Washington/Doha.— El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, urgió ayer al pueblo de Afganistán a que aproveche la “oportunidad de paz” del acuerdo entre Washington y el Talibán, el cual será firmado este sábado en Doha en presencia del secretario de Estado, Mike Pompeo.
Al cumplirse una semana de reducción de la violencia Talibán, Estados Unidos e insurgentes firmarán un histórico acuerdo de paz que prevé la retirada de la mitad del contingente estadounidense de Afganistán y que allana el camino para el fin de la guerra.
La comunidad internacional ha recibido la noticia con gran entusiasmo y muchas expectativas, si bien algunos se han mostrado cautos puesto que aún falta un acuerdo entre el Talibán y el gobierno afgano, excluido del diálogo con Estados Unidos, en un país que aún funciona con base en las sinergias entre sus muchos grupos tribales.
Observadores y representantes de diferentes países, además de organizaciones internacionales, están invitados a asistir este sábado en la capital catarí a la firma del acuerdo, para el que Estados Unidos y el gobierno afgano pusieron como condición previa una reducción de la violencia.
Trump dijo que el compromiso y la declaración conjunta son “un paso importante para una paz duradera”, que podría liberar a los afganos de la amenaza de Al-Qaeda y del grupo Estado Islámico.
Los últimos siete días han sido la gran prueba de fuego para el grupo fundado por el mulá Omar, cuyo régimen (1996-2001) cayó con la invasión de Estados Unidos, que entonces ardía de ira por la insistencia talibana de no entregar al fundador de la red terrorista Al-Qaeda, Osama bin Laden, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
De esta forma culminan las negociaciones que comenzaron el 12 de octubre de 2018, que han sido guardadas celosamente de los fla- shes y los micrófonos, sólo anunciándose a última hora el inicio y la finalización de cada ronda de diálogo en el golfo Pérsico.
Poco se conoce del texto que se firmará en Doha, pero el representante especial de Estados Unidos para la paz, Zalmay Khalilzad, reveló el pasado septiembre un importante detalle: el pacto prevé la retirada en 135 días de 5 mil de los alrededor de 12 mil efectivos que Washington tiene desplegados en Afganistán. A cambio, el Talibán deberá garantizar que el territorio afgano no sea utilizado para lanzar ataques contra otros países.
Según los insurgentes, el acuerdo supondrá también la liberación de 5 mil de sus prisioneros y la de un millar de miembros de las fuerzas de seguridad afganas.
Sin embargo, no han faltado los obstáculos y los sustos durante el proceso de negociación. El pasado septiembre, el presidente Trump canceló abruptamente los encuentros en respuesta a un atentado en Kabul en el que murió un estadounidense, si bien el proceso se retomó a finales de noviembre tras una visita del dirigente a Afganistán. Aunque la rúbrica del acuerdo es un hito histórico, queda por delante un largo proceso de negociaciones entre el Talibán y el gobierno de Kabul para poder declarar la paz en Afganistán, un país que lleva décadas sumido en conflictos.
El Ejecutivo de Ashraf Ghani llegará a la mesa de diálogo al borde de una crisis política, pues el segundo candidato más votado, Abdullah Abdullah, se ha negado a acatar los resultados. Otro asunto que podría lastrar el proceso entre el gobierno y los insurgentes es la formación del equipo negociador. El gobierno afgano se ha negado a ofrecer detalles sobre sus posibles miembros, pero partidos y políticos del país asiático ya han mostrado sus miedos a que se trate de una delegación escogida de forma unilateral y que no incluya una representación amplia del espectro político.