El día que John Robin Warren , médico patólogo e investigador australiano cumplía 42 años, exactamente el 11 de junio de 1979, observó bajo el microscopio una línea azul en una muestra de estómago en una biopsia que había sido tomada a un paciente con gastritis crónica .
La curiosidad lo llevó a incrementar el aumento de los lentes para observar con más detenimiento este detalle y su sorpresa fue mayor al evidenciar que dicha línea en realidad era un conjunto de bacilos ( bacterias curvas ) fuertemente pegados a la superficie de los tejidos.
Con esta anécdota, José María Pajares-García y JP Gisbert, en un artículo publicado en la Revista Española de Enfermedades Digestivas, marcan el inicio del descubrimiento de la bacteria que cambió de raíz la historia de las enfermedades más comunes y dañinas del estómago: el helicobacter pylori .
En su relato, agregan que por una motivación científica, Warren -formado en la Universidad de Adelaida-, durante más de año y medio se dio a la tarea de recopilar casos similares en los que estas bacterias acompañaban, singularmente, a los tejidos de estómago inflamados, es decir a las gastrina. Como patólogo sabía que cuando las bacterias están presentes en lugares del organismo donde hay inflamación, estas deben considerarse como la causa primaria de dicha alteración. Pero aquí la cosa era distinta, porque también –para entonces– existía la premisa de que las bacterias no podían mantenerse vivas y mucho menos, crecer y multiplicarse en medio de los ácidos naturales del estómago.
Y en ese contexto, aunque Warren tenía en sus manos la evidencia de que algo fuera de lo normal ocurría, al punto que lo que observaba cambiaba completamente los paradigmas sobre la supervivencia de microorganismos en medios hostiles, nadie le creía, excepto Win – su esposa- , una médica psiquiatra que terminó por convertirse en su principal animadora.
El papel de su pareja fue tan importante, que tiempo después Warren dijo en una entrevista “admiro a mi esposa y le agradezco su ayuda moral, porque siendo madre de 5 hijos y teniendo toda la razón para estar disgustada, su marido había gastado su tiempo y su dinero, buscando inexistentes bacterias”, aunque también admitiera que su esposa tenía todos los elementos para haberlo remitido para que lo trataran sus compañeros psiquiatras.
Su tozudez lo llevó a probar con todas las coloraciones disponibles para identificar bacterias, hasta que logró teñir estos microorganismos de manera tan nítida, que podían diferenciarse de las células humanas entre las que se camuflaban, hasta que por fin un colega suyo, Len Matz, aceptó el hallazgo y lo impulsó a que continuara acumulando información con más pacientes y se sumó a la causa, dando lugar a que concluyeran – con no poco esfuerzo- que dichos bacilos estaban presentes en todas las formas de gastritis , incluida la crónica.
Ya, para 1981, Warren se había convertido en un defensor solitario de sus hallazgos y justo por esa época recibió la visita del médico Barry Marshall, un residente que se estaba especializando en el Real Colegio de Médicos de Australia y que, como parte de su formación, debía realizar un trabajo de investigación, por lo que su jefe le sugirió que se uniera a los trabajos del “desquiciado Warren”, que estaba intentando “convertir la gastritis en una enfermedad infecciosa”.
Con escepticismo, Marshall de 31, años empezó a tomar biopsias de estómagos normales y la satisfacción le llegó cuando comprobó que la tal bacteria no aparecía en las mucosas gástricas que carecían de inflamación y consecuentemente se convirtió en un apasionado de esta investigación, tanto que se vinculó con los microbiólogos más importantes de su país, con el ánimo de encontrar la técnica para poder cultivar la “nueva bacteria” encontrada por Warren.
Como dicho bacilo era parecido al uno ya conocido, el campylobacter, empezaron a tomarlo como base para crear las condiciones en las que se pudiera incubar el bacilo recién conocido, algo que no estuvo exento de frustraciones, hasta que unos meses después –a la vuelta de unas vacaciones–, un técnico de laboratorio encontró que uno de los cultivos de una biopsia que permanecía en una de las vitrinas de calefacción, mostraba unas colonias bacterianas transparentes que al ponerlas bajo el microscopio, resultaron similares a las encontradas por Warren en las llamadas líneas azules de sus tejidos.
Antes de finalizar el 81 y aún sin poderla cultivar de manera efectiva, pero ya con la base teórica de que una bacteria producía la inflamación del estómago, se trató con antibióticos a un paciente de origen ruso que padecía una gastritis severa que mostraba la presencia del, hasta entonces, campylobacter.
El manejo con tetraciclina –que era el antibiótico recomendado para el campylobacter– por 14 días, terminó por eliminar el dolor abdominal y otros síntomas, aunque se reconocía que esta terapéutica no tenía un soporte evidentemente científico. Sin embargo, al realizar endoscopias de control, se observó que la inflamación del estómago había disminuido y las bacterias habían desaparecido .
Después de muchas pruebas que dieron más solidez científica, Warren y Marshall diseñaron un estudio clínico que produjo unos resultados que después de vencer el escepticismo de los editores, fueron aceptados por la revista 'The Lancet', que a su vez acompañó el artículo de una nota editorial elogiosa, destacando la originalidad e importancia del descubrimiento.
La necesidad de probar las cosas en la práctica, llevó, curiosamente, a que Marshall decidiera autoinfectarse con la bacteria, después de comprobar que su estómago estaba normal; cuando desarrolló la gastritis confirmada con biopsias, inició su propio tratamiento con sales de bismuto y metronidazol por 14 días, con los que las molestias desaparecieron y una endoscopia después de un mes mostró desaparición de la inflamación .
Ya con estos datos, los microbiólogos se dieron a la tarea de investigar a profundidad la bacteria y lograron demostrar que el tal campylobacter en realidad no lo era y que más bien presentaba estructuras de un nuevo género: helicobacter.
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En 1989, la comunidad científica le cambió el nombre a la bacteria de Warren y desde entonces se conoce como helicobacter pylori. Pero el asunto no paró ahí, porque si bien esta bacteria se relacionaba directamente con la gastritis y las úlceras, su asociación con el desarrollo del carcinoma gástrico no tardó en llegar al demostrarse por estudios epidemiológicos muy rigurosos, al punto que en 1994, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), una organización subordinada a la Organización Mundial de la Salud (OMS), incluyó al helicobacter pylori, en el grupo 1, carcinógeno definitivo.
Toda esta evolución permitió probar la relación entre la infección por helicobacter pylori, la gastritis, las úlceras duodenal y gástrica, el carcinoma y el linfoma gástrico, al punto que se desarrollaron nuevos medios diagnósticos y terapéuticos que a la par que evolucionan, han salvado muchas vidas.
Hoy se encuentran protocolos definidos y una clara necesidad de erradicar la bacteria del estómago si se encuentra, para evitar complicaciones que pueden terminar con el tumor que causa mayor mortalidad entre hombre y mujeres .
En 2005, el jurado del Instituto Karolinska de Estocolmo, encargado de conceder el Premio Nobel de Medicina, destacó la tenacidad de Warren y Marshall a la hora de cuestionar los dogmas establecidos en torno a la gastritis, las úlceras de estómago y duodeno y el cáncer de estómago y les concedió un galardón que ya nadie cuestionó.
El helicobacter pylori está presente en 50% de todas las personas y no hay ninguna región del planeta que se libre de su presencia. De acuerdo con Ángel Alberto Castro, gastroenterólogo de la Universidad Nacional, esta se transmite de una persona a otra por contacto directo con la saliva, el vómito o los elementos contaminados, lo mismo que a través de alimentos o agua en las que está presente.
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Según el especialista, este microorganismo tiene una afinidad especial por los tejidos gástricos en donde se adapta y se multiplica a pesar del medio ácido, provocando una inflamación que posteriormente se puede transformar en úlceras en algunas personas.
Castro insiste que las personas se infectan desde la infancia y los factores de riesgo están relacionados con las condiciones de vida como el hacinamiento, la ausencia de fuentes confiables de agua limpia, la pobreza y la ausencia de servicios sanitarios y por su puesto compartir con personas que tienen la infección.
La presencia del helicobacter a nivel del estómago se puede complicar porque además de causar hinchazón e irritación en estos tejidos (gastritis), también daña la mucosa protectora del estómago y de la primera parte del intestino (duodeno), lo que permite que los ácidos lesionen los tejidos y producen llagas (úlceras) que se presentan en 1 de cada 10 infectados por el helicobacter.
De igual forma, se ha comprobado que la infección por este microorganismo es un factor de riesgo importante para algunos tipos de cáncer de estómago .
El gastroenterólogo Castro agrega que la mayoría de las personas con helicobacter pylori no presentan síntomas, pero cuando estos aparecen, puede ser en forma de dolor, tipo ardor en la parte alta del abdomen, que puede empeorarse cuando el estómago está vacío, también puede haber nauseas, pérdida de apetito, acumulación de gases e incluso pérdida de peso.
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Aunque las manifestaciones anteriores exigen una valoración por el médico, esta debe ser urgente si el dolor de estómago es persistente, incluso durante las noches, hay deposiciones con sangre o de color negro, lo mismo que vómito con sangre o de color café oscuro.
Por su puesto que ante la sospecha, hay que realizar una endoscopia con toma de biopsias de los sitios lesionados a través de la cual se caracteriza el tipo de lesiones y por su puesto realizar exámenes específicos para detectar la presencia del helicobacter pylori.
Castro dice que de comprobarse su presencia, se debe iniciar un manejo antibiótico muy riguroso que en la mayoría de los casos exige terapias combinadas por tiempos definidos con seguimiento médico, para determinar la evolución.
El Helicobacter pylori una bacteria que en el estómago puede causar gastritis, úlceras y en algunos casos (aproximadamente en el 1 por ciento de las infecciones) cáncer de estómago.
La inmensa mayoría de los cánceres de estómago los produce el H. pylori. Su incidencia y el número de nuevos casos de cáncer de estómago han disminuido en muchas zonas de Europa, pero siguen existiendo zonas de alto riesgo, sobre todo en la Europa del Este y en partes de España, Portugal e Italia.
Fuente: Helicobacter pylori, su descubrimiento e importancia en la medicina. Revista Española de enfermedades digestivas (JM Pajares y JP Gisber).
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