Nueva York.— Estados Unidos se enfrenta a su peor crisis de salud pública en el siglo 21. Más de 107 mil personas fallecieron en este país por sobredosis el pasado año y la cifra ha seguido subiendo en 2022.

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), detrás de 66% de estos fallecimientos está el fentanilo, un opiáceo 50 veces más potente que la heroína, que se está extendiendo a gran velocidad en el mercado clandestino con consecuencias devastadoras. Se le conoce como la droga zombie por el efecto somnoliento que produce en sus consumidores. Sólo dos miligramos de este polvo, que equivalen a 15 granos de sal, pueden ser letales.

Para hacerse una idea de la gravedad del asunto: las pastillas de ‘fentanilo arcoíris’, como se refieren a ellas los investigadores, matan a 200 jóvenes al día en EU. A mediados de septiembre, una estudiante de 15 años murió en un baño de su instituto en Los Ángeles por una sobredosis de fentanilo. Hace semanas, dos jóvenes de 13 y 15 años que residían en Texas perdieron la vida por consumir una dosis extra de este opiáceo. La lista es cada vez más larga y el fentanilo de colores se extiende por 21 de los 50 estados del país.

Concientización

En California, las autoridades están dispuestas a frenar las muertes por esta droga entre los más jóvenes. La ciudad de San Diego, que el año pasado registró 12 muertes accidentales de menores por consumo de fentanilo, ha iniciado una campaña de concienciación directamente en los colegios. Informarán en las aulas acerca de los peligros de este opiáceo sintético y sobre el acceso a naloxona, un medicamento de administración nasal fácil de usar que puede revertir una sobredosis.

La policía no cesa en su lucha por sacar del mercado el fentanilo, pero no está siendo fácil. El pasado 6 de octubre incautaron en Nueva York el envío más grande que habían interceptado hasta ese momento: 15 mil pastillas de fentanilo arcoíris procedentes de México. Venían ocultas dentro de una caja de bloques de Lego. El 12 de octubre se volvió a batir otro triste récord: las autoridades requisaron un lote de 300 mil píldoras de fentanilo de colores.

A los investigadores les preocupa el público más joven porque no es consciente de la potencia de este opiáceo. Muchas veces, los adolescentes ni siquiera saben que la pastilla que están consumiendo contiene fentanilo. Es un componente difícil de identificar y que se camufla fácilmente en otras sustancias. Es precisamente lo que le ocurrió a la última víctima en una fiesta en Los Ángeles (California). La joven tenía sólo 17 años. Su madre, Chrisa Cornejo, aseguraba ante los medios de comunicación que los investigadores apuntaron a que “se trataba de una sobredosis accidental de fentanilo”. El mismo problema está empeorando la situación entre los consumidores adultos.

“A finales de los 80, principios de los 90, solía ser heroína pura lo que se vendía en la calle, pero ahora sólo hay algo de heroína y mucho fentanilo en la mezcla”, explicó a EL UNIVERSAL el doctor Daniel Nelson Suter, asistente profesor de siquiatría en el Instituto de Adicciones en Mount Sinai Morningside-West.

La delgada línea entre placer y muerte

Una mezcla que está matando sin piedad a muchos de los adictos a los opiáceos en este país. El doctor Don J. Des Jarlais, PHD. profesor de Epidemiología, Ciencias Sociales y del Comportamiento en la Universidad de Nueva York, expuso algo clave: “El fentanilo es muy potente y no se necesita mucho fentanilo para sentir el efecto de la droga. Cuando lo mezclan con otras drogas, si no lo mezclan realmente bien, tendrán partes que casi no contienen fentanilo y otras que tendrán mucho, con que te pases una milésima en la mezcla puede ser mortal”.

Kit de detección

Resulta casi imposible identificar el fentanilo cuando se mezcla con otra droga. Por eso, en muchos lugares han comenzado a actuar. En Nueva York la Fundación ASAP ha comenzado una campaña de distribución de kits gratuitos que detectan esta droga para evitar una posible sobredosis. Se trata de una bolsa que contiene unas instrucciones, un tapón contenedor, y una prueba muy similar al que detecta el virus del Covid-19.

“Es muy fácil: en el tapón se pone lo que vamos a consumir”, explicó a este diario Jack Dadle, quien trabaja como camarero en la taquería Viva Birria y es voluntario de la Fundación ASAP. “Metemos esta tira de papel completamente en el líquido y esperamos 2 o 3 minutos. Si aparecen dos líneas en la tira, eso es negativo para fentanilo, no contiene. Si es una línea, contiene fentanilo y yo si fuera la persona lo tiraría inmediatamente”. Jack habla desde la experiencia de haber trabajado varios años en el mundo de la noche y vivir en primera persona los demoledores efectos de esta droga. “Tengo tres amigos que han fallecido por consumir este opiáceo sin saberlo. Es un gran problema para mí y también para la ciudad”.

Viva Birria se encuentra en el centro de la vida nocturna neoyorquina, una ubicación perfecta para distribuir estas pruebas de manera gratuita entre los consumidores. “Estamos rodeados de bares de fiesta y sobre todo el fin de semana viene mucha gente a pedirnos las tiras. Saben que aquí nadie les va a juzgar”. Distribuyen más de 20 kits a la semana.

Una solución que salvaría más de una vida en el barrio de Kensington, a las afueras de la ciudad de Philadelphia. Es el mayor mercado de droga abierto de la Costa Este de EU. Por sus calles deambulan decenas de adictos a los opiáceos tambaleándose de un lado a otro, dando a la zona el sobrenombre del barrio zombie. Una dosis ahí cuesta 5 dólares (casi 100 pesos mexicanos). Un precio bajo porque casi siempre, comentó Kevin Berard, vecino del barrio y trabajador social, “la droga viene adulterada con fentanilo que es muy barato”.

Muchas de las personas que vienen aquí a comprar la mercancía y a consumirla reconocen que no les gusta el fentanilo. “A mí no me sienta bien, me deja como adormilada y por eso no lo compro”, contó Abigail —que prefiere no decir su apellido—. Tiene 38 años y lleva consumiendo drogas desde los 14. Llegó a este barrio en 2013 porque su hermana vive aquí y, como muchos, se quedó atrapada en estas calles. “Esa droga no es buena”. “Yo intento consumir sólo heroína y crack”. Lo que ella no sabe es que posiblemente esté consumiendo fentanilo a diario. Gran parte de la mercancía que llega a las calles está adulterada con esta potente droga. Un enemigo peligroso que se camufla fácilmente y es letal. Mala combinación para la larga batalla que le espera por delante a este país.

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