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San José . – Una oleada de migrantes irregulares chinos que ingresó a Costa Rica en los primeros 15 años del siglo XXI, vía Francia y Colombia y en una corriente controlada desde Hong—Kong por el “Dragón Rojo”, organización criminal de China con eslabones mundiales, quedó bajo la mira de la justicia costarricense por los presuntos nexos con una cadena de esclavitud laboral moderna que explotó a migrantes irregulares de América Latina y el Caribe.
El caso en Costa Rica surgió en noviembre anterior y evidenció un fenómeno regional en el entorno del recuerdo este viernes del Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud . La fecha conmemora el día de 1949 en que la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) aprobó el “Convenio para la represión de la trata de personas y la explotación de la prostitución ajena”, que entró a regir el 25 de julio de 1951.
Un escándalo estalló en Costa Rica al exhibirse el mes anterior en redes sociales de internet un video y fotografías de una paliza que sufrieron dos migrantes irregulares nicaragüenses embarazadas , en agosto de este año, por una falsa acusación de robar dinero de un comercio de un empresario chino dueño de tiendas en Costa Rica. La falsedad fue confirmada por el control financiero del mismo comercio.
En un acto presuntamente cometido por órdenes del chino, el linchamiento fue ejecutado por dos mujeres armadas con garrotes de aluminio y con tres colocadas frente a las víctimas . Según trascendió, una atacante le cortó el cabello a una de las nicaragüenses en un rito de castigo en el que, de trasfondo, se escuchó a un chino.
Los hechos, descubiertos en noviembre anterior en Costa Rica, mostraron una prolongada existencia de una tenebrosa fórmula: migrantes irregulares latinoamericanos y caribeños son víctimas de explotación y esclavitud laboral de migrantes chinos que regularizaron su rango migratorio en este país y crearon compañías comerciales con filiales.
En una práctica que proliferó al menos en los primeros 15 años de este siglo, un mecanismo controlado por la mafia china del “Dragón Rojo” cobró hasta unos 60 mil dólares por persona oriunda migrante de China para trasladarla de Hong Kong a París y Bogotá por avión y por diversas rutas a Centroamérica y México con la meta de llegar a Estados Unidos.
Un gran número de chinos reclutado por el “Dragón Rojo” fue interceptado en el trayecto a EU y, por una realidad, se quedó finalmente a residir en el sitio donde se les retuvo: por lo caro del tiquete aéreo de América Latina a China, ningún gobierno estaría en capacidad financiera de repatriarlos.
Por los nexos del “Dragón Rojo”, los migrantes chinos se legalizaron, consiguieron convertirse en comerciantes en el país en el que se les detuvo y así pudieron ir pagándole a esa mafia la millonaria deuda individual que hizo por la inversión para trasladarlo de China a América.
El “Dragón Rojo” se aseguró así el cobro y expandir su presencia en el continente.
Costa Rica y otras naciones de América Latina se transformaron en el hogar de una parte de las avalanchas de chinos .
Al final de una visita que hizo a Costa Rica y coincidió con el conflicto con los chinos, el japonés Tomoya Obokata, relator especial de la Organización de Naciones Unidas para nuevas formas de esclavitud, confirmó el 25 de noviembre estar enterado video del linchamiento.
“En mi opinión, esta es la punta del iceberg, porque la mayoría de estos abusos y explotaciones permanecen ocultos, en diferentes lugares, no solo en tiendas, sino en fábricas, plantaciones y casas de habitación con trabajadoras domésticas”, alertó.
Más allá del lío específico con los chinos, reveló que en un recorrido que efectuó en noviembre por Costa Rica “identifiqué indicadores de trabajos forzosos en varios empleadores en diversos sectores como agricultura, trabajo doméstico, servicios, transporte o construcción”.
“(Hay) jornadas de trabajo muy largas sin pausas para comer o ir al baño, salarios bajos, ambientes de trabajo insanos, hostigamiento y acoso sexual”, denunció.
Entre otros aspectos, la trata es el movimiento ilegal y clandestino de personas con fines comerciales de esclavitud laboral, mental, reproductiva, explotación sexual, trabajos forzados, extracción de órganos, matrimonio forzoso o cualquier forma moderna de esclavismo contra la voluntad y el bienestar del ser humano.
Paliza a embarazadas
Un familiar de una de las nicaragüenses apaleadas narró que las dos estuvieron varios días internadas en el Hospital San Juan de Dios , uno de los principales centros de salud pública de Costa Rica, y reveló que a ambas se les amenazó en su local de trabajo con represalias y se les advirtió que se abstuvieran de contar lo sucedido.
“Ninguna de las muchachas ha podido trabajar. No quieren salir a la calle por miedo, por vergüenza, por dolores y por temor a esas personas”, describió el pariente, en un testimonio que ofreció a Telediario del canal 8, de esta ciudad, en condición de anonimato por temor a sufrir consecuencias.
“Costa Rica involuciona en su desarrollo social y retrocede en sus garantías sociales y laborales, por la debilidad de las políticas públicas”, acusó el sindicalista costarricense Albino Vargas, secretario general de la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEPP), la más importante fuerza sindical de esta nación.
“El Estado costarricense está paralizado en este aspecto. Las tiendas son evidencia de esclavitud laboral. Este asunto, además de enlodarnos como sociedad ante el mundo, demuestra nuestra doble moral en derechos humanos”, dijo Vargas a este diario.
El presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves , admitió que el video sobre la violencia contra las dos nicaragüenses embarazadas “es absolutamente desagradable, ofensivo a la moral e inaceptable en Costa Rica y francamente en cualquier país del mundo”.
“Existe la razonabilidad de pensar que quien viola una ley o viola un conjunto de leyes, viola la dignidad humana”, reconoció.
Ante la contundencia de lo ocurrido, Chaves ordenó la intervención de diferentes instancias gubernamentales para indagar y llevar esta situación a los procesos judiciales. El gobierno actuará “con toda la fortaleza”, alertó.
Al menos dos empresarios chinos fueron detenidos y, luego de allanamientos, interrogatorios y persecuciones, sometidos a un proceso judicial que apenas empieza y podría tener efectos laborales, políticos, tributarios, migratorios y jurídicos y en otros estratos oficiales, como aduanales, comerciales o de salubridad.
Por su ubicación geográfica, Costa Rica es punto de destino y de tránsito de las masivas corrientes migratorias irregulares de América, Asia y África hacia EU .
Fuentes políticas de esta capital alegaron que existen sospechas de que, sin generalizar, algunos migrantes chinos que lograron instalarse como hombres de negocios en Costa Rica optaron por contratar a mano de obra barata que reclutaron entre migrantes irregulares, en especial nicaragüenses, cubanos y venezolanos.
Para evitar forjar nexos laborales permanentes, recurrieron a un permanente reciclaje de sus empleados, a los que despiden y cambian sin cumplir tres meses de vínculo. La ecuación, según las fuentes, se redujo a migrantes chinos ya regularizados que explotan a migrantes latinoamericanos y caribeños.
La Policía Profesional de Migración de Costa Rica (PPM) detectó que al menos 35 extranjeras trabajan en condición migratoria irregular en las tiendas .
Mano criminal
Desde finales de la década de 2000, la PPM informó a este periódico sobre las modalidades del “Dragón Rojo” en su maniobra para proyectarse a América.
Aliadas a cómplices de “coyotes” o traficantes centroamericanos de personas, mafias chinas y colombianas ampliaron el millonario negocio del ilegal tráfico masivo de migrantes irregulares que buscan llegar por tierra a EU y Canadá, vía México.
En uno de los trayectos usados por los traficantes, desde suelo colombiano se condujo a los chinos por tierra al Tapón del Darién, una selva que cubre el occidente de Colombia y el oriente de Panamá. Del sector de esa jungla en el litoral sobre el Océano Pacífico se le movilizó en transbordador marítimo a la capital panameña para que avanzaran por tierra hacia Costa Rica y por el resto de Centroamérica a México.
Un método de tráfico fue ocultar a los chinos en buques que zarparon de puertos panameños rumbo a EU. En otras ocasiones, y tras viajar por tierra de Colombia a Panamá, se les transportó en barco de un puerto panameño a Guatemala para que penetraran a México y siguieran a EU.
Un trillo que la PPM detectó desde 2010 fue movilizarlos por el Pacífico en buques que zarparon del puerto ecuatoriano de Guayaquil, en el área surcentral de Ecuador, a alguna termina portuaria de Guatemala, para que continuaran el viaje hacia el norte por suelo mexicano, según fuentes migratorias costarricenses.
También se utilizó el trazo marítimo de Colombia a puertos de Nicaragua y Honduras en el Caribe, para que fueran reenviados por tierra a Belice, Guatemala y México.
Fuentes de la PPM confirmaron a este diario en 2010 que la mafia china amenazó de muerte a autoridades migratorias de Costa Rica por desbaratar operaciones de contrabando .
Al confirmar la peligrosidad del “Dragón Rojo”, fuentes judiciales panameñas adujeron que es difícil de infiltrar, ya que las comunidades chinas “son muy reservadas”, por cultura y por temor a sufrir secuestro y extorsión de las agrupaciones criminales.
Las personas originarias de China nunca viajaron solas, ya que lo hicieron con familiares y allegados. Por eso, cuando fueron retenidas por policías de las naciones del trayecto por Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala o México, se quedaron finalmente a residir en el sitio donde se les detuvo a sabiendas de que su deportación a China sería imposible por el costo de los pasajes aéreos.
Con apoyo de la estructura del “Dragón Rojo” asentada en esta región, se relacionaron con los negocios comerciales—bares, restaurantes, tiendas de abarrotes, prostíbulos, lotería clandestina, juegos de azar y un extenso listado de tareas—que el mismo tejido mafioso adquirió progresivamente con las corrientes migratorias chinas previas que movilizó en el siglo XXI.
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