Bruselas.— A pesar de que las alarmas han estado encendidas durante décadas, la Unión Europea (UE) ha sido incapaz de revertir la tendencia que encoge el tamaño de la población comunitaria.
Los reportes demográficos siguen proyectando un escenario adverso que terminará convirtiendo a los ciudadanos comunitarios en una “rareza”.
Está previsto que la cuota de la UE en la población mundial sea de 4.35% en 2057 y de 3.83% en 2100, en comparación con 5.7% actual.
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En 1960 la población de los 27 países miembros del bloque representaba 12%. En contraste, se prevé que la cuota de África en la población global aumente de 9% a 32%.
La Europa rica viene sufriendo desde hace tiempo los efectos de las sociedades modernas, es decir, la gente es cada vez más longeva, 81.3 años en promedio, y las mujeres tienen menos hijos y a edades más avanzadas, una media de 29.7 años de edad.
De acuerdo con la Agencia Europea de Estadísticas (Eurostat), en 1960 nacían alrededor de 6.68 millones de niños al año al interior del bloque, en 2018 sólo 4.68 millones. Durante la pandemia de Covid-19, los nacidos vivos en la UE disminuyeron primero a 4.07 millones en 2020, luego aumentó ligeramente a 4.09 millones en 2021 y al año siguiente volvió a caer a 3.88 millones, un mínimo histórico.
Esto significa que Europa está muy por debajo de la tasa de fecundidad requerida para el reemplazo generacional, fijada en 2.1 de nacidos por mujer.
Ni siquiera los Estados miembros que tienen más hijos alcanzan esa barrera, como es el caso de Francia, Rumanía y Bulgaria, en donde la tasa de fecundidad va de 1.79 a 1.65 hijos por mujer.
En contraste, Malta registra el índice más bajo, 1.08 nacidos por mujer, seguido por España, con 1.16 e Italia, con 1.24. En 2022, la tasa total de fecundidad media en la UE fue de 1.46 nacidos vivos por mujer.
“En los últimos 50 años, las tasas totales de fecundidad de los Estados miembros han ido convergiendo de manera generalizada. En 2022, la diferencia se redujo a sólo 0.7, entre la tasa más alta, Francia, y la más baja, Malta”, indica Eurostat.
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El que la base de la pirámide demográfica sea cada vez más estrecha está alterando drásticamente el perfil de la población de los 27.
En 2001 la edad media de los comunitarios era de 38.4 años, mientras que en 2020 de 43.9 años, es decir, en sólo 19 años se alteró en 5.3 años el perfil del grueso de la población. Los indicadores mantienen la tendencia ascendente, en 2050 la edad media de la UE-27 será de 48.2 años.
Aunque existen diferencias significativas entre los Estados miembros. Chipre es en la actualidad el socio con la edad media más baja, 37.7 años, mientras que Italia y Alemania registran la edad media más elevada, 47.2 y 45.9 años, respectivamente, ambos han registrado aumentos sustanciales desde 1970, de 13.6 y 12 años.
Eurostat prevé que Italia sea el primer socio en alcanzar la edad media de 50 años en 2030, seguido de Portugal en 2035 y Grecia en 2036. En 2050, estima que Italia tendrá la edad media más avanzada del mundo, 51.6 años, seguida por Portugal, con 51.2 años. Para 2070 ambos serán superados por Polonia, en donde la edad media de la población será de 52.6 años.
Si bien Enrico D’Ambrogio, experto del Servicio de Investigación del Parlamento Europeo, asegura que una sociedad que envejece no necesariamente significa una economía en retroceso, puesto que las personas mayores tienen necesidades específicas en términos de vivienda, movilidad y cuidados, rubros que pueden contribuir al crecimiento y el empleo, sí tiene implicaciones en el bienestar, los mercados laborales, la productividad, la deuda pública y la tendencia electoral. Con una tasa de relevo generacional inferior a 1.5 hijos por mujer, la Europa de mañana tendrá un tercio menos de jóvenes activos que la actualidad.
“Es difícil influir en los procesos demográficos a corto plazo, porque evolucionan a largo plazo. Las medidas de adaptación requieren ir más allá de un enfoque sectorial, implican un complejo sistema de interacciones, incluidos los aspectos económicos, sociales, políticos y medioambientales. Esto exige la cooperación entre todos los niveles de gobierno, las empresas y las organizaciones no gubernamentales”, indica el reporte de D’Ambrogio.
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Cambio de enfoque
En los Estados miembros ha habido diversos esfuerzos por tratar de aumentar la fertilidad a nivel nacional. Entre los casos más exitosos se encuentra Suecia, que ha experimentado un aumento de la edad media de la población de sólo 5.1 años, de 35.5 años en 1970 a 40.5 años en la actualidad, con lo cual tiene una de las poblaciones más jóvenes en la UE.
Esto es resultado de la implementación de políticas familiares, sociales, laborales, fiscales y de vivienda en un estado de bienestar generoso, y en un contexto de creciente igualdad de responsabilidades entre hombre y mujer que se ha venido forjando desde la década de los 70.
Un ejemplo claro de la evolución es la paternidad, derecho compartido entre hombre y mujer a partir de 1974. Al año siguiente fue ampliado a siete meses y en 1980 a 12 meses, tres de ellos a una tarifa salarial estándar. En 1989 se extendió hasta 15 meses. Adicionalmente, ambos tienen derecho a un permiso no retribuido con garantía de preservar el empleo, este puede extenderse hasta que el niño cumpla los 18 meses.
Pese a las oportunidades, los beneficios de paternidad, las reformas fiscales y la inversión en personal y cuidado de atención a la infancia, las mujeres suecas tienen únicamente 1.53 hijos.
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“No cabe duda de que la igualdad de género sigue configurando positivamente las estructuras de oportunidades para que mujeres y hombres tengan hijos al tiempo que desarrollan sus carreras profesionales”.
Sin embargo, como muestra la experiencia nórdica, “contrariamente a lo esperado, la mejora de la igualdad de género no parece traducirse directamente en un aumento de las tasas de fertilidad”, escribe Nicole Heikel, investigadora del Max Planck Institute for Demographic Research en un estudio publicado por Population Europe, la red que concentra a los principales centros europeos de estudio sobre demografía.
Probablemente esto explica por qué la respuesta colectiva en curso al problema del envejecimiento de la población no hace énfasis en la fertilidad, sino en generar condiciones laborales equitativas y en prolongar la vida productiva. “Ante el conjunto de los escenarios demográficos de futuro (…) queda claro que el remedio más factible y eficaz a las consecuencias negativas del envejecimiento de la población no es centrarse en una mayor fertilidad ni en más migración, sino en aumentar la participación de la mano de obra”, indica un estudio encabezado por Wolfgang Lutz, experto del International Institute for Applied Systems Analysis (IIASA) y solicitado por la Comisión Europea.
Afirma que esa estrategia es una realidad en Suecia, en donde la tasa de participación laboral de hombres y mujeres de 25 a 64 años es de 89.3%, la media de la UE es de 81.2% y de la OCDE de 78.8%.
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La ampliación de la tasa de participación de la población activa consigue con el tiempo compensar gran parte de las consecuencias económicas negativas previstas por el envejecimiento de la población, indica el documento.
Alargar la vida productiva es otra vertiente de la estrategia europea, aunque no hay consenso sobre cuál debe de ser la edad de jubilación justa. La jubilación a los 65 años ha sido la norma en la UE, pero conforme la Generación E (nacidos entre 1964 y 1980) comienza a reemplazar a los baby boomers (1946 y 1964), la prioridad de la política es animar a los europeos a seguir trabajando más tiempo para garantizar la sostenibilidad de las pensiones y el actual nivel de protección social.
Algunos Estados miembros han decidido retrasar la edad de jubilación, Irlanda hasta los 68 años en 2028 y Alemania hasta los 67 en 2031.
La proporción de las personas de 65 años o más creció en la UE de 16% en 2002 a 21% en 2022, mientras que el grupo de mayores de 80 años prácticamente se duplicó, de 3.5% a 6.1% del total de la población.