Madrid.— El presidente Emmanuel Macron ha soliviantado al mundo islámico por su férrea defensa de la libertad de expresión con motivo de su apoyo a las caricaturas de Mahoma, que se siguen publicando en Francia a pesar del malestar que están generando entre los seguidores del profeta.
Varios gobernantes musulmanes censuraron enérgicamente la actitud permisiva de Macron hacia las referencias a Mahoma en clave de humor, mientras que los yihadistas aprovechaban el clima de indignación creado entre los devotos de La Meca para reanudar sus acciones terroristas en suelo francés.
A mediados de octubre, el profesor Samuel Paty moría degollado por un extremista islámico tras haber mostrado en clase a sus alumnos algunas de las viñetas de Mahoma. Una semana después, un hombre armado con un cuchillo entró en la Basílica de Notre Dame de Niza y mató a tres personas, dos mujeres y un hombre, en otra acción violenta ligada al yihadismo.
Por esas mismas fechas, un individuo fue abatido por la policía tras amenazar con un arma a los viandantes en la ciudad de Aviñón, y otro atacante hirió a una persona en el consulado francés de Yida, en Arabia Saudita.
Ante las arremetidas del terrorismo islámico, que mantiene a Francia en su punto de mira desde hace años, Emmanuel Macron decidió reforzar las fronteras y elevar a su nivel máximo la alerta policial, lo que se suma al estado de emergencia decretado por la crisis sanitaria.
En esta ocasión, fue la revista Charlie Hebdo la que volvió a remover las aguas al caricaturizar por enésima vez al profeta del islam. El debate sobre los límites de la libertad de expresión tuvo un gran impacto internacional, en el que no faltaron los reproches airados de algunos gobernantes, entre ellos el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que promovieron acciones de protesta contra Francia, incluido el sabotaje a sus productos.
En pleno choque diplomático, la revista se limitó a responder a los musulmanes que se sintieron agraviados con nuevas caricaturas de Mahoma, a pesar de que en 2015 el semanario sufrió un cruento ataque yihadista que se saldó con 12 víctimas mortales.
Con ocasión de las últimas alusiones sarcásticas al profeta, se llevaron a cabo marchas multitudinarias de rechazo en varios países islámicos.
Sin embargo, Macron ha dejado claro que no cederá a las intimidaciones y seguirá respaldando las caricaturas y la plena libertad de expresión en el país.
“Debería [Macron] atenuar el discurso. No por debilidad, sino por un sentido político de ser capaz de comprender como presidente al conjunto de los ciudadanos y de ponerse a la cabeza de todos. Macron no es un progresista, es un líder liberal.
“Debería ser firme en sus convicciones, pero firme también en su capacidad de generar vías de entendimiento”, señala a EL UNIVERSAL José María Peredo, catedrático de Comunicación y Política Internacional de la Universidad Europea.
“La defensa de la libertad de expresión siempre procede, porque es un pilar de las democracias liberales, pero quizá debería de ir acompañada de algún matiz de prudencia.
“Las caricaturas que buscan ofender deberían ser conscientes de cuál es la intención de esa ofensa. No puede ser la de vender periódicos, porque la libertad de expresión, como cualquier otra, tiene que estar limitada por la ley o por la responsabilidad profesional”, indica el catedrático.
Sobre la posibilidad de que se incrementen los boicots y los enfrentamientos diplomáticos como consecuencia del ríspido intercambio de pareceres entre Francia y el mundo musulmán, el experto en política internacional considera que el Mediterráneo en su conjunto ha entrado en las disputas geopolíticas, tanto económicas como estratégicas.
La participación de Francia en misiones bélicas contra los integristas musulmanes en Afganistán y la franja africana del Sahel, junto a su controvertido pasado colonial en el norte de África y Medio Oriente, son algunos de los factores que utilizan los yihadistas para justificar sus ataques al país europeo.
“Francia es un objetivo por motivos estratégicos en África, donde los franceses luchan contra el yihadismo y frenan el intento de los grupos radicales y de mercenarios por hacerse con un territorio de base de operaciones. También lo es por cuestiones políticas, porque hay una población musulmana creciente y asentada en Francia que, con la crisis y la pandemia, puede estar más cerca de entrar en procesos de radicalización o de enfrentarse a otros grupos sociales.
“También es un objetivo yihadista por motivos de imagen, ya que Francia es la potencia europea más importante, junto con Alemania, pero con armas nucleares y un liderazgo fuerte de Macron, al que quieren debilitar”, resalta el académico.
La elevada presencia de musulmanes y la falta de integración que se registra en los suburbios de las grandes capitales francesas, sometidos a una continua crisis, podría reforzar el resentimiento de estos sectores hacia el sistema y sus gobernantes, aunque el especialista matiza que esa es una visión propia del yihadismo, así como de algunos grupos sociales.
“No tengo tan claro que en los suburbios de las grandes capitales estén los potenciales criminales. De hecho, pienso que por cada yihadista que sale de un suburbio, hay cientos de miles de ciudadanos que cada vez aspiran, democráticamente, a mejores libertades y más derechos”, asegura el catedrático.
Además de enfrentarse a una posible escalada de boicots y represalias, incluidas las acciones violentas de grupos yihadistas, Francia es uno de los países europeos más afectados por la segunda ola de la pandemia, lo que contribuye a incrementar el desasosiego, ya que la población no estaba preparada para encajar otra cuarentena.
“Vivimos un otoño especialmente difícil, con nuevos traumas, tanto por los atentados [yihadistas] como por el fuerte rebrote de la pandemia.
“Aquí impactó especialmente el asesinato del profesor Paty, por la extrema violencia del atentado y por la simbología que representa, que es ni más ni menos que la escuela de la República”, asegura por su parte el periodista francés Benoit Hervieu.
En ese sentido, los atentados contra el profesor y contra la revista Charlie Hebdo, que acabó con toda una generación de caricaturistas, revelan una especificidad francesa.
“Me refiero al laicismo, tema en el que Francia se encuentra bastante sola. Es un concepto difícil de exportar, ya que no es sólo la separación de las iglesias y el Estado, sino también de las religiones y el Estado.
“Somos el país de Europa occidental con mayor población musulmana y ahora muchos profesores no se van a atrever a hablar de las caricaturas en las aulas”, indica Hervieu.
En este contexto, es probable que surja en Francia un tipo de autocensura a nivel político.
“Resulta difícil de explicar que no se trata de una lucha contra el islam, y que las caricaturas de Mahoma no significan discriminar a los musulmanes.
“Eso sí, creo que Macron moderará su discurso por razones diplomáticas”, concluye el periodista galo.