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Bogotá.- La historia de la familia Ranoque-Mucutuy, perteneciente a la comunidad huitoto, cuyos cuatro hijos fueron hallados ayer en la selva colombiana 40 días después de la caída de una avioneta Cessna 2006, revela el drama que vive la población local acosada por los grupos armados ilegales.
Magdalena Mucutuy, de 33 años, era la madre de los cuatro chicos que sobrevivieron al accidente del 1 de mayo: Lesly Mucutuy (13 años), Soleiny Mucutuy (9 años), Tien Noriel Ranoque Mucutuy (4 años) y Cristin Neriman Ranoque Mucutuy (1 año).
En la caída del avión, Magdalena murió, igual que el líder indígena huitoto Herman Mendoza y el piloto Hernando Murcia Morales, cuyos cuerpos fueron rescatados dos semanas después del accidente. Sólo sobrevivieron los cuatro niños.
De acuerdo con un mensaje de condolencias de la OPIAC, Institución indígena que ejerce la representación política y cultural de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana, Magdalena pertenecía a la comunidad Puerto Sábalo, a cuatro horas en lancha de Puerto Santander, Amazonas, y hablaba la lengua huitoto.
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Amenazas
La mujer era esposa de Manuel Ranoque, familiar del gobernador indígena de esa zona y quien había tenido que huir de la comunidad debido a las constantes amenazas que le hacían distintos grupos armados ilegales.
Ranoque fue el primero en emprender el viaje a Bogotá en abril para conseguir un trabajo e ingresos y así poder enviar el dinero para que su esposa e hijos viajaran también hacia la capital colombiana. El 1° de mayo, la mujer y los chicos emprendieron el viaje que resultó el tragedia.
Tras la caída de la avioneta, Ranoque participó activamente en la búsqueda de los niños: “Yo conozco bien la selva”, dijo.
En entrevistas periodísticas el hombre lloraba la muerte de su esposa mientras seguía el rastro a las huellas que sus hijos dejaron en la selva. Entre oraciones, pidió perdón a Dios por sus pecados y, como retribución a la lealtad, clamó por un milagro para encontrarlos con vida entre las extensas montañas de Caquetá y Guaviare.
La última vez que vio a su familia fue el 11 de abril, cuando tuvo que escapar de su pueblo por las fuertes intimidaciones que recibió de las disidencias de las FARC. Para la guerrilla, él resultaba una piedra en el zapato por el liderazgo que tenía en la comunidad Puerto Sábalo-Los Monos.
“A mí me dieron una hora para desaparecer, y fue tanto, que no pude despedirme de mis hijos. En el territorio de donde yo provengo están matando a mucho inocente, líderes y mujeres. La guerrilla ha tomado control”. Su familia no quiso que fuera la siguiente víctima, por lo que lo instó también a abandonar el territorio.
Veinte días después de su salida, el resto de su familia también se montó en la aeronave con destino a San José del Guaviare. Su esposa le prometió que en dos horas se comunicaría nuevamente para darle los pormenores del trayecto: “Yo esperaba la llamada y nunca pudimos tener el contacto”, dijo.
Los medios de comunicación le dieron la trágica noticia. A muy tempranas horas de aquel lunes feriado, los principales portales informaron de la desaparición de la avioneta que, antes de caer, el piloto alcanzó a decir que tenía una aparente falla técnica y se declaró en emergencia: “Mayday, mayday, tengo el motor en mínimas”.
El viernes, Ranoque volvió a Bogotá, finalmente, junto a sus hijos, y también está internado. “Estoy hospitalizado. Llegué enfermo desde la selva. Estoy en el hospital militar en Bogotá. Yo salí directamente con los hijos. Llegué con mucha fiebre, la verdad son 40 días que estuvimos luchando por encontrar a mis hijos”, dijo al diario El Tiempo.
La voz de la abuela
Otra de las protagonistas familiares de la historia es la abuela de los pequeños, María Fátima Valencia.
Las Fuerzas Militares tomaron la decisión de instalar parlantes en varias aeronaves para que se oyera un mensaje grabado por la abuela y que estaba dirigido a sus nietos: “Estén quietos, los están buscando”.
Las palabras hicieron eco en español y en su lengua materna. Una de las grabaciones tenía una única destinataria, la niña de 13 años: “Hija, le agradezco que esté quieta, parada. Si usted escucha a micrófono, hija, esté parada ahí para que ellos la traigan a usted. Si se siente agotada, solo mi Dios lo sabe”, relató la mujer.
La larga espera terminó este 9 de junio. Después de 40 días de estar perdidos en la selva, fueron rescatados con vida los cuatro hermanos que viajaban en la avioneta. “Milagro, milagro, milagro”, fueron las tres palabras utilizadas por los integrantes de las Fuerzas Militares y los indígenas que encontraron con vida a los menores.
Agencias AP, AFP y El Tiempo
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