El reencuentro entre los príncipes Guillermo y Enrique f ue este sábado uno de los grandes focos de atención para millones de espectadores que siguieron por televisión la celebración del funeral del abuelo de los dos hermanos, el duque de Edimburgo .
La muerte el pasado día 9 a los 99 años del consorte de la reina Isabel II provocó el regreso al país del hijo menor de Carlos de Inglaterra y la malograda lady Di, por primera vez tras la emisión de la explosiva entrevista que concedió en EU junto a su esposa, Meghan.
En ese espacio de máxima audiencia, la pareja dejó sorprendentes y controvertidos comentarios en los que la Casa Real británica no quedaba en buen lugar.
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La última vez que se vio juntos en público a los dos hijos del heredero al trono británico fue hace un año, justo antes de la marcha definitiva al otro lado del Atlántico de los duques de Sussex. Entonces, ambos acudieron con semblante sombrío a un acto de la Commonwealth en la Abadía de Westminster.
Al final del sepelio hoy, las cámaras captaron a los hermanos conversando en el camino de vuelta al castillo de Windsor. El mayor, Guillermo, parecía llevar la voz cantante, mientras Enrique escuchaba cabizbajo, cubierto todavía por una mascarilla.
Al lado de los dos caminaba la duquesa de Cambridge, Catalina. Su cuñada Meghan, de cuyas desavenencias se han escrito litros y litros de tinta, se quedó en Estados Unidos por consejo médico debido a su avanzado estado de gestación.
Según el diario "Daily Telegraph", Guillermo, de 38 años, ya habló por teléfono con Enrique, de 36, a su llegada al Reino Unido el pasado domingo, si bien hasta hoy no habrían podido encontrarse en persona, pues Enrique ha tenido que guardar la obligatoria cuarentena en Frogmore Cottage, su antiguo hogar en Windsor.
Fuentes citadas por ese diario insistían en que ambos dejaron hoy al margen sus diferencias: "Todo el foco está centrado en la reina. No hay excepciones. Una familia unida".
Pero resulta difícil obviar las revelaciones desprendidas de esa entrevista. En ella, los Sussex relevaron que un miembro de la familia real británica -cuyo nombre sigue siendo una incógnita, aunque quedaron dispensados la reina y el difunto príncipe Felipe-, había especulado con el color de piel que tendría Archie, su primer hijo.
Una declaración interpretada como una durísima acusación de racismo contra la institución, y desmentida por Guillermo.
Enrique también admitió que se sintió defraudado por su padre, quien durante una temporada ni le respondía a sus llamadas y opinó que hermano estaba "atrapado" en los engranajes monárquicos.
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Esa comparecencia televisiva supuso un fortísimo golpe en la relación -antaño muy cercana- que mantienen los hermanos.
El distanciamiento comenzó cuando los duques de Sussex anunciaron en 2020 que abandonarían sus funciones oficiales como miembros de la realeza para perseguir una vida independiente fuera de este país.
Muchos volvieron a ver hoy esa supuesta tensión al observar a los dos príncipes caminar separados durante el cortejo fúnebre tras el Land Rover que transportaba el féretro de su abuelo, el duque de Edimburgo. Entre ambos se colocó, como estipuló el protocolo, su primo Peter Philips, hijo de la princesa Ana y del capitán Mike Philips.
Tampoco se sentaron juntos -sino en hileras de butacas opuestas- durante el servicio oficiado en la capilla gótica de San Jorge, adyacente al castillo de Windsor, en la que apenas estuvieron presentes 30 invitados, los familiares más cercanos y algún allegado, a causa de la pandemia.
El palacio de Buckingham rehusó ofrecer una explicación para justificar el orden dispuesto en el cortejo y un portavoz indicó que simplemente no hacen comentarios "sobre percepciones de dramas".
Los influyentes medios británicos se preguntaban hoy si el reencuentro entre ambos hermanos, generado por un hecho luctuoso como la muerte de su abuelo, podrá derivar finalmente en una reconociliación.
maot