Más Información
Detienen a más de 50 policías municipales en Chiapas; son acusados de vínculos con el crimen organizado
Llega Navidad para choferes y repartidores; publican en el DOF decreto para derecho a seguro médico, indemnización y utilidades
Esto es lo que sabemos sobre la huelga de trabajadores de Starbucks en EU; estas son las condiciones por las que luchan
Próximo zar fronterizo de Trump dice que restablecerá la detención familiar de migrantes; “vamos a necesitar instalaciones”
Continúan la fiesta de Navidad en cantinas de la CDMX; "estoy pedísimo, pero a gusto y disfrutando", relatan
En plena Navidad, asesinan a Francisco Bañuelos, subsecretario de ganadería en Zacatecas; Fiscalía investiga los hechos
Washington.— La mayoría conservadora que domina el Tribunal Supremo de Estados Unidos pareció inclinarse ayer a favor del gobierno de Donald Trump y su intento de fulminar el programa DACA que protege de la deportación a más de 660 mil jóvenes indocumentados, la enorme mayoría (más de 80%) mexicanos.
El caso del futuro de DACA es uno de los más importantes de este periodo de sesiones del Supremo. Antes de junio deberá tomar una decisión sobre si la forma en la que Trump quiso acabar con el programa, fulminándolo casi sin preaviso y dejando a decenas de miles de jóvenes sin nada.
Por lo que se vio en la sesión de ayer en el Supremo, en una audiencia que duró 80 minutos, la tendencia es que darán la razón a Trump: los cuatro jueces progresistas se mostraron a favor de mantener el programa por los beneficios que aporta. Los otros, incluido el juez jefe John Roberts, fueron claros en que, a pesar de la “simpatía” por los dreamers, están más cerca de las premisas de Trump.
A pocas horas de iniciar el caso, el presidente, que ha usado a los dreamers como peón político (llegó a proponer un intercambio de DACA por dinero para el muro), tuiteó que algunos de ellos están “lejos de ser unos ángeles” y son unos “criminales”, aunque para aplicar al DACA hay que tener un historial impoluto.
Los jueces conservadores mostraron su escepticismo sobre la legalidad de la orden ejecutiva que el presidente Barack Obama firmó en 2012 para activar el DACA, al unirse a la tesis del gobierno de que puede fulminarlo por ser ilegal.
El procurador general de EU, Noel Francisco, urgió al tribunal que permita al mandatario “finalizar” un programa que, de por sí, era temporal. Lo refutaron los jueces progresistas, especialmente Sonia Sotomayor. La única latina de la bancada acusó a Trump de haber dicho a los jóvenes que con él “estaban seguros y encontraría una forma de mantenerlos aquí. Y, sin embargo, ha hecho esto”. “Esto no es sobre la ley. Es sobre destruir vidas”, sentenció.
Para Trump, ganar en la Corte sería fantástico para poner presión en el Congreso y conseguir una solución para el tema de los dreamers que anotarse como victoria. “Si el Supremo remedia [la situación] con una anulación, habrá un acuerdo con los demócratas para que se queden”, prometió en Twitter.
A pesar de todo, los demandantes del caso salieron esperanzados de una buena resolución para los dreamers. “Mi esperanza es que hoy los jueces, después de haber culminado este evento, vean nuestra humanidad, nuestros valores y las maneras diferentes en las que hemos contribuido a este país al que llamamos nuestro hogar”, dijo Eliana Fernández, una de las demandantes y dreamers que caminó los 400 kilómetros que separan Nueva York y Washington, confiada que “la historia va a estar de nuestro lado y los jueces van a votar a favor de DACA”.
Janet Napolitano, artífice del programa DACA cuando era secretaria de Seguridad Nacional del gobierno de Barack Obama, instó a que los jueces hagan un “análisis de los beneficios que produce DACA, que son sustanciales”. El abogado de los dreamers, Theodor Olson (exprocurador general con el republicano George W. Bush), dijo que estos jóvenes son “los últimos individuos que queremos echar del país”.
Afuera, en las escaleras del Supremo, centenares de dreamers y activistas desafiaron el frío y los indicios de nieve para dar apoyo a los demandantes y repetir a gritos que Estados Unidos es “su hogar” y que “sí, se puede”.