Evo Morales Ayma
llegó al poder en Bolivia con un objetivo: cambiarlo todo. Primer líder indígena del país, fanático del futbol, fue parte de la ola de dirigentes de izquierda que arrasaron y se adhirió de inmediato al socialismo del siglo XXI que impulsó en Venezuela Hugo Chávez.
Convertido en uno de los presidentes latinoamericanos más longevos, logró mejorar la situación económica y social del que era uno de los países más pobres de la región.
Pero los años al mando hicieron mella en su popularidad, junto con una serie de decisiones que culminaron en el retiro del apoyo de las Fuerzas Armadas y la policía.
Nacido en el Orinoca en 1959, Evo pasó de ser pastor de llamas y entrenador de futbol a líder sindicalista, lo que lo impulsó en la vida política del país. No tuvo educación universitaria, pero él siempre adujo que se formó en la “universidad de la vida” .
Dirigente de las federaciones cocaleras de Cochabamba, hizo de ese su estandarte y se enfrentó en los años 90 al gobierno de Hugo Bánzer , quien quería cortar los cultivos de coca .
Su lucha le granjeó la popularidad no sólo entre los cocaleros, sino entre los indígenas. Y así llegó a ser diputado en 1997. Pero Evo quería más.
Alguna vez contó que siendo niño, soñó que volaba por encima de las tierras en las que nació. Su padre le dijo que ese era un buen augurio: “Evito… te va a ir bien en el futuro”.
Su ascenso parecía imparable. En las presidenciales 2002 logró llegar a la segunda vuelta. No lo consiguió entonces, pero sí en 2005, cuando hizo suya la lucha por la nacionalización de los hidrocarburos y con esa bandera se enfrentó a Carlos Mesa. Ganó con 54% de los votos y asumió en 2006. No sólo era el presidente de Bolivia. También los indígenas lo denominaron “presidente de los pueblos originarios de América Latina ”.
En 2008, un referéndum demostró que la luna de miel continuaba. Evo ganó con más del 60% de los votos. Y en 2009, en elecciones, ratificó su liderazgo. Inició en 2010 un segundo mandato avalado por 64% de los sufragios.
Enemigo jurado de Estados Unidos, al igual que el bloque socialista, la economía se convirtió en la principal de sus victorias, y su legado. Antes de su llegada al poder, 63% de los bolivianos vivía por debajo de la línea de la pobreza (2002). En la actualidad es 35%, acorde con las cifras del Banco Mundial .
Él mismo destacó al anunciar su renuncia que el PIB del país aumentó en 15 años más de 4% y Bolivia se convirtió bajo su mandato en la nación sudamericana de mayor crecimiento.
Construyó carreteras y le apostó también a la salud -el presupuesto aumentó más de 170%-. Son esas las estrellas principales de su administración.
Pero tras ganar para un tercer periodo (2015-2020), su imagen se desgastó. En ese lapso, la izquierda en Latinoamérica se desfiguró: Lula y Dilma cayeron en Brasil; los Kirchner salieron del poder en Argentina, la crisis agobia a Nicolás Maduro en Venezuela y la situación económica en Cuba impide al régimen de Miguel Díaz-Canel ser el actor que antes fue la isla en la región.
“Vamos bien”, insistió Evo.
Pero el referéndum de febrero 2016 para ver si los bolivianos querían mantenerlo en el poder demostró que no todo iba viento en popa. La respuesta fue “No”. Y la de Evo: validar el polémico fallo del Tribunal Constitucional que en 2018 permitió su candidatura, argumentando que no hacerlo violaba sus derechos humanos.
Denuncias de corrupción, de uso de sus influencias, medidas que fueron tachadas de antiambientalistas no sólo por la oposición, sino por los mismos indígenas, terminaron de cavar el hoyo.
Las elecciones del 20 de octubre, lejos de calmar los ánimos, atizaron la polémica, con un recuento parado tras favorecer a Mesa, el rival de Morales, sólo para luego ser retomado, pero ya con Evo aventajando. Y los gritos de fraude no se hicieron esperar.
Ni los logros, ni el venir del pueblo, bastaron a Evo para lograr mantenerse en el cargo al que se aferró y que quizá lo sepultó. Ya sin el apoyo del ejército, o de la policía, el mandatario no tuvo más opción que renunciar.
***Con información de agencias