Washington.— La farsa acabó y el mentiroso se quedó ayer sin su escaño en la Cámara de Representantes estadounidense: el republicano George Santos fue expulsado.

Un duro informe de ética sobre su conducta aumentó las preocupaciones de los legisladores sobre Santos, quien se convirtió en apenas el sexto miembro en la historia de la Cámara Baja en ser destituido por sus colegas, y el tercero desde la Guerra Civil.

Cuando quedó claro que la expulsión era un hecho, Santos se echó su abrigo sobre los hombros, estrechó la mano de algunos legisladores de derecha que votaron contra la expulsión, y salió del recinto.

El presidente de la Cámara Baja, el republicano Mike Johnson, llamó al orden e instruyó solemnemente al secretario que informara a la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, que el escaño que era de Santos quedaba vacante.

Santos bajó las escaleras del Capitolio hasta su automóvil, seguido por decenas de reporteros.

Santos le dijo a CNN después de que la Cámara votara a favor de expulsarlo que “se acabó (...) La Cámara habló, ese es su voto. Simplemente sientan un nuevo y peligroso precedente”, añadió. Cuando se le preguntó si todavía se quedaría y usaría privilegios de no miembro porque no está condenado, Santos dijo: “¿Por qué querría quedarme aquí? Al diablo con este lugar”.

También respondió: “¿Saben qué? Como extraoficialmente ya no soy miembro del Congreso, ya no tengo que responder a sus preguntas”.

Ascenso y caída

Santos contó a sus votantes que era nieto de judíos que escaparon del Holocausto e hijo de una sobreviviente de los ataques a las Torres Gemelas para salir electo en el Congreso hace un año, sólo la punta del iceberg de las mentiras y presuntos delitos que provocaron su caída.

Había sobrevivido a dos intentos previos de expulsión por motivos similares, el primero en mayo y el segundo hace apenas cuatro semanas, pero esta vez se había hecho público un informe interno de ética que reveló que además de mentiroso, se embolsó dinero de su campaña para fines personales. Además, construyó su carrera con mentiras.

Sus abuelos no eran judíos que huyeron del Holocausto en Europa, sino que ambos nacieron en Brasil. Su madre no estaba en las Torres Gemelas cuando Al Qaeda las derribó el 11 de septiembre de 2001, ni siquiera estaba en Estados Unidos ese día.

Se descubrió que Santos tenía un caso judicial abierto en Brasil por fraude y que no había estudiado donde decía haberlo hecho, New York University (NYU), o trabajado donde aseguraba, Goldman Sachs y Citigroup en Wall Street.

También que estafó más de 15 mil dólares con cheques sin fondos a criadores de cachorros, que se embolsó unos 3 mil dólares de una campaña de recaudación de fondos para operar al perro de otra persona o que no era verdad que hubiese salvado a 2 mil 500 animales a través de una fundación, como aseguraba. Dijo que había perdido a cuatro empleados en el tiroteo de la discoteca Pulse en Orlando (Florida) de 2016; durante parte de su vida aseguró ser judío y negó haber sido una drag queen en Brasil pese a que salieron a la luz fotos, videos y testimonios. Todo mentiras.

Su llegada al Congreso, donde ha estado menos de un año, fue del todo disruptiva. Los enigmas sobre sus mentiras lo situaron en el escándalo permanente, con periodistas persiguiéndolo en coro por los pasillos casi a diario tratando de arrancar una confesión.

Las cosas se pusieron más feas para Santos cuando en mayo pasado un tribunal federal le imputó 13 delitos por fraude, lavado de activos, robo de fondos públicos, por cobrar ilegalmente 24 mil dólares del fondo de desempleo, entre otros. En octubre fue imputado por más delitos, hasta un total de 23.

Santos negó los cargos, se declaró no culpable y aseguró que lo demostraría en el futuro juicio.

A las mentiras, excentricidades e imputación de Santos se sumó hace dos semanas el informe ético que un comité controlado por los republicanos llevaba meses elaborando y que reveló que el congresista se embolsó al menos 200 mil dólares de fondos de su campaña.

Santos usó ese dinero para pagar tarjetas de crédito, compras en Hermès, Ferragamo o Sephora, una suscripción en la página de contenido para adultos OnlyFans, bótox o viajes varios. Un informe devastador que sirvió para que sus compañeros finalmente decidieran dejarlo caer.

En una rueda de prensa frente al Capitolio, Santos pareció tener asumido que estaba ante sus últimas horas como congresista, de momento: “Tengo 35 años, no significa que sea un adiós para siempre”.

Lo que sigue

Según la ley de Nueva York, la gobernadora Hochul debe convocar a una elección especial dentro de los 10 días siguientes a la vacante del escaño de Santos, y debe celebrarse entre 70 y 80 días después de la convocatoria. “Estoy preparada para asumir la solemne responsabilidad de cubrir la vacante en el tercer distrito de Nueva York”, escribió Hochul en X. “La gente de Long Island no merece menos”. La vacante brinda a los demócratas la oportunidad de cambiar el escaño mientras los partidos luchan por la mayoría en la Cámara Baja en 2024.

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