José Villarreal fue uno de los 100 mil soldados de origen mexicano excombatientes en la Guerra de Corea. En su manuscrito Memorias de un mexicano en Corea detalló sus experiencias en ese conflicto bélico.
“Antes de que mi vista falle, antes de que mi mano tiemble, y de que mi memoria me haga dudar, quise escribir estas experiencias para beneficio de aquellos que, sin desearlo, tengan que vivir una experiencia igual, que conste… no se los deseo”, escribió el 23 de junio de 1979 en el libro.
Villarreal, nacido en Los Ángeles, California, se fue a México de niño con sus padres y sus hermanos; sin embargo, después de un tiempo en ese país, decidió regresar a su ciudad natal.
“A mí se me metió el espíritu de aventura y me fui solo a Los Ángeles. Me dijeron que si yo había nacido ahí, tenía la obligación de registrarme al servicio militar. En ese entonces se me hizo fácil. Fui, me registré y después me mandaron a Seattle, donde pasé el entrenamiento básico: aprender a disparar con mortero, con M1, con ametralladora, con bazuca”, cuenta el excombatiente a EL UNIVERSAL.
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“Nos mandaron en barco. Yo estaba alegre, porque pensé que iban a llevar a mi papá y a mi mamá desde México para que me despidieran. Ese día por todos lados los buscaba y nunca los encontré.
“Estaba viendo a los familiares que despedían a sus hijos, entonces una señora me miró y me gritó: ‘¿Y tu familia?’; le respondí que no los trajeron. Ella me dijo: ‘¿Me permites que te dé la bendición?’; le contesté: ‘Por favor, hazlo; muchas gracias’.
“Me dio la bendición y me dijo: ‘Dios te va a ayudar, está contigo. Cuídate’ (…) Cuando llegamos nosotros, los coreanos del sur nos recibieron muy bien, nos agradecían que fuéramos a ayudarles, pero yo desde el momento que llegué estaba seguro de que me iban a matar”, comenta José.
La Guerra de Corea, que tuvo lugar entre el 25 de junio de 1950 y el 27 de julio de 1953, terminó con la vida de más de 3 millones de civiles y casi 15% de la población de Corea del Norte quedó muerta, siendo uno de los conflictos bélicos más sanguinarios de la historia y los primeros episodios de la Guerra Fría.
El pasado 25 de junio se celebraron los 70 años de su inicio.
José vivió momentos difíciles en sus años de servicio, en los cuales pudo compartir con otros compañeros y sus historias. En su manuscrito, él recopiló relatos sobre algunos que también participaron en la Segunda Guerra Mundial.
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Entre ellos, aparece uno de sus colegas al ser retenido por japoneses. Cuando éste fue liberado, pensaba sólo en vengarse, por lo que quiso presentar servicio una vez más en la Guerra de Corea. Otras historias también narran vivencias con latinos incluso en momentos en los que José sufrió castigo por mal comportamiento en las tropas.
“Los soldados de las barracas veían con asombro fuera de ellas, mexicanos y puertorriqueños, igual que Cuba, el coraje reflejado en la cara. Aseguraban que era una injusticia la que se cometía conmigo”, detalla José, en el manuscrito.
De acuerdo con EFE, al menos habían 180 mil soldados de origen hispano y 100 mil de ellos tenían origen mexicano.
Al terminar el conflicto y por ser uno de los sobrevivientes, José regresó a Estados Unidos, donde fue condecorado por su desempeño. Después de regresar, en 1953, continuó en Los Ángeles, luego de recibir su baja del Ejército. En 1960, volvió a México, donde conoció a su esposa y formó su familia.
En la celebración de los 70 años de la guerra, el hombre recibió un reconocimiento por parte de la embajada de Corea, que destacó la realización del manuscrito.
Sobre la pandemia, detalla: “Con esto que está pasando, tengo meses de no salir para no contagiarme. Sería triste que lo que me matara fuera esto [el virus]. Aquí me la paso leyendo el periódico, haciendo sopas de letras, porque tuve la suerte de casarme con la que es mi esposa, y tener hijos, quienes se sienten muy orgullosos de mí”.