.— “Traidor”, “narcotraficante”, “corrupto”, “amenazas de muerte”, “apetito electoral”… Los explosivos ingredientes atizaron un cruce de ataques de una guerra verbal que estalló en 2021, trascendió a las trifulcas políticas y a los pleitos partidistas y agravó una inestabilidad institucional que provocó una mayor ingobernabilidad en 2022 y 2023.

El conflictivo panorama no correspondió al frecuente intercambio de acusaciones incendiarias que hay entre fuerzas oficialistas y opositoras —casi irreconciliables— en Cuba, Venezuela o Nicaragua en la puja de dictadura o democracia o de socialismo y comunismo con capitalismo.

Cargada de insultos, la jerga correspondió al escenario político de Bolivia, pero tampoco describió los choques oficialismo/oposición, sino que desnudó el enfrentamiento en el gobernante y oficialista Movimiento al Socialismo (MAS).

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El combate se agudizó entre dos de los hombres más poderosos de Bolivia: el presidente Luis Arce, economista, y el expresidente Evo Morales, sindicalista, ambos de izquierda.

Más que combatir a las organizaciones políticas y civiles de la oposición de derecha y centroderecha, el principal adversario al que Arce enfrentó desde que el 8 de noviembre de 2020 asumió su quinquenio le surgió sorpresivamente dentro del MAS y con Morales —su mentor— como su más fuerte rival.

El naipe de la izquierda boliviana podría desarmarse por el público y prolongado encontronazo sin precedente de ambas figuras.

“Hay desconfianza: mucha gente piensa que es una simulación para confundir y que, llegadas las elecciones de 2025, [Morales y Arce] se van a unir”, afirmó Cecilia Requena, ecologista y senadora por Comunidad Ciudadana, principal partido opositor de Bolivia.

“Pero yo pienso que el distanciamiento [de ambos] fue auténtico y muy dañino para el MAS y planteó unas oportunidades para la oposición que, con un MAS unido, son más complejas para 2025”, dijo Requena a EL UNIVERSAL.

“Las declaraciones de unos contra otros llegaron a unos niveles tan fuertes, con acusaciones de protección al narcotráfico y acusaciones constantes de los ‘evistas’ de corrupción”, agregó.

Bolivianos hacen fila para votar, en la Unidad educativa Eduardo Abaro, en la población de Parotani, en octubre de 2020. Foto: Jorge Abrego | EFE
Bolivianos hacen fila para votar, en la Unidad educativa Eduardo Abaro, en la población de Parotani, en octubre de 2020. Foto: Jorge Abrego | EFE

Al enfatizar que “las vanidades están claramente visibles en ambos”, insistió en que “hay una impaciencia y un ego enorme de Morales, particularmente de él. No solamente de él, pero creo que él realmente ha llevado al gobierno a una situación muy difícil”.

“Evo pretende, sin ser presidente, controlar el gobierno, influir muchísimo en el gobierno. Él ha generado esa circunstancia derivada de su vanidad, de su incapacidad de no estar en el poder. Y ese es el caso de personas como Morales: si no tienen el poder están realmente como con una especie de síndrome de abstinencia”, describió.

Tras destacar que “Arce también desarrolló su vanidad”, narró que “algunas encuestas mostraron que Morales tenía mayor aprobación que el presidente. Arce tiene su propia expectativa por la posibilidad de volver a postularse en 2025. No está muy claro, desde el punto de vista legal, si Morales puede postularse en 2025. La pelota está en el aire”.

“Hay que ver si se ponen de acuerdo en una sola candidatura y que el candidato sea uno de ellos o hay una tercera opción. Las diferencias dentro del MAS son irreconciliables. Los egos complican todo. Pero si ellos ven que el peligro de perder el poder es real, quizás resuelvan sus problemas y el desafío de la oposición será muy grande”, admitió.

Arce puede reelegirse por una única vez consecutiva.

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El origen

Las pugnas entre los dos más importantes personajes de la izquierda boliviana comenzaron en 2021. La política de Arce molestó a Morales.

Arce juró al cargo en noviembre de 2020 con advertencias sobre la influencia que soportaría de Morales, como su controversial maestro: sombra lejana sin poder, fantasma omnipresente con poder o silueta incómoda ansiosa de poder.

Morales fue presidente en tres periodos consecutivos, de 2006 a 2019, y Arce, como su ministro de Economía y Finanzas Públicas de 2006 a 2017 y de enero a noviembre de 2019, emergió como cerebro del crecimiento económico de Bolivia en esos 13 años.

Designado con la venia del expresidente en enero de 2020 como candidato del MAS, de mayoría indigenista y productora de hoja de coca, Arce venció en los comicios del 18 de octubre de 2020 a un fragmentado partidismo anti-Morales. Arce surgió como relevo en el conflicto que estalló en Bolivia tras las elecciones de octubre de 2019, en las que Evo Morales se postuló sin éxito para iniciar, en enero de 2020, lo que habría sido su cuarto periodo consecutivo y hasta 2025.

En una convulsión política, militar y policial, Morales aceptó una auditoría que la Organización de Estados Americanos (OEA) reveló el 10 de noviembre para confirmar irregularidades electorales. Morales admitió llamar a nuevos comicios y dimitió ese día, pero luego negó la acusación de fraude y adujo que ganó legalmente y que sufrió un golpe de Estado.

Morales aceptó, el 11 de noviembre de 2019, una oferta de asilo político de México y el 12 viajó a ese país, donde estuvo hasta que el 12 de diciembre se mudó a Argentina a refugiarse e instalar su base para acercarse a Bolivia.

Como senadora en línea de sucesión constitucional, la abogada Jeanine Áñez, opositora al MAS, asumió el 12 de noviembre para finalizar en enero de 2020 el mandato de Morales. El periodo de Áñez se extendió a noviembre de 2020 por la crisis. Arce sucedió a Áñez con la meta de lograr estabilidad institucional y reconciliación en un país con abundante historial de golpes de Estado, asonadas castrenses y gobiernos inconclusos. Pero a las disputas normales entre oficialistas y opositores se sumó Morales… contra Arce.

La refriega saltó de las intrigas en secreto y de las presiones discretas intramuros a la arena política pública y sin tapujos y surgió cuando, en 2021, Arce rechazó la exigencia de Morales y sus seguidores de hacer cambios en el gabinete y sacar a varios de sus integrantes.

El “evismo” denunció que Arce y su vicepresidente, David Choquehuanca, incurrieron en corrupción y protección al narcotráfico y traicionaron al MAS. El presidente y el vicepresidente refutaron los ataques.

El choque alcanzó un punto sin precedente el 27 de junio anterior, cuando legisladores “evistas” y de los partidos opositores aprobaron un voto de censura en contra del ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo. En seguimiento a ese hecho, Arce acató y el 29 destituyó a Del Castillo… pero ese mismo día lo volvió a designar en el mismo puesto, en una afrenta al “evismo” y a la oposición.

En apoyo al presidente, Del Castillo se reinstaló desafiante como ministro y acusó que Morales está “totalmente cambiado” y, en otro fuerte cuestionamiento, alegó que “la revolución” en Bolivia “es más grande que una persona y sus apetitos electorales. El cruce verbal llevó a Morales a alertar que si ocurre un atentado contra su vida será por responsabilidad de Del Castillo.

La colisión al interior del MAS y del gobierno traspasó al factor ideológico con argumentos de que Arce rompió con los principios socialistas y brincó a la acera rival. En un documento del MAS de este mes que suscribió con sus aliados, Morales aconsejó a Arce abandonar las “prácticas neoliberales” expuestas en “las prebendas y el chantaje” del presupuesto nacional y de otros proyectos.

“Los militantes leales de base, están decididos a defender la revolución democrática cultural, frente las arremetidas” de Choquehuanca, Arce y legisladores “traidores que pretenden proscribir al MAS” y “el liderazgo del hermano Evo Morales”, añadió.

Frente a las “diferentes denuncias de corrupción, lamentablemente no se escuchan ni se asumen medidas por el gobierno, mucho menos los encargados del Poder judicial que muestran una total dejadez en transparentar todos estos hechos delincuenciales”, recalcó.

En un intento de mediación y para bajarle intensidad a un espectáculo que golpea a la izquierda, el Partido Comunista de Cuba logró que Arce viajara el primero de este mes a La Habana para coincidir con Evo Morales en la primera semana de julio. El resultado fue que la disputa mermó de tono, aunque tampoco acabó.

“Controlar al narcotráfico”

Para el abogado y diplomático Jaime Aparicio, exembajador de Bolivia en la Organización de Estados Americanos, en el trasfondo de la pelea está el dominio del narcotráfico. Bolivia es el tercer productor mundial de cocaína, Perú es el segundo y Colombia el primero.

“El MAS se apoderó del Estado como pasó [en México] con el PRI [Partido Revolucionario Institucional] o [en Argentina] con el peronismo [por el caudillo Juan Domingo Perón] y está desunido por las ambiciones políticas y las fuentes de financiamiento ilegales, pero unido respecto a conservar el poder”, declaró Aparicio a este diario.

“Arce y Morales compiten por la candidatura [de 2025]. Pelean por controlar los recursos del narcotráfico para financiar su proyecto de poder. Morales también quiere distanciarse de Arce antes de que la crisis económica estalle en manos del gobierno”, aseveró. (Los dos niegan esos cuestionamientos).

Al mencionar que en 2023 en Bolivia se desplomó la exportación de gas, las reservas internacionales cayeron al “mínimo histórico” y las de oro fueron vendidas, anticipó que “Arce será responsable de una crisis económica de gran magnitud”.

“Sin embargo, más allá de peleas coyunturales entre Arce y Morales, hay muchos intereses políticos y económicos que los van a obligar a permanecer unidos… llegado el momento”, pronosticó.

Así, un fuerte argot —“traidor”, “narcotraficante”, “corrupto”— persistió en Bolivia.

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