Bruselas.— A 100 días de su llegada a la Casa Blanca, el presidente Joe Biden no ha decepcionado a los europeos, quienes sienten haber recuperado al socio con el que han construido en conjunto un sistema global basado en reglas.
El balance de lo que va del mandato es positivo, según los observadores de las relaciones transatlánticas reunidos en un foro convocado por el Servicio de Investigación del Parlamento Europeo.
Biden ha puesto reversa al proceso de erosión del sistema multilateral y que estuvo en riesgo de llegar a un punto de no retorno bajo la presencia de Donald Trump, de acuerdo con Roberta Metsola, vicepresidenta de la Eurocámara y miembro de la delegación encargada de las relaciones transatlánticas.
EU además se ha reincorporado al acuerdo climático de París asumiendo el compromiso de reducir 50% las emisiones para 2030 con relación a los niveles de 2005; un nivel similar al de la Unión Europea (UE), que se ha comprometido a recortar 55% las emisiones de carbono en 2030 con relación a los niveles de 1990.
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Biden también refrendó el compromiso con la defensa colectiva, así como con el modelo de integración que representa la UE. Biden tiene previsto reconstruir la alianza celebrando encuentros con los líderes de la UE y la OTAN durante su primera visita al extranjero del 11 al 15 de junio.
En síntesis, según Metsola, ha vuelto a Europa el optimismo “de tener un socio con el que se comparten los mismos valores democráticos”. Sin embargo, pese al buen arranque y la popularidad del mandatario, “no hay margen para aflojar”, coinciden los expertos.
Advierten que los planes de Biden en infraestructura y para la familia, de aproximadamente 2 billones de dólares y 1.8 billones, respectivamente, exigen de un mayor gasto por parte de la UE, más allá de los planes de rescate por la pandemia.
Bruce Stokes, director de la TaskForce Transatlantic del German Marshall Fund (GMF), dice que Europa deberá responder abriendo la cartera para “evitar un crecimiento asimétrico”.
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Jacob Funk Kirkegaard, del Peterson Institute for International Economics (PIIE), fue más específico, el plan de estímulo fiscal de Biden inyectará a la economía europea lo equivalente a 0.5% del PIB. Según las autoridades de EU, el déficit comercial con la UE alcanzó 182 mil millones de dólares en 2020, y en los primeros dos meses del año sumó 32 mil millones. Ante un gobierno que toma con seriedad a la clase media como el de Biden, “existe el potencial de conflicto en materia comercial”, advierte Kirkegaard.
El gasto en defensa es otro contencioso. Los analistas no esperan que baje la presión con respecto al compromiso de destinar 2% del PIB en las fuerzas armadas. Aunque ven la posibilidad de diálogo para redefinir la métrica de la contribución europea. “Será difícil justificar la nueva estructura sobre cómo medir el compromiso de 2%”, dice Frances Burwell, investigadora del Atlantic Council.
En el ámbito climático, a diferencia de Washington, en Bruselas existe el convencimiento de que la mejor herramienta política para abordar el tema es fijar el precio del carbono para alentar a los emisores a reducir su contaminación y volverse más ecológicos. Para evitar una escalada se necesitará de diálogo. También exige buena comunicación el dossier chino. Requeriría de un esfuerzo coordinado, aunque existe el problema de que entre los Estados miembros hay puntos de vista distintos sobre cómo abordar el desafío de Beijing. Además, para Bruselas el asunto no es prioritario como sí lo es del otro lado del Atlántico. Existe el riesgo de que el régimen de Xi Jinping juegue a dos bandas causando división entre los aliados.
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Existe un punto en común, la necesidad de competir conjuntamente frente a China en materia tecnológica. Frances Burwell nota que entre los europeos persiste la preocupación sobre el regreso de un familiar de Trump o una variante de Trump en el futuro. Asegura que Biden es consciente de ello, de ahí sus ambiciosos planes fiscales y de inversión. Burwell afirma que el de infraestructura y el de la familia están dirigidos a tener efectos directos en las personas que se sienten olvidadas por el Estado.