercusión del pensamiento de Gandhi es hoy especialmente visible en India, donde diversos movimientos sociales reivindican su figura. “Pero no es el único lugar. Por ejemplo, en esas jornadas de octubre había un grupo de jóvenes mexicanos que, desde la simpatía por el zapatismo, habían reflexionado sobre la no violencia como camino para lograr una transformación social”, explica Domingo a EL UNIVERSAL desde su domicilio en Girona.
Dentro de Europa, Domingo resalta su tierra, Cataluña, como uno de los escenarios en los que la conversación sobre Gandhi y sus métodos de desobediencia civil no violenta (el Satyagraha) han logrado mayor alcance, en el contexto de disputa entre el gobierno español y los independentistas catalanes.
“En Cataluña encontramos grupos sociales que apoyan activamente la desobediencia civil no violenta, mientras que hace 20 años, en un contexto mundial muy diferente, podrían haber sido tentados por métodos de reivindicación más violentos. Ahora han entendido que una transformación social en Europa no puede llegar por la fuerza”, explica.
Domingo no es partidario de poner a Gandhi “en un altar”; más bien de situarlo en el contexto de su tiempo y analizar qué aspectos de su filosofía son aplicables hoy. Destaca esta concepción “profunda” de la no violencia, no sólo como táctica sino como pretensión de crear una crisis en el adversario y transformarlo; el componente social de sus planteamientos; y la defensa del diálogo entre culturas y religiones.
Pero algunos elementos también convierten a Gandhi en un plato de difícil gusto en nuestras sociedades.
El punto de su filosofía “que cuesta más entender”, a ojos del estudiosos español, es la idea de que la transformación individual y la social vayan aparejadas. Esto ha llevado a la mala interpretación de sus planteamientos que formulan las corrientes new age, “que aseguran que al cambiar al individuo se transformará el mundo, cuando eso no es así de simple, porque existen estructuras sociales muy potentes”, expone el experto.
En el otro extremo, la espiritualidad gandhiana también ha chocado con los defensores del materialismo histórico, partidarios de cambiar la sociedad para perfeccionar al individuo, y que han visto en el pensamiento de Gandhi un misticismo pasivo. Domingo anima a distinguir el polvo de la paja, y avisa de que “visitan el memorial de Gandhi muchos políticos que poco tienen que ver con sus ideas de promoción de la justicia social. Hay una cierta hipocresía, porque se puede utilizar a Gandhi pero, si rascas, sus planteamientos son incómodos”.
Destaca por encima de todo un elemento de la filosofía gandhiana que lo convierte en una figura inasumible para el statu quo. Se trata de su concepción de que el dinero debe estar al servicio de la comunidad y la ética. “Esto coloca a Gandhi como una influencia para movimientos como el ecologismo alemán impulsado en los años 80”, explica el experto, quien cree que la línea gandhiana de control de las ansias desarrollistas tiene una prolongación en corrientes con proyección actual, como el movimiento anticrecimiento.