El año económico no empieza con buen pie para el gobierno estadounidense que ha alcanzado su límite de deuda legal (actualmente es de 31.4 billones de dólares). Esto obliga a adoptar “medidas extraordinarias¨ para evitar un impago”.
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Janet Yellen , secretaria del Departamento del Tesoro escribió hace unas semanas una carta a los líderes del Congreso pidiendo que “se actúe rápidamente para proteger la plena confianza y el crédito de Estados Unidos”. Urge que el presidente Joe Biden y el Congreso se pongan de acuerdo antes del 5 de junio (que es la fecha tope hasta la que hay fondos), porque si no los economistas advierten que la situación podría desencadenar una crisis global financiera. A mediano plazo la situación laboral se vería también afectada. Si el gobierno no puede emitir más deuda, tendrá que recortar gastos (por ejemplo, en construcción de carreteras, pago de atención médica, etc), y eso también se traduce en menos puestos de trabajo.
Este país nunca ha tenido que declarase en suspensión de pagos, pero estuvo muy cerca en el 2011. Aunque sea una remota posibilidad, a Estados Unidos, le espera un año financiero complicado que tendrá que capear como pueda. Su más temido fantasma, la inflación, lleva meses sobrevolando la cabeza de la Reserva Federal (Fed), hasta el punto de que ha llevado a Estados Unidos a autoinfligirse una desaceleración económica. Esto significa que el banco central sube los tipos de interés, lo que detiene la economía (hay menos dinero y por tanto menos demanda por comprar productos) y con esa actuación, en principio, se espera que baje la inflación. Es cierto que con esta estrategia la economía se resiente, pero a mediano plazo, en teoría, se consigue detener la inflación.
Como en todas las decisiones importantes, existe un riesgo, explica a EL UNIVERSAL , el profesor de Finanzas en la Escuela de Negocios de la Universidad de Stern en Nueva York, Philipp Schnabl “y es que el Banco Central suba demasiado las tasas de interés y provoque una recesión. Incluso existe el riesgo de que tengamos una recesión y sigamos teniendo una inflación alta, aunque esto parece poco probable”. La Reserva Federal ya ha dicho que no dará tregua a la inflación hasta que sea seguro porque los precios ya se estén enfriando. El pasado 1 de febrero, por octava vez al hilo, subió la tasa de interés en 25 puntos base.
Para el profesor Schnabl, “la pregunta principal este año es si el Banco Central podrá controlar la inflación sin llevar a la economía a una recesión”, en la que, de momento, todavía no estamos sumergidos, dada la “fortaleza del mercado laboral”. Yellen subrayó ese mismo dato para argumentar por qué ve difícil que el país caiga en recesión.
Sin embargo, es un baile difícil de equilibrar, sobre todo teniendo en cuenta que los precios han subido un 6.5% durante el último año, muy por encima del 2% que tenía como objetivo la FED (por no hablar del 9.1% que alcanzó en junio, la inflación más alta registrada en este país en los últimos 40 años) ¿Hasta dónde habría que subir las tasas de interés sin ir demasiado lejos? Es la pregunta clave, pero de muy difícil respuesta. De momento los expertos advierten que deberíamos prepararnos “para una recesión”. Y eso Wall Street también lo ha olido, como mostraron sus pérdidas a finales de enero.
Sin embargo, quienes parecen tenerlo más claro son los millones de inmigrantes establecidos en este país que envían dinero a sus lugares de origen y cuyos visados depende de un trabajo para poder quedarse en Estados Unidos. “El mayor temor para ellos es perder el empleo y el ingreso seguro mensual. Algunos pueden perder visas y tendrían que volver a sus países”, señala a este diario la economista especializada en Finanzas, Alessandra Garrido. En algunos de estos países, la situación no es mejor (por ejemplo, en México la inflación se ubicó en enero en 7.91%, Guatemala terminó el 2022 con un 9.2% interanual y en Venezuela la inflación anual se proyectó en un 305%). “Una economía más lenta definitivamente impacta a aquellos con trabajos por hora y disminuye el envío de remesas a sus países”, añade la economista Alessandra.
Como apunta el profesor Philip S., “la inflación ha sido superior al crecimiento de los salarios durante el último año. Eso significa que los ingresos reales han disminuido y las familias tienen menos dinero para gastar. Por lo tanto, es más difícil para muchos inmigrantes enviar dinero a casa”. Es precisamente la situación que vive Carla S., quien prefiere mantener el anonimato porque trabaja sin documentos legales limpiando varias casas particulares en Manhattan. Es de Honduras, y hasta ahora cada mes enviaba dinero a su madre y su hermana, sobre todo después de que hace 1 mes operaran a la primera de las rodillas y empezara a necesitar cuidados especiales. ¨Antes era suficiente con trabajar en una casa limpiando, iba cada mañana y con eso me llegaba el dinero para vivir mi familia y yo aquí, con el salario de mi marido también, claro, y también para enviarle dinero a mi mamá y mi hermana que se encuentran allá¨, confiesa Carla a EL UNIVERSAL. ¨Ahora todo cuesta más y mi mamá también necesita más dinero porque allí el precio de la vida también ha subido¨.
Los expertos aseguran que los inmigrantes indocumentados que viven en EE. UU. suelen tener un dinero ahorrado para posibles imprevistos porque viven en una crisis constante, pero también es cierto, que una posible recesión les obligaría a tener que aceptar empleos más precarios y trabajar más horas para poder salir adelante. ¨Claro no queda de otra¨, confiesa Carla. ¨Yo he tenido que sumar más casas para trabajar. Por la mañana sigo fija en la que estaba y por la tarde en vez estar con mi nena, pues voy a otras casas a trabajar por horas. ¡Aunque también me pagan menos por hora! ¨. Es el efecto dominó. Nadie se salva.
En medio de este clima de incertidumbre, algunos, como Jerome Powell, presidente de la Fed, prefieren ser cautos y el pasado 21 septiembre aseguró que ¨nadie sabe si este proceso conducirá a una recesión o, de ser así, cuán significativa sería esa recesión¨ (los expertos en economía hablan de recesión cuando se suceden al menos dos trimestres consecutivos negativos). Otros, como Mark Zandi, economista jefe de Moody´s Analytics, le dijo a la cadena CNBC que ¨cuando tienes una inflación alta y la Reserva Federal está aumentando las tasas de interés para sofocar la inflación, eso resulta en una desaceleración o recesión”.
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En general, la mayoría de los expertos aseguran que en los próximos meses viviremos una caída de poder adquisitivo, ligado al aumento del paro (la tasa de desempleo en EE. UU. se sitúa ahora por debajo del 3,5%). El menor consumo de los ciudadanos afectará a su vez a la economía de las empresas e industrias que contratarán menos empleados por falta de demanda. Por su parte, el Fondo Monetario Internacional calcula que cerca de un tercio de la economía mundial va a sufrir dos trimestres consecutivos de contracción este año 2023. Su directora gerente, Kristalina Georgieva, advirtió en una entrevista con la cadena estadounidense CBS, que ¨las tres grandes economías, EE. UU., la Unión Europea y China, se están desacelerando simultáneamente¨. Para el profesor Schnabl, esta ¨es una posibilidad¨, explica a EL UNIVERSAL, ¨aunque destacaría que estas proyecciones son altamente inciertas, podría ser mejor o podría ser peor. Las últimas cifras de inflación han sido bastante alentadoras, pero es demasiado pronto para saberlo. Una gran incógnita es cómo evolucionará la guerra en Ucrania; nadie lo sabe, pero tendrá un gran impacto en el crecimiento económico mundial durante el próximo año¨.
Por su parte, la vicepresidenta de la Fed trae esperanza en sus últimas declaraciones, en las que habla de una economía que da señales de ¨aterrizaje suave¨, lo ¨que implica una desaceleración de la inflación sin grandes pérdidas de empleos¨. Esperemos que el resultado sea positivo y llegue pronto, no olvidemos que el próximo año hay unas elecciones presidenciales que podrían cambiar el ¨juego en todos los niveles.
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