Bruselas.— Luego de un caluroso verano marcado por alentadoras perspectivas de crecimiento en un contexto en el que la pandemia parecía estar domada, la Unión Europea (UE) afronta unas gélidas navidades a causa del aumento de los precios de los energéticos y un coronavirus que vuelve a encender las alertas en los hospitales.
Los precios colapsaron en junio de 2020 como resultado de la caída de la demanda provocada por los rigurosos confinamientos de los meses anteriores, pero para octubre de 2021, el costo del gas natural rebotó en Europa, aumentando 10 veces su valor, un máximo histórico. El escenario que afronta Europa es de tal magnitud que algunos investigadores, como Thomas Pellerin-Carlin, director del centro de estudios Jacques Delors Energy Centre, comparan la crisis del gas con la del petróleo en 1973, 1979 y 2008, por sus considerables riesgos económicos, políticos y sociales.
El precio de la electricidad ha escalado a su nivel más alto de la última década, superando en septiembre la barrera de los 100 euros por megavatio-hora en muchos mercados. Por ejemplo, en Alemania y España, los precios durante ese mes fueron entre tres y cuatro veces arriba de los observados en 2019 y 2020.
El incremento del costo de los energéticos, aunado a las interrupciones en las cadenas de suministro, ha generado a su vez una espiral inflacionaria, en noviembre fue de 4.9% en la Eurozona, mientras que en países como Hungría llegó a 7.4%, el más alto desde diciembre de 2007, según datos de la Unidad de Análisis Financiero del banco holandés ING. Considerando la gran dependencia de Europa con el exterior, algunos políticos han apuntado sus críticas hacia el despacho del presidente ruso Vladimir Putin, señalándolo como responsable del elevado importe de la energía. El 41% de las importaciones de gas y 27% del crudo vinieron de Rusia en 2019.
Simone Tagliapietra, investigador del think tank especializado en temas económicos, Bruegel, dice a EL UNIVERSAL que los incrementos vistos en la Unión han sido impulsados por una combinación de factores: “La situación es resultado de un problema de balance entre suministro y demanda a nivel global, predominantemente en el rubro del gas”.
Hay gran demanda de gas por el rebote económico luego de los confinamientos del año pasado; así como factores climáticos, el invierno y la primavera fueron fríos, y luego siguió un verano caluroso, lo que significó más demanda de lo habitual.
Simultáneamente emergieron problemas del lado del suministro, consecuencia del aplazamiento de reparaciones de infraestructura por los encierros, particularmente en Noruega.
A su vez, el precio del gas elevó el coste de electricidad en más de 50%, y en combinación con la crisis en la cadena de suministro abonó al repunte de la inflación. “Todo esto podría hacer mella en la recuperación económica”, sostiene Tagliapietra. El también profesor en políticas energéticas y climáticas en la Universita Cattolica del Sacro Cuore y la Universidad Johns Hopkins, sostiene que hay opiniones encontradas sobre el futuro. Comenta que algunas instancias como Banco Central Europeo dicen que es temporal, otras que se prolongará en detrimento de la activación económica.
Lo que sí prevé el estudioso, desde la perspectiva energética, es que el turbulento ambiente que se vive hoy en día progresivamente se aplacará durante la primavera de 2022. Para entonces, estima que la demanda de gas comience a disminuir como resultado del clima, lo que ocasionará un retorno al equilibrio.
“Esto le dará tiempo suficiente a Europa para volver a llenar sus depósitos, que es el problema actual”. En octubre las fuentes europeas de almacenamiento estaban en 75% de su capacidad, cuando el promedio en esas fechas es de 90%. “El precio del gas bajará en la primavera y si bien no volverá a niveles previos, sí serán precios razonables”, agregó Tagliapietra.
Ante la subida excepcional de los combustibles, la Comisión Europea respondió permitiendo a los Estados miembro adoptar medidas fiscales nacionales a corto plazo para ayudar a los hogares y las empresas a superar el invierno. Sin embargo, son acciones de impacto inmediato que no resuelven el problema de fondo, que es la dependencia energética del exterior, la cual ha crecido progresivamente debido al abandono de la energía nuclear y la producción doméstica de carbón, sostiene un estudio del Centre for European Reform, en el que colaboró el director de política exterior Ian Bond.
“Mientras Europa dependa del gas y Gazprom siga siendo el proveedor más grande de Europa, Rusia capitalizará los picos de precios, sin importar cuán diversificadas estén las otras fuentes de suministro de Europa”, indica el informe. El único antídoto frente a la próxima crisis, es acelerar la transición verde, es decir, acortar los plazos de los objetivos trazados en la propuesta energética para reducir las emisiones en al menos 55% de aquí a 2030, el denominado paquete Objetivo 55.
“La mejor solución para evitar situaciones similares en el futuro es promoviendo la eficiencia energética y las fuentes renovables, porque es la única manera de que Europa no siga expuesta a los precios del gas natural. Es la única solución a largo plazo”, apunta Tagliapietra.
Una alternativa, a mediano plazo para mejorar la capacidad de afrontar imprevistos, es la propuesta lanzada por el gobierno español de replicar los esfuerzos de adquisición conjunta de vacunas contra el Covid-19, pero en la compra colectiva de gas, con el fin de crear reservas comunes. Por el momento, la Comisión ha sido cautelosa ante la iniciativa.
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