Bruselas
Los desafíos asociados al incremento de los flujos migratorios que tienen por destino la Unión Europea (UE) han dado paso a una nueva estrategia en la gestión de las fronteras exteriores del bloque comunitario. En la Comisión Europea aseguran que se trata de garantizar la seguridad interior, preservar la libertad de circulación en el espacio Schengen, reforzar los controles fronterizos y mejorar los canales para una migración ordenada.
En contraste, para expertos de organizaciones como Amnistía Internacional (AI) el objetivo no es otro más que es hacer realidad el sueño de la Europa fortificada.
La ejecución del proyecto se ha acelerado desde la denominada crisis humanitaria de los refugiados en Europa en 2015. Como resultado, dos nuevas agencias se crearon, la Guardia Costera y Fronteriza Europea y la Agencia de Asilo de la UE, aunque el corazón de la estrategia consiste en la externalización de la crisis migratoria.
La primera fase inició con el acuerdo suscrito con el autocrático régimen del presidente turco Recep Tayyip Erdogan en marzo de 2016. El pacto consistió en devolver en automático a Turquía a todos los migrantes irregulares que llegaran a las islas griegas desde este país. A cambio, Bruselas ofreció al gigante musulmán un cañonazo de 6 mil millones de euros en ayudas.
Desde entonces se ha registrado un constante descenso en el número de personas que cruzan irregularmente el mar Egeo. La media de llegadas diarias ha pasado de 10 mil en un solo día en octubre de 2015 a sólo 75 este año.
Dimitris Avramopoulos, comisario europeo de Migración, Asuntos de Interior y Ciudadanía, afirma que “la Declaración UE-Turquía se ha traducido en resultados concretos positivos” y ha confirmado “el éxito de nuestro enfoque”.
El cierre de la frontera del Mediterráneo oriental provocó el uso de rutas más largas y arriesgadas; trayectos de entre 300 y 500 kilómetros para alcanzar las islas de Lampedusa y Sicilia, saliendo de la costa libia, según la organización humanitaria Proactiva Open Arms. La ONG sostiene que las travesías son realizadas en embarcaciones improvisadas que pueden transportar entre 150 y 170 personas, con combustible sólo para llegar a aguas internacionales. Recorridos de apenas 20 kilómetros pueden durar entre uno y dos días.
El aumento en el número de migrantes que atraviesan el Mediterráneo desde África derivó, en junio pasado, en la aprobación de la segunda fase del plan comunitario diseñado para frenar los flujos migratorios. La etapa, en proceso de definición, consiste esencialmente en exportar el modelo turco a través de la creación de plataformas regionales de desembarque de personas rescatadas en aguas internacionales en países ajenos a la UE, desde Egipto hasta Marruecos.
También se crearían centros de acogida, los cuales servirían de filtro para distinguir entre los migrantes económicos y aquellos que necesitan protección internacional.
La UE pretende que terceros países asuman la responsabilidad de guardacostas ofreciendo apoyo financiero, operativo y logístico. En el caso turco, Ankara consiguió además la promesa de que sería eliminado el requisito de visado para viajar a la UE, así como el compromiso genérico de avanzar en la apertura de capítulos en el proceso de adhesión europea.
Sin embargo, algunos Estados miembros no se han conformado con la estrategia colectiva y han decidido actuar por la libre, poniendo en riesgo la unidad del bloque europeo.
Algunos han apostado por las murallas. Antes de la crisis de 2015, sólo tres países habían erigido vallas en las fronteras exteriores para evitar la llegada de migrantes y refugiados a su territorio: España (2005-2009), Grecia (2012) y Bulgaria (2014). Ahora también han levantado barreras fronterizas, Hungría, Austria y Croacia. A la lista habría que sumar a Macedonia, país candidato a la adhesión.
Otros apuestan por torpedear el rescate en altamar. Italia, bajo el mando del partido de ultraderecha La Liga, ha optado por restringir el acceso a sus puertos a las naves de salvamento que operan en aguas internacionales. El reciente cierre de la ruta a Italia desde Libia ha provocado que el punto de salida sea Marruecos, con destino a España.
La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, sostiene que España ya recibe más migrantes irregulares que Italia: 23 mil 48 frente a 18 mil 645 respectivamente en lo que va del año.
También están los Estados que invocan la protección de la seguridad nacional para reducir los espacios de acogida de migrantes al interior. Por ejemplo, el ultranacionalista premier de Hungría, Viktor Orbán, ha promovido una ley que fija penas de hasta un año de prisión para cualquier organización o voluntario que apoye la migración.
“La raíz de la actual crisis migratoria no es el elevado número de llegadas, sino política y de confianza”, dice Jean-Dominique Giuliani, presidente de la Fundación Robert Schuman, a EL UNIVERSAL.
“Desde 2015 hemos logrado reducir en dos tercios el flujo de refugiados, pero la gente no lo ve, quiere garantías de que somos capaces de controlar la migración y a largo plazo”.