San José. – La primera ronda de la campaña electoral de Brasil se disputó en los estrados de las concentraciones de plazas públicas, en las redes sociales de internet, en los anuncios propagandísticos en medios impresos, radiofónicos y televisivos, en los debates entre los candidatos presidenciales y en… los púlpitos de las diversas denominaciones religiosas.
Aunque la de 2022 tampoco emergió como la primera contienda política brasileña con involucramiento de sectores religiosos, sí repitió el movimiento que se registró en la de 2018 en un país con una peculiaridad: la comunidad católica de Brasil se consolidó como la mayor del mundo, pero con un crecimiento de la evangélica.
Primero como candidato opositor en las elecciones de 2018, luego como presidente a partir de 2019 y ahora como aspirante a reelegirse, el ultraderechista Jair Bolsonaro se apalancó en sus alianzas con los evangélicos.
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“Bolsonaro ha hecho una alianza con las principales iglesias evangélicas en Brasil y esas iglesias están en este momento haciendo campaña en sus púlpitos y trabajando para elegir a Bolsonaro”, relató el politólogo brasileño Vinicius Do Valle, director del (no estatal) Observatorio Evangélico de Brasil, institución que investiga y analiza los procesos religiosos en esa nación.
“Eso ha acontecido en elecciones anteriores, pero ahora es mayor y mucho más grande. Las principales iglesias evangélicas y sus principales líderes trabajan para elegir a Bolsonaro. Hay un esfuerzo muy grande por ese objetivo”, aseguró Do Valle a EL UNIVERSAL.
“El 30% de la población brasileña es evangélica y el 30% del electorado es evangélico. Es un número significativo. Esas iglesias pueden influenciar los resultados de las elecciones”, añadió.
Con un origen como católico, Bolsonaro se cambió de religión tras casarse en 2007 por lo civil con su actual (y tercera) esposa, la brasileña Michelle de Paula Firmo Reinaldo, estrechamente ligada al protestantismo. En un viaje en 2016 de Bolsonaro a Israel, el derechista brasileño Everaldo Pereira—“Pastor Everaldo”—lo bautizó en el sector israelí del río Jordán y lo convirtió a evangélico.
Los datos
Un censo de 2010 del (estatal) Instituto Brasileño de Geografía e Historia estableció que Brasil, en esa época con 190,7 millones de habitantes, contabilizó 123,2 millones de católicos o 64,6% de la población y 42,2 millones de evangélicos o 22.1%.
Latinobarómetro, agrupación no estatal con sede en Chile que evalúa inclinaciones sociales en América Latina y el Caribe, determinó que a 2017, con 208,4 millones de habitantes, en Brasil había 112,5 millones de católicos, correspondiente a 54%, y 51,9 millones de evangélicos, equivalente a 25%.
El Instituto Datafolha, centro no estatal de investigación de Brasil, reportó que a 2019, con 210,5 millones de habitantes, se reportaron 105,2 millones de católicos—50%—y 65,2 millones de evangélicos—31%—y con 10% o unos 21 millones sin religión.
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En un país con libertad de cultos y en el que los evangélicos evidenciaron una creciente influencia, el resto de la sociedad brasileña la integran judíos, afroamericanos, ateos, agnósticos y de varias creencias.
De los 156,4 millones de electores que podrán acudir mañana a votar en la primera ronda de los comicios generales de Brasil, el 30%—unos 47 millones—se ubicó entre la colectividad protestante, según el Observatorio.
Como capitán en retiro de las Fuerzas Militares de Brasil, Bolsonaro aprovechó el deterioro de la izquierda brasileña desde 2014 por los escándalos de corrupción que golpearon al izquierdista Luis Inácio Lula da Silva, presidente de 2003 a 2010 y líder del Partido de los Trabajadores (PT).
El “radical” Bolsonaro surgió “de una combinación muy compleja de factores”, como las denuncias de corrupción “que generaron gran indignación” con el PT, recordó el académico brasileño Juliano Cortinhas, profesor de relaciones internacionales de la (estatal) Universidad de Brasilia.
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Bolsonaro se favoreció “del conservadurismo religioso representado por movimientos neopentecostales y del liberalismo de las élites económicas brasileñas, extremadamente prejuiciosas e insatisfechas con la reducción de la desigualdad social que se produjo principalmente con Lula”, dijo Cortinhas a este diario.
“Esto, con razón, dio espacio para que los evangélicos neopentecostales suplieran las demandas sociales de la población”, afirmó.
Acusado y sentenciado por corrupción, Lula estuvo en prisión de abril de 2018 a noviembre de 2019 y en 2021 logró anular las condenas en su contra.
Receta
Bolsonaro planeó repetir en 2022 la fórmula religiosa frente a Lula por la que en 2018 capitalizó el voto de los protestantes, pero las encuestas de septiembre anterior reafirmaron a su adversario como favorito para derrotarlo mañana.
“Si en 2018 casi el 70% de los evangélicos votaron a Bolsonaro, contribuyendo a su elección, en las elecciones de 2022 indican que parte de las mujeres evangélicas está migrando votos a Lula”, planteó la científica social brasileña Manuel Löwenthal en un artículo que publicó en la página digital del Observatorio.
“Nuevamente este sector religioso puede ser decisivo para el resultado final de la elección, esta vez para la derrota de Bolsonaro”, agregó, al atribuir el cambio al desencanto con el mandatario por sus políticas económicas y su actitud moral “impropia”.
Bolsonaro siempre rechazó esos y otros cuestionamientos.
Para ganar en primera vuelta se requerirá de más del 50% de los votos totales y así evitar pasar al 30 de este mes a una ronda definitiva entre dos de los 11 candidatos presidenciales que mañana obtengan más votos. Bolsonaro se ató al segundo puesto y lucha por recibir oxígeno en las urnas para impedir que el expresidente supere el umbral del 50% y así prolongar la batalla al último domingo de octubre.
Si Bolsonaro pierde mañana o el 30, Do Valle anticipó tres escenarios políticos claves para Brasil: que las iglesias evangélicas “hagan oposición” a Lula, se adapten a su discurso y se le adhieran o “pasen por una transformación y cambien a sus líderes y a sus pastores”.
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