Hace una semana que le anunciaron oficialmente que su marido había muerto cautivo en Gaza, pero la ira de Tami Metzger, que también fue rehén de Hamas, contra el gobierno israelí no disminuye.
"Si el gobierno hubiera detenido la guerra", dice, su esposo Yoram seguiría vivo.
"Estoy enfadada, no tienen corazón", agrega, refiriéndose a los dirigentes israelíes.
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El ejército de Israel anunció la semana pasada la muerte de cuatro rehenes israelíes retenidos desde el 7 de octubre por el movimiento islamista Hamas en Gaza, entre ellos Yoram Metzger, de 80 años.
Cuando su esposa recibió el domingo a AFP en su vivienda de Kiryat Gat, en el sur de Israel, el fuerte enfado de esta mujer de 79 años contrastaba con la euforia que, la víspera, generó el anuncio de la liberación de cuatro rehenes durante una operación en el centro de la Franja de Gaza.
A ella, esa noticia también la alegró pero aún así no niega el rencor que siente hacia el primer ministro, Benjamin Netanyahu, "quien corrió a hablar con los exrehenes".
"Cuando nosotros salimos, ni una palabra, nadie nos dijo nada", lamenta, aludiendo al momento en el que ella misma fue liberada en el marco de una tregua de una semana entre Israel y Hamas, a finales de noviembre.
El sábado por la noche, en cambio, Netanyahu visitó a los rehenes liberados en el hospital, elogiando en reiteradas ocasiones su regreso y el trabajo realizado por las fuerzas especiales en esa operación.
La misma noche, Ayala Metzger, su hijastra, se manifestó en Tel Aviv, como cada semana, para exigir un acuerdo de liberación de los rehenes y "derrocar al gobierno".
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El 7 de octubre, Tami Metzger fue secuestrada con su esposo en el kibutz Nir Oz durante el ataque de Hamas en el sur de Israel, que comportó la muerte de 1.194 personas, sobre todo civiles, según un recuento basado en datos israelíes.
Durante su asalto, los milicianos islamistas tomaron a 251 rehenes, de los cuales 116 continúan retenidos en Gaza, incluidos 41 que habrían muerto, según el ejército israelí.
En respuesta, Israel lanzó una ofensiva área y terrestre que ya mató al menos a 37.100 personas en Gaza, sobre todo civiles, según el Ministerio de Salud del territorio.
Según cuenta, a Metzger la secuestraron unos palestinos que no iban armados. "Un gazatí abrió [la puerta del baño] y me sacó. Me pidió dinero, pero yo no tenía [...], me agarró de los brazos y me echó fuera", explica.
Luego, dos hombres la trasladaron en moto y la echaron en la parte trasera de una camioneta, con la cara ensangrentada, antes de meterla a la fuerza en un túnel, por donde tuvo que caminar varios kilómetros, según dice.
Durante más de 50 días vivió bajo tierra con otra decena de rehenes, incluido su marido. Arabista, Yoram Metzguer hacía las veces de intérprete con sus raptores.
Tami Metzger recuerda los detalles de su cautiverio: que le daban de comer un poco de pan de pita y un trozo de queso con dos dátiles por la mañana, arroz por la noche; que no había agua caliente para ducharse y que tanto ella como otros rehenes padecían problemas de salud.
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También alude, sonriendo, a los intentos de su esposo por relajar el ambiente, haciendo chistes. Pero, si le preguntan sobre lo que sintió en aquellos largos días, prefiere callar, pudorosa, y no revelar sus sentimientos.
Cuando la liberaron el 28 de noviembre, ni siquiera tuvo tiempo de despedirse de su marido.
"No me dejaron [...] tocarle ni hablarle", explica. "Él me gritaba: 'vete, los niños te esperan', y yo no tenía más opción que irme y nunca más lo volví a ver".
El 3 de junio, cuando el ejército le dijo que tanto su esposo como otros tres rehenes habían muerto, no se sorprendió.
En diciembre, Hamas había difundido un video en el que aparecían su esposo y dos rehenes oriundos del kibutz de Nir Oz, vivos, pidiendo ser liberados.
"Cuando vi ese video, entendí que ya no había esperanza", señala la mujer, refiriéndose al estado en el que se encontraban los tres hombres, visiblemente agotados.
Rodeada de sus tres hijos y de seis nietos, Metzger se acuerda con nostalgia de la vida tranquila que solían llevar antes del 7 de octubre.
Pero ahora, "así están las cosas", concluye, resignada.
kicp