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Madrid
España se enfrentará este 28 de abril a la jornada electoral más polarizada y reñida de su última etapa democrática. Los comicios desembocarían en un Parlamento fragmentado, porque ningún partido conseguiría en las urnas los votos suficientes para gobernar en solitario, según señalan las encuestas.
La formación que obtenga el mayor número de sufragios, ya sea de izquierdas o de derechas, deberá emplearse a fondo para conseguir establecer alianzas que le permitan implementar los futuros presupuestos y gobernar sin sobresaltos.
El dirigente del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pedro Sánchez, se perfila como el ganador de las elecciones en las que se renovarán los 350 escaños del Congreso, pero según los sondeos el presidente español se quedará lejos de la mayoría absoluta. Sánchez puede jugar varias cartas si resulta victorioso. La opción más viable para sumar votos y llegar a gobernar es la de aliarse con Unidas Podemos, liderada por Pablo Iglesias. Sin embargo, esta formación sufriría un significativo tropiezo electoral, por lo que difícilmente los dos partidos de la izquierda española alcanzarían la mayoría necesaria.
Es probable que a Sánchez también le haga falta el empujón de los partidos independentistas catalanes y vascos, lo que condicionaría la administración socialista, porque los nacionalistas buscarían rentabilizar su apoyo. Los independentistas catalanes ya han advertido que votarán a favor de la investidura presidencial de Sánchez, siempre y cuando el dirigente socialista acepte en la mesa de negociaciones la voluntad de autodeterminación de Cataluña, lo que podría complicar cualquier alianza debido al rechazo del PSOE a un referendo soberanista que vulneraría la Constitución española.
En un panorama tan abierto, tampoco se descarta que el líder socialista se aleje de sus socios naturales si ellos no consiguen los votos necesarios para garantizar su investidura. En este escenario, cabe la posibilidad de que Sánchez busque un acuerdo con la derecha moderada de Ciudadanos (Cs), liderada por Albert Rivera, a pesar de la poca simpatía que ambos se profesan.
El virtual triunfo de Sánchez se vería facilitado por la división de la derecha, representada por el Partido Popular (PP), Cs y Vox (ultraderecha). Las encuestas auguran una importante caída electoral del PP liderado por Pablo Casado, que no obstante se mantendría como el principal partido conservador.
Las formaciones de derechas, según los sondeos, tendrían más dificultades que el bloque de la izquierda para perfilarse como alternativa de gobierno en España; sin embargo, no se descarta que los votos de los tres partidos conservadores sumen la mayoría suficiente para poder pactar un candidato común a la presidencia y desbancar a sus adversarios.
Entre tanta incógnita, el único pronóstico cierto, según los sondeos, es que un triunfo en las elecciones no abrirá automáticamente a ningún partido las puertas del gobierno. Gane quien gane estará obligado a negociar con otras fuerzas políticas. Durante la campaña, el miedo se convirtió en el recurso preferido de los candidatos. La izquierda advierte que la llegada de la derecha a La Moncloa minará el bienestar social, adelgazando todavía más los presupuestos del Estado en parcelas como la sanidad y la educación.
Los conservadores aseguran que la izquierda amenazará desde el gobierno la unidad con sus alianzas con los independentistas catalanes y anticipan el arribo de una nueva crisis económica por el aumento del gasto público y el fin de la austeridad.
Están en juego dos modelos de país. El de la izquierda (PSOE y Unidas-Podemos), que propone entre otras medidas aumentar los presupuestos del Estado y destinar mayores recursos a las partidas sociales, junto a una política fiscal progresiva que grave las rentas más altas. Por otro lado, el de la derecha (PP y Cs), que plantea la contención del gasto público, profundizar la reforma laboral y un sistema impositivo más complaciente con los acaudalados, además de negar cualquier diálogo con los independentistas catalanes.
En este contexto, sobresale la irrupción de la extrema derecha de Vox, tras obtener un exitoso resultado en los comicios regionales de Andalucía, donde consiguió 11% de los votos.
Entre otras, Vox pide acciones más contundentes contra los nacionalistas catalanes, el recorte de algunas competencias de los gobiernos autónomos y la expulsión de los migrantes irregulares. Además de dividir a la derecha y restar votos al PP, sus proclamas patrióticas, xenófobas y antifeministas están radicalizando el discurso del conservadurismo.
Las elecciones generales coinciden con la celebración del juicio a los independentistas catalanes, que podrían ser condenados por los delitos de rebelión, sedición y malversación de fondos, a penas superiores a los 20 años de cárcel. El proceso está crispando todavía más a buena parte de la sociedad catalana.
El fuerte desempleo (15.5%), que afecta sobre todo a los más jóvenes, y los estragos de la crisis económica de 2008, que agravaron la situación de los sectores más vulnerables e hicieron retroceder a la clase media en su conjunto, son los principales motivos de alarma para los españoles. La precariedad laboral, los recortes del gasto público, sobre todo en sanidad y educación, y la corrupción de numerosos políticos y empresarios, figuran también entre las mayores preocupaciones de la ciudadanía.
Según los expertos, las elecciones no acabarán con la inestabilidad en España. Sánchez convocó elecciones tras quedarse sin aliados en el Parlamento, que rechazó sus presupuestos generales. Los socialistas llegaron al poder en junio de 2018 tras ganar una moción de censura contra el entonces presidente Mariano Rajoy, al que tumbaron con el apoyo de Unidas-Podemos y los nacionalistas catalanes y vascos.