Bruselas.— Pese a los riesgos que implica su regreso a la Casa Blanca, entre los europeístas hay voces que ven con buenos ojos una victoria de en las presidenciales del próximo 5 de noviembre.

Para algunos expertos, el carácter impredecible de Trump y su comportamiento hostil hacia los que considera rivales y competidores provocará que la Unión Europea (UE) salga de la zona de confort en la que se encuentra para responder a las amenazas anticipadas, como sería la imposición unilateral de aranceles o un acuerdo con el presidente ruso Vladimir Putin que comprometa la integridad territorial de Ucrania.

El terremoto anticipado por un segundo mandato de Trump además obligaría al bloque a hallar al líder que adolece y tanto necesita para empujar la agenda colectiva, paralizada desde hace años por opiniones y prioridades nacionales encontradas.

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La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante una conferencia de prensa en una cumbre
de la Unión Europea en Bruselas, el 17 de octubre pasado. Foto: Geert Vanden Wijngaert / AP
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante una conferencia de prensa en una cumbre de la Unión Europea en Bruselas, el 17 de octubre pasado. Foto: Geert Vanden Wijngaert / AP

Recientes análisis, entre ellos los expuestos por los exprimeros ministro de Italia, Enrico Letta, y Mario Draghi, alertan que la UE está condenada a una “lenta agonía” si no toma las decisiones de gran calado que exigen los desafíos impuestos por un mundo en transición.

Bruselas requiere tomar acciones para mantener la competitividad, reducir el encarecimiento de los precios de los energéticos y desarrollar las capacidades requeridas para afrontar retos geopolíticos generados por guerras, la aparición de múltiples polos de poder y la competencia por recursos naturales cada vez más escasos.

“[Los líderes europeos] saben lo que hay que hacer, pero nadie se lo toma en serio, ni siquiera hay discusión. El declive de Europa será lento si no hay una reacción profunda ante los radicales cambios”, dijo Janis Emmanouilidis, director general adjunto del European Policy Centre (EPC), en un reciente debate celebrado para examinar el denominado reporte Draghi.

Los expertos señalan que Europa no necesita un empujón, sino una auténtica zarandeada, de ahí que Trump sea un mal que eventualmente vendría bien para disipar los nubarrones que ensombrecen el futuro de la Unión Europea.

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“Una de las crisis potenciales que se avecinan son las elecciones en Estados Unidos. De ninguna manera desearía el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, pero quizás sea lo que se necesita para sacar a los gobiernos europeos de su posición de conformidad”, asegura Fabian Zuleeg, jefe Ejecutivo del EPC, centro de estudios especializado en las instituciones europeas.

“Pienso que sería un desastre, pero en este momento la impresión que tengo es que a menos de que algo realmente drástico ocurra, no habrá movimiento significativo”.

El estancamiento que vive Europa ha llegado a generar la idea de que sólo el potencial regreso de Trump movilizaría a los líderes europeos; “la pregunta es, si será así de hacerse una realidad”, señala Jacki Davis, asesora del EPC, think tank con sede en Bruselas.

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A pesar de los diagnósticos sobre lo que se avecina para Europa de seguir en el letargo, hay una enorme resistencia por parte de los gobiernos a emprender cambios. La renuncia a la idea de reformar al club no sólo viene de aquellos que inmediatamente suelen reaccionar en contra de la integración europea, como ocurre en el caso de Hungría y Eslovaquia, bajo los regímenes de Viktor Orbán y Robert Fico.

En la antesala de las votaciones en Estados Unidos, no hay un solo gobierno dispuesto a tomar la iniciativa para cambiar el rumbo del bloque.

Eje franco-alemán, debilitado

El eje francoalemán, tradicionalmente el motor del cambio de la Europa rica, está totalmente desarticulado por el permanente debilitamiento de París y Berlín.

En Alemania, el canciller socialdemócrata Olaf Scholz se ha visto incapaz de frenar el proceso de fragmentación política que imposibilita la toma de decisiones. La extrema derecha es cada vez más fuerte. En las elecciones de septiembre, Alternativa para Alemania se convirtió en la primera fuerza política en Turingia, y quedó en segundo en Sajonia; victorias cruciales a sólo un año de las legislativas de 2025.

“La fragmentación es en todo el sistema político alemán y no desaparecerá en la próxima elección, muy probablemente podría profundizarse aún más. No beneficia al trabajo colectivo [a nivel europeo]”, subraya Zuleeg.

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En Francia, ocurre prácticamente lo mismo. Emmanuel Macron está ocupado en evitar que su legado sea el haberle heredado las llaves del Elíseo a los ultranacionalistas de Agrupación Nacional de Jordan Bardella y Marine Le Pen.

Contrario a lo que arrojaron los resultados de los comicios legislativos de julio, cuando triunfó una coalición de izquierdas, Macron armó un gobierno de centro-derecha con la intención de estabilizar el sistema. Para los críticos, la decisión debilitó aún más su credibilidad, profundizó las divisiones políticas y ha provocado un escenario aún más impredecible rumbo a las presidenciales de 2027.

Zuleeg sostiene que debido a que en este momento no es rentable en las urnas un Ejecutivo con visión europeísta de futuro, es improbable que Macron y su gobierno de centro-derecha cambien antes de las elecciones para “conducir a Europa al lugar a donde debe llegar”. Macron y Scholz sólo actuarán si es en beneficio del debate doméstico.

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Sin sus dos principales pilares, la opción teórica que le quedaría a Europa para remendar el actual vacío de poder sería Donald Tusk, antiguo jefe del Consejo Europeo y primer ministro del quinto país más poblado de la Unión Europea, Polonia.

Sin embargo, Tusk está destinando todo su capital político a preparar el terreno con miras a la próxima batalla política, las elecciones presidenciales de 2025, claves para retirar el control de la oposición sobre su gobierno.

El presidente Andrzej Duda, procedente de las filas populistas y conservadoras del Partido Ley y Justicia, no podrá volver a presentarse luego de dos mandatos, de ahí que todas las decisiones tomadas por Tusk estén dirigidas a la audiencia nacional.

Janis Emmanouilidis afirma que es un hecho que Berlín, París y Varsovia continuarán navegando por aguas políticamente turbulentas, lo que significa que seguirán sin proyectar liderazgo a nivel europeo.

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“¿Pero qué ocurrirá si enfrentamos una nueva crisis en el periodo que resta? ¿Cómo los líderes de París y Berlín reaccionarán ante ello? Es una cuestión que queda abierta y que estará asociada al tipo y la magnitud del desafío potencial”.

El analista insiste en que “si no hay crisis, y lo que necesitamos es un liderazgo estructurado para enfrentar lo diagnosticado en la economía y las relaciones internacionales, me temo que no veremos el fuerte empuje requerido, porque el énfasis está en la dimensión nacional”.

Trump prometió durante la campaña que si es reelecto impondrá un arancel universal de hasta 20% a todos los productos importados del extranjero.

De cumplir la amenaza, existe el riesgo de que las exportaciones de la Unión Europea disminuyan hasta un tercio en algunos sectores, afectando particularmente el rubro de maquinarias, vehículos y productos químicos, según algunas estimaciones. Goldman Sachs calcula que un arancel general de 10% reduciría el PIB de la eurozona en 1%. La Unión Europea tendría que responder con medidas de represalia para protegerse del unilateralismo estadounidense.

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