San José. – Estados Unidos se dispondría a concederle trato diferenciado al , en comparación con el asedio estadounidense sobre los cuestionados regímenes de izquierda de Cuba, Venezuela y Nicaragua y pese a que Washington denunció que los cuatro países violan los derechos humanos, carecen de separación e independencia de poderes y viven en autoritarismo y sin democracia.

Al apoyar a Bukele, la Casa Blanca repetiría parte de su política hacia América Latina y el Caribe desde hace más de 100 años: una cosa son las atrocidades que cometan las dictaduras de izquierda… y otra son las que cometan las de derecha, como las atribuidas a los gobiernos militares derechistas proEU del siglo XX en Cuba, Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Haití, República Dominicana, Bolivia, Perú o Ecuador.

Las relaciones Washington-San Salvador están “en su mejor momento”, proclamó el vicepresidente de El Salvador, Félix Ulloa, el martes anterior, al achacar los choques bilaterales a una “falsa contradicción” que había sido “creada” por una prensa “amarillista” y “facciosa” con “lenguaje difamatorio”, ya que los “desencuentros” fueron “más mediáticos que reales”.

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Ulloa eludió citar que, el 3 de septiembre de 2021 y como jefa de misión de EU en San Salvador, la diplomática estadounidense Jean Manes condenó un fallo de la Sala de lo Constitucional de El Salvador que autorizó la reelección consecutiva de Bukele. Manes anticipó que “un debilitamiento de la independencia judicial es muestra de una democracia en declive en El Salvador, (…) declive (que) daña la relación bilateral de EU y El Salvador”.

El vicepresidente tampoco mencionó que EU insertó en 2021 en sus listas de funcionarios corruptos y antidemócratas de Guatemala, Honduras y El Salvador a un gran número aliados de Bukele en instancias constitucionales, políticas, judiciales, legislativas, gubernamentales, financieras y empresariales salvadoreñas.

Aunque en los siguientes 24 meses persistió en El Salvador el denunciado irrespeto a los derechos humanos y a la separación de poderes, el nexo de ambos países pareció recomponerse. La canciller de El Salvador, Alexandra Hill, se reunió anteayer en la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Nueva York con el subsecretario de Estado de EU para el hemisferio occidental, Brian Nichols.

“A diferencia de las (violaciones a los derechos humanos) en Nicaragua, Cuba y Venezuela, las que ocurren en El Salvador pueden ser metidas debajo la alfombra”, afirmó el abogado, politólogo y exguerrillero izquierdista salvadoreño Benjamín Cuéllar, fundador de Víctimas Demandantes (VIDAS), grupo (no estatal) de San Salvador de derechos humanos.

Al subrayar que “lo que realmente tiene vigencia es aquello que siempre se ha asegurado: EU no tiene amigos sino intereses”, Cuéllar dijo a EL UNIVERSAL que “el cambio del comportamiento de EU en relación con El Salvador del 2020 a la fecha debe analizarse con lupa electoral, de cara (a los comicios presidenciales estadounidenses) en noviembre del 2024”.

“De los tres asuntos prioritarios para la administración del presidente de EU, Joe Biden, en Guatemala, Honduras y El Salvador, Bukele ha logrado algún ‘progreso’ en la emigración irregular de sus compatriotas. Eso sí, sacrificando los otros dos: combate a la corrupción y gobernanza democrática”, aseguró.

“Entre menos gente agarre camino hacia EU más réditos electorales conseguiría Biden. Pesa más eso que la violación de los derechos humanos en El Salvador, en un estado de excepción que ya casi alcanza 18 meses”, recordó.

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El gobierno de EU no contestó ayer consultas de este diario sobre trato diferenciado a Bukele en contraste con Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Tildado desde 2020 de autoritario, a Bukele se le atacó por la implacable campaña de seguridad antipandillas que lanzó desde marzo de 2022 y que le generó acusaciones de torturas, fosas clandestinas, arrestos arbitrarios, desapariciones y otros actos atroces.

Bukele asumió en 2019 y avanzó como favorito para vencer en las urnas en 2024 tras saltarse la traba constitucional de la reelección consecutiva —férreo principio para impedir el sueño de perpetuarse en el poder, como Cuba, Venezuela y Nicaragua— y conseguir vía libre para reelegirse a un segundo quinquenio, de 2024 a 2029.

El gobernante negó ser autoritario, dictador, antidemócrata, violador del orden constitucional y de los derechos humanos, torturador o monopolizador del poder.

Los vínculos El Salvador-EU se deterioraron con celeridad en 2021 luego de que Nuevas Ideas, el partido de Bukele, arrasó en febrero de ese año en comicios legislativos y municipales.

Con mayoría de escaños, Bukele copó desde mayo de ese año los poderes Legislativo, Judicial y Electoral, afianzó su mando sobre las fuerzas militares y policiales y reforzó su mando del Ejecutivo… pese al disgusto de EU.

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En noviembre de 2021, la diplomática Manes dictó una “pausa” en el nexo de Biden con Bukele, denunció que debía salir de El Salvador por “decisiones antidemocráticas” del gobernante y lo fustigó por atacar la libertad de prensa o cesar la lucha anticorrupción. También reclamó que Bukele agudizó su acoso a EU y Biden y condicionó “mejorar” el lazo con Washington a que el presidente se abstenga de esas acciones.

EU “toma sus decisiones” basado en sus “intereses”, por lo defender los derechos humanos y la institucionalidad democrática “se relativiza en función de otros intereses geoestratégicos”, adujo la filósofa salvadoreña Morena Herrera, presidenta de la (no estatal) Asociación de Ciudadanos por la Despenalización del Aborto, de San Salvador.

A consulta de este diario, Herrera subrayó que, con su “alto militarismo”, Bukele podrá alcanzar un “control social fuerte” en narcotráfico y migración irregular de salvadoreños a EU y garantizarle a Biden tener en El Salvador “un aliado fiel, pese a ciertos discursos sobre autonomía e independencia nacional”.

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