Las Vegas, Nevada.— Ha sido una semana frenética para la mexicana Astrid Silva. Desde que su historia de migración saltara a la escena pública de Estados Unidos, ella es una figura muy reconocida, parada casi obligada para aquellos que quieran conocer e intercambiar ideas sobre los temas migratorios que afectan al país y al estado de Nevada, principalmente lo relacionado con los jóvenes soñadores como ella.
Silva se encuentra con EL UNIVERSAL en la sucursal Tacos El Gordo de Las Vegas, lugar de la que se declara “embajadora oficiosa” y donde inició su activismo, en la víspera de los caucus de Nevada, que el senador Bernie Sanders ganaría de forma abrumadora gracias a una coalición de jóvenes y comunidad latina.
La actividad política está imparable en la ciudad, tanto que en el momento de la entrevista, la senadora Elizabeth Warren terminaba de pasearse por la taquería, emblema de la comunidad mexicana en Las Vegas y que los aspirantes al voto latino de Nevada visitan para seducirlo —el día anterior había estado allí el exvicepresidente Joe Biden, por ejemplo.
Silva lleva años convertida en el epítome de la figura de los soñadores. Una de las primeras veces que Estados Unidos escuchó su nombre fue de la voz de Barack Obama. Era noviembre de 2014: el entonces presidente presentaba su nuevo programa migratorio para proteger de la deportación a los padres de los dreamers (conocido como DAPA, que más tarde fracasaría en el Tribunal Supremo), y el primer presidente afroestadounidense en la historia de Estados Unidos contó su historia: a los cuatro años cruzó el río en una balsa de la mano de su mamá y con una muñeca bajo el brazo para reunirse con su papá y buscar una nueva vida lejos de su Durango natal.
Dos años después se convertiría en una escudera de la campaña presidencial de Hillary Clinton, tras estar años bajo el ala del entonces senador por Nevada Harry Reid. “2016 fue algo que nunca me hubiera planteado, que no pensé que pasaría”, reconoce, recordando el riesgo que suponía.
“Tuve que cambiar el teléfono porque me hablaban cosas terribles. Pero me decía: voy a aguantar esto porque cuando Hillary [Clinton] gane esto va a ayudarnos a todos”, confiesa, asegurando que sería “muy difícil volver a aguantar eso otra vez”.
El mal trago la hizo separarse de la primera línea. Se tomó un año sabático para trabajar en el bufete de su abogado migratorio, en el que cambió su perspectiva de la situación.
“Entendí que hay muchas más familias, no eran nada más las que estábamos en el foco”, reflexiona.
La llegada de Donald Trump a la presidencia no sólo destrozó sus planes de futuro, sino que inició una época oscura en la que a cada momento hay un obstáculo más para los migrantes. “Esto van a ser años y años de arreglar este sistema, y cómo es que lo vamos a hacer. Pero a la vez también me dije ‘ok, pero tenemos que empezar con algo’”.
Ahora Silva es la directora de su propia organización, Dream Big Nevada, dedicada a la ayuda de la comunidad migrante del estado.
Volver a la arena política, al menos por ahora, se prevé complicad0. “Tendría que ser alguien por quien que yo estuviera cien por ciento dispuesta a enfrentar eso otra vez y enfrentar que mi familia pase miedo otra vez”, resume.
Eso no significa que no se interese por el proceso político, al contrario. Desde hace meses, Silva recibe a todas las campañas demócratas (a excepción de la del filántropo Michael Bloomberg) que se le han acercado. “Saben que yo estoy trabajando directamente con la gente”, reconoce. Lo demuestra durante la plática con EL UNIVERSAL: llama por su nombre al taquero, aconseja a una de las cajeras que la reconoce de la televisión y le pide consejo e información sobre la situación migratoria de su marido.
“Tengo un privilegio muy grande, una responsabilidad grande y no debería ser la única con la que están hablando”, dice, en una mezcla de humildad y responsabilidad.
“Lo que nos hace mucha falta es de que los candidatos nos den esa importancia desde muy temprano”, asegura. Los latinos serán ya este ciclo electoral la minoría con mayor número de votantes. Movilizarlos será clave, por tanto, para una victoria electoral.
“Nuestra comunidad está en una posición donde sabe qué tan importante es, pero también que si no se les está dando una razón por la cual ir a votar o por la cual apoyar a un candidato no lo van a hacer”, avisa a quien la quiera escuchar.
Queda mucho por hacer para entender la idiosincrasia de la comunidad latina. “Muchas veces les falta conocer nuestra cultura”, apunta, algo que se puede paliar sin tratar de cambiar cosas, simplemente aprendiendo a saber “cómo hablar con nuestra comunidad”.
“Quieren hacer a nuestra comunidad igual que otras comunidades con las que trabajan, y es muy diferente”, señala, no sólo por la diversidad de nacionalidades, sino también por los intereses. “A veces es muy fácil meternos a todos en la misma cajita”, se queja, reconociendo que se ha trabajado mucho y a mejor. Como la campaña del senador Bernie Sanders, por ejemplo, enfocada primordialmente en los jóvenes. Sin embargo, no ha habido ningún candidato que haya apostado por todas las sensibilidades y demografías de la comunidad.
Especialmente porque muchos parten de la creencia que el tema migratorio es el único que interesa a la comunidad. Y claro que inmigración es el “tema número uno entre los latinos, eso nadie lo puede negar”, admite, “pero para muchos de esos latinos no es la prioridad.
“Es algo que les importa, y al empujar esa narrativa de que solamente nos importa la inmigración es cuando tienes este tipo de problema. La comunidad se siente ignorada”, reclama por aquellos latinos que priorizan la educación de sus hijos, el seguro de salud o las dificultades de encontrar empleo.
Lo que tiene que cambiar, para Silva, es que los asesores principales de los políticos salgan a la calle, hablen con una comunidad que “les está diciendo qué es lo que se necesita” y así evitar el riesgo de “desconexión”.
Los últimos años han cambiado la estrategia de Silva en su activismo político. Ahora cree que lo que es necesario es “exigir respuestas” y hacer que no se les olviden las necesidades de la comunidad. En el ciclo electoral actual, para la dreamer “fue muy importante desde el principio tener algo que decir sobre qué eran las propuestas de migración”.
Es un diálogo de ida y vuelta. “Estamos en una escena política muy diferente a lo que estábamos en 2016, creo que al igual que nuestra comunidad tiene que desarrollarse y aprender por qué es importante su voto, también personas, los activistas, las personas que estamos haciendo este trabajo, también tenemos que desarrollar más habilidades de cómo interactuar en esta arena de la política”, apunta.
Mientras Las Vegas y el resto del país está en medio de la vorágine electoral, para los dreamers como ella, sin embargo, la fecha que tienen en mente no es ni de lejos la elección presidencial. “No tenemos hasta noviembre”, repite en más de una ocasión.
“Para mí, la decisión de DACA va a venir este verano”, apunta, haciendo referencia al hecho que, antes de finales de junio, el Tribunal Supremo tiene que tomar la decisión sobre si rescinde el programa que la protege de la deportación, tal y como desea el presidente Trump.
“Si nos dicen que DACA se quita en el verano (…), hasta noviembre son casi seis meses. A la inauguración, si es que gana un demócrata, van a ser dos meses más. Si DACA se quita en junio, ¿qué voy a hacer ocho meses sin permiso de trabajo?”, responde.
“Yo sé que noviembre es muy importante, pero a final de cuentas yo no puedo votar”, se resigna.