San José.— La advertencia de Estados Unidos fue contundente: Ecuador y Colombia se convirtieron en piezas del contrabando internacional del fentanilo, el mortal opiode sintético afianzado en 2023 como la droga de moda y cuyo epicentro del incesante tráfico regional se instaló en México y Guatemala como plataformas de un eslabón que se inicia con los proveedores de precursores químicos en China, India, Turquía y Países Bajos.
La alerta de Washington sobre la expansión del negocio del fentanilo a los dos países sudamericanos despertó las alarmas. Por un lado, Colombia es el principal productor mundial de cocaína, base de más de 230 mil hectáreas de hoja de coca (materia prima del alcaloide), punto neurálgico del contrabando global de drogas a América, Europa, Asia, África y Oceanía, proveedor de marihuana y heroína y pieza clave del blanqueo de dinero obtenido en la narcoactividad. El fentanilo, que como medicamento controlado reduce el dolor, será un elemento que introducirá mayor volatilidad a la hoguera criminal colombiana.
Por el otro, Ecuador se transformó en el siglo XXI en un reflejo conflictivo de un vecindario en llamas, con Perú y Bolivia, en su orden, como segundo y tercer productores mundiales de cocaína y asientos de sembradíos de hoja de coca, como país receptor de parte de la cocaína que se procesa en los laboratorios clandestinos colombianos para reenviar a los cinco continentes y refugio o santuario de las ramificaciones de los cárteles de México y Colombia. El fentanilo insertará más fuego al incendio ecuatoriano y a una nación sumida en su peor crisis de inseguridad, violencia y criminalidad.
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“La penetración del fentanilo va a complicar [el escenario del narcotráfico]. Las grandes estructuras del narcotráfico que tenemos en Ecuador y en América y la subida exponencial de la cosecha de la hoja de coca en Colombia, van a hacer que el fentanilo tome mayor protagonismo”, dijo a EL UNIVERSAL Mauro Vargas, exdirector general de Inteligencia de la Policía Nacional de Ecuador.
Al plantear una comparación con cualquier otra actividad comercial, previó que “habrá que determinar si al narcotráfico le va a ser más rentable comprar fentanilo o hacerlo, antes que mover ese gran aparataje que es el narcotráfico en dinero, inversión y logística”. Si se compara con las cadenas productivas y distributivas de otro estupefaciente, como la cocaína, “el fentanilo es más sencillo y eso sí va a ser un serio problema para lo que se viene en Ecuador y a nivel mundial también”.
Ecuador parecería terreno fértil para el fentanilo, 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más fuerte que la morfina y con Guatemala como punto central de dos procesos cruciales: la importación de precursores químicos de los cuatro orígenes plenamente identificados y el uso de esos ingredientes para producir y exportar a México y luego a EU.
Zonas zombies
Eso, sin contar con que Ecuador, donde hay zonas en las que las víctimas de las adicciones deambulan totalmente atontadas y perdidas, sería una tierra ideal para la propagación del fentanilo.
“Por la heroína mezclada con cemento e insecticida o veneno de ratas, en Ecuador tenemos sitios de zombies por la mezcla pobre. Recién se detecta el fentanilo, pero nosotros, años atrás, cinco, 10 años, sí hemos tenido el problema de las zonas zombies por la mezcla de lo barato entre los adictos más pobres”, adujo.
Las policías antidrogas de Colombia y Ecuador confiscaron en 2023 dosis de fentanilo. Luego de siete meses de investigaciones, Colombia capturó, el 1 de septiembre de este año en Medellín, capital del noroccidental departamento (estado) de Antioquia, a 15 miembros de lo que definió como primera red del narcotráfico de drogas adulteradas con fentanilo y cuyas ventas se ubicaron en alrededores de centros educativos.
Una cadena mafiosa tendría lazos con entregas de la droga en Barranquilla, balneario caribeño y capital del norteño departamento de Atlántico. Una organización criminal de Cali, capital del suroccidental departamento colombiano de Valle del Cauca, fue sorprendida el 14 del mes pasado en labores de mezcla de fentanilo con otros productos.
En agosto de este año, las autoridades colombianas confirmaron dos casos de sobredosis de fentanilo y, a mediados del siguiente mes, la Dirección de Antinarcóticos de la Policía Nacional documentó 146 intoxicaciones con esa sustancia sintética.
El presidente colombiano, Gustavo Petro, anunció el 14 del mes pasado que establecerá que los más distintos centros de fiestas y reuniones sociales en Colombia deberán disponer de puestos médicos y con demás personal sanitario para enfrentarse a las contingencias de salud provocadas por el fentanilo.
“Aquí aparece un tipo de políticas de lucha contra la droga que es la mitigación del daño. Porque no le permitimos a la persona consumir lo que la puede matar”, puntualizó. Sin suministrar detalles acerca de fechas y mecanismos para aplicar esa orden, aclaró que la meta sería proteger o defender a los consumidores más que detener la venta de la mercancía ilegal.
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“Colombia, vista como un país exportador [de cocina], ahora podría ser un país importador de fentanilo. Nuestro aparato de inteligencia es represivo y está acostumbrado a ver cómo se evita que salga, pero no tiene ni idea cómo impedir una entrada”, reconoció.
El propósito sería lanzar un plan de pruebas o de verificación en locales de fiestas y de recreación en general para apercibir acerca de un uso no permitido y, de una manera proactiva o preventiva más que reactiva, conseguir anteponerse al consumo.
“Cualquier muchacho, muchacha, que haya adquirido sustancias pueda tener la posibilidad de entregarlas y se les puedan decir si tiene fentanilo o no”, detalló el gobernante en un mensaje ante el Congreso Internacional contra el Tráfico de Sustancias Químicas en Defensa de la Vida.
Después de admitir de que se ignoran las vías para detener la entrada del fentanilo a Colombia, con más de 50 años de experiencia en atacar la salida de drogas a los mercados internacionales, Petro destacó que la aplicación del opiode podría ser sin que el usuario tenga conocimiento de que una sustancia que adquirió está combinada con fentanilo.
En un encuentro de una coalición global contra drogas sintéticas convocada por EU en el entorno de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, el subsecretario de Asuntos Internacionales de Narcóticos de la Casa Blanca, Todd Robinson, reveló el 19 del mes anterior que su país detectó que Colombia y Ecuador también están participando, junto a México, en la producción o el tráfico de fentanilo al mercado estadounidense.
“México es el principal puerto de entrada” a EU, reconfirmó Robinson. “Pero sabemos que hay otros países que participan en la cadena de suministro, como Colombia y Ecuador. También hay suministradores en Asia. Hay varios puntos que están afectando a EU”, adujo.
EU informó que la “continua epidemia” de sobredosis del opiode mató a unos 110 mil estadounidenses en 2022, prosiguió en 2023 y reforzó el temor de propagación incontrolable.
Para completar el accidentado panorama, Colombia y Ecuador se transformaron, al menos desde octubre de 2019, en expulsores de migrantes irregulares a Centroamérica, México y EU, en una explosiva pócima de migración, narcotráfico, corrupción, inseguridad, violencia y crisis socioeconómica.
Los reportes del gobierno de EU demostraron que el número de colombianos retenidos en los diferentes puestos migratorios estadounidenses aumentó de 13 mil 263 de octubre de 2019 a septiembre de 2021 a 283 mil 945 de octubre de 2021 a agosto de 2023.
Washington también confirmó el éxodo de ecuatorianos por el creciente temor a los fenómenos de inseguridad y penetración de las mafias mexicanas y colombianas del narcotráfico en Ecuador: de 109 mil 966 de octubre de 2019 a septiembre de 2021 a 126 mil 731 de octubre de 2021 a agosto de 2023. Los datos al 30 de septiembre de este año todavía están pendientes.
El coctel droga-violencia-migración quedó evidenciado en ambos países. México impuso, en septiembre de 2021, el requisito de visas a los ecuatorianos y contuvo la oleada de personas de ese país ansiosas de huir de la violencia narcocriminal.