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Francia: protesta de chalecos amarillos pierde impulso

Participan 66 mil personas en todo el país; reportan incidentes menores y 168 detenidos

Algunos chalecos amarillos formaron una pirámide humana durante su protesta de ayer en París contra el gobierno y el costo de la vida en Francia. (CHRISTOPHE ARCHAMBAULT. AFP)
16/12/2018 |03:00
Redacción El Universal
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París.— Un mes después del inicio de su movimiento, la manifestación de los chalecos amarillos se redujo claramente ayer en las calles de Francia, con unos 66 mil participantes en todo el país, la mitad respecto a una semana atrás, con tan sólo algunos brotes de violencia.

Este quinto sábado de movilización era una prueba decisiva para el presidente francés Emmanuel Macron, muy vilipendiado en las manifestaciones, quien había lanzado un llamamiento a la “tranquilidad”, tras anunciar una serie de medidas de corte social y económico, como un aumento de 100 euros del salario mínimo.

La crisis de los chalecos amarillos —nombre que alude a la prenda de seguridad obligatoria para los conductores de vehículos— amenazaba con descontrolarse para el gobierno. Tras los anuncios del propio Macron en un solemne discurso a la nación, el ambiente ayer fue más pacífico.

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Los incidentes fueron menores, de cierta importancia en ciudades de provincias como Burdeos, donde hubo lanzamientos de adoquines contra la policía, pero mucho menos dramáticos en París, donde los comerciantes y los edificios oficiales han sufrido durante cinco sábados consecutivos la ira de manifestantes y vándalos.

En total hubo 168 detenidos, de los que 115 quedaron bajo custodia. En París salieron a las calles unos 4 mil manifestantes, menos de la mitad que hace siete días. La policía movilizó a 8 mil agentes y 14 vehículos blindados, y 69 mil en todo el país.

Los gases lacrimógenos volvieron a ser utilizados, pero la policía parisina consiguió poco a poco arrinconar a los últimos manifestantes en los Campos Elíseos, escenario de graves incidentes en convocatorias pasadas. La lluvia helada y el frío contribuyeron a calmar los ánimos. “Es un poco un fracaso, porque el Estado nos impide manifestarnos adecuadamente”, declaró a la AFP Marie, de 35 años, una empleada a domicilio. “Estamos algo desmoralizados, pero el movimiento no acabará aquí”, aseguró Francis Nicolas, de 49 años, en la ciudad de Lyon.

Sin embargo, los bloqueos en carreteras siguieron. El viernes, un conductor murió al chocar contra un camión detenido ante un corte de carretera de los chalecos amarillos, en Erquelinnes, comuna belga fronteriza. Las protestas han dejado hasta el momento siete muertos.

En Twitter, el ministro de Interior, Christophe Castaner, reclamó ayer al terminar la movilización que se “liberen” las rotondas en el país que desde hace semanas están ocupadas día y noche por los chalecos amarillos. A diferencia de hace una semana, esta vez permanecieron abiertas muchas atracciones turísticas en París, entre ellas el famoso Museo del Louvre y la Torre Eiffel.

Según el gobierno francés, los bloqueos y protestas han repercutido negativamente en el crecimiento económico del país. El banco central de Francia redujo a la mitad, de 0.4% a 0.2%, su previsión de crecimiento para el último trimestre de 2018.

En Burdeos (suroeste), en donde 4 mil 500 personas se manifestaron, se registraron choques con la policía, lo mismo sucedió en Saint-Etienne (centro), así como en Toulouse (sur), Nantes (oeste), Besançon (este), Nancy (este) o Lyon (sureste).

“Hoy, nuestro país necesita calma y necesita orden”, había declarado el viernes en Bruselas el presidente Macron. Sus anuncios del alza al salario mínimo, o la anulación de un impuesto para las pensiones más modestas, fueron recibidas de forma diversa por los chalecos amarillos. Igual ocurrió con los llamados “a la responsabilidad” después del atentado de Estrasburgo el pasado martes, que dejó cuatro muertos y atizó el miedo a nuevos ataques.

Sin embargo, varios miembros del colectivo empiezan a pedir calma. Algunos chalecos amarillos decidieron desvincularse del llamado “canal histórico”, que juzgan demasiado radical, y pidieron una “tregua” porque, dijeron, “ha llegado la hora del diálogo”.

“Quizá el movimiento pierda fuerza en las calles, pero no perderá fuerza en nuestras cabezas”, aseguró ayer Lorenzo Gennaro, de 34 años, integrante de los 150 chalecos amarillos congregados, sin incidentes, en Grenoble (sureste).

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