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Las iniciativas revolucionarias esbozadas por la Unión Europea (UE) y algunos de sus miembros para afrontar los flujos migratorios siembran dudas sobre su efectividad.
La inquietud llega hasta el despacho del Director para Europa de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Eugenio Ambrosi, quien muestra recelo sobre una estrategia que genera interrogantes legales y busca aislar a Europa de sus responsabilidades humanitarias.
“Estoy realmente preocupado”, admite el funcionario en una conversación con EL UNIVERSAL en la que analiza las variantes del último pacto migratorio colectivo y las medidas unilaterales adoptadas por regímenes hostiles a la migración, como el italiano y el húngaro.
De arranque, está convencido de que la solución de subarrendar la crisis migratoria de la UE a las naciones del Mediterráneo, a través de los llamados “centros controlados” de inmigrantes, y la construcción de plataformas regionales de desembarque está condenada al fracaso.
“La idea de crear centros para procesar los pedidos de asilo en países del norte de África no es una solución viable”, dice.
“Pero sobre todo, no se entiende por qué un país como Túnez, Marruecos, Argelia o Egipto tendría que aceptar hacer lo que los países europeos no quieren hacer”.
Señala que debido a las irregularidades que presentan en materia de derecho migratorio, estos centros se convertirán en lugares donde simplemente se van a detener masivamente a personas que quieren llegar a Europa sin opción a una solución de su problema.
“Es una solución muy simplista y que en términos de opinión pública va a dar la impresión de que se está controlando la situación, pero en realidad se está creando un problema más grande un poco más lejos de la frontera europea”, advierte.
El experto asegura que la respuesta migratoria no debe ser emocional, sino basada en hechos, como es el envejecimiento de la población europea y la necesidad de fuerza laboral externa para mantener el estado de bienestar.
“El tema central no es encontrar una forma de bloquear a las personas en algún lugar que no sea la UE, sino crear las condiciones para que la gente, tanto solicitantes de asilo como aquellos que buscan mejorar sus condiciones de vida, puedan llegar de manera regular. Ese es el tema fundamental y la causa por la cual después se crea un mercado de tráfico”.
“Se habla mucho de canales legales, pero nunca se hace algo efectivo para establecerlos”, señala.
La salida insiste, tampoco está en las estadísticas. “Desde el punto de vista de la gestión de la migración no se puede definir éxito sobre la base de los números, porque una parte importante de la ecuación es el mejoramiento de la condición del migrante, y evidentemente esto no está ocurriendo”.
Afirma que la mayoría de los que no llegan a Europa se están quedado en Libia, donde el nivel de trato es extremadamente bajo.
Sostiene que las llegadas a Europa han disminuido desde 2015, pero ha aumentado el número de personas expuestas a condición de vulnerabilidad y explotación.
En cuanto a políticas de tolerancia cero, como la introducida en Hungría para castigar a aquellos que ayuden a migrantes irregulares; o la aplicada en Italia para impedir la llegada de barcos con personas rescatadas en el Mediterráneo, dijo que son contrarias a las normas internacionales y obstaculizan la convivencia civil.
“El efecto dominó me preocupa, porque ya se ve cierta extensión [de las políticas] y compresión del espacio disponible para el respeto de los derechos humanos”, asegura.