Bruselas.— Bruselas.- Las mujeres deben perderle el temor al éxito como científicas y profesionistas, porque muchos de esos miedos no se aplican a la realidad.
El mensaje proviene de dos personalidades clave en la lucha contra la pandemia contra Covid-19 y fue emitido en el marco de los eventos celebrados por la Eurocámara con motivo del Día Internacional de la Mujer.
Una de ellas es Katalin Karikó, la bioquímica húngara detrás del descubrimiento del código genético ARN mensajero, clave para el desarrollo de la vacuna de Pfizer-BioNTech.
Nacida en enero de 1955 en el pequeño pueblo de Szolnok, en el centro de Hungría, dice proceder de un hogar sencillo en la que no había agua caliente y todos compartían una habitación. Sus padres ni siquiera alcanzaron los estudios de secundaria.
Recuerda que su fascinación por la ciencia se activó en los laboratorios de la escuela elemental, durante la clase dedicada a la elaboración de cristales. Después, gracias a que la Universidad organizaba cursos de verano para familias desfavorecidas, supo que había otros horizontes educativos.
A la edad de 23 años comenzó su carrera en el Centro de Investigación Biológica de la Universidad de Szeged, donde desarrolló particular interés por el revolucionario método ARNm.
“Me hubiera gustado quedarme en mi país, pero les parecía absurda la idea de desarrollar una terapia con ARNm”.
La falta de apoyo la llevó a emigrar a Estados Unidos en los 80, en donde continúo sus investigaciones en la Temple University en Filadelfia.
“Si me hubiera quedado en Hungría hubiera sido una científica mediocre”, dijo explicando que el haber salido del país le permitió tener otras experiencias, así como descubrir capacidades que llevaba adentro.
La vicepresidenta de BioNTech, señala que ser mujer no ha sido ninguna desventaja a lo largo de su trayectoria científica. “Tanto hombres como mujeres me han complicado la vida”, comenta.
Lo que sí genera sorpresa, apunta, es cuando responde a los colegas que nadie le ha dirigido la investigación; “probablemente sorprende porque soy mujer”.
Afirma que es posible ser hija, hermana y madre y simultáneamente ocuparse de la ciencia, pero se requiere de “un marido que no se queje y que ponga de su parte”; así como el acceso de instancias de cuidado infantil.
La aspirante al Premio Nobel de Medicina, junto con su colega Drew Weissman, considera que el sexo femenino tiene ciertas características que deberían aprovecharse para avanzar en el conocimiento.
“Cuando hay una nueva perspectiva, diferente al del resto de los colegas, pueden identificarse los puntos débiles. Así avanza la ciencia, con perspectivas nuevas que enriquecen la anterior. Si tenemos otra manera de pensar que los hombres y somos capaces de hacer muchas tareas a la vez, esa es una riqueza”.
Al llamado a que más mujeres participen en la ciencia, se suma María Rosaria Capobianchi, responsable del laboratorio Spallanzani, el polo nacional italiano responsable de la lucha contra el bioterrorismo.
Su equipo, formado por más de 50 personas, 80% del total mujeres, fue el primero que logró aislar al Sars-Cov-2 en un paciente, el paso inicial del largo proceso rumbo al fin de la pandemia.
Nació en 1953 en la isla italiana de Procida, en el Golfo de Nápoles y dice que desarrolló conciencia sobre sus posibilidades al llegar a la ciudad de Nápoles, cuando pasó de la vida rural a la citadina.
Se licenció en Ciencias Biológicas en 1976 en la Universidad de Roma, y luego de dos décadas de cátedra en virología, en el 2000, optó por luchar contra las enfermedades más infecciosas en el Departamento de Epidemiología, Investigación Preclínica y Diagnóstico Avanzado de Spallanzani.
A principios del año pasado pensó en el retiro, pero la pandemia la obligó a seguir en el frente de batalla.
Se describe como una mujer luchadora fuerte que ha tenido la suerte de poder aplicar sus conocimientos. “La única vez que sufrí como mujer fue cuando decidí ser madre por primera vez, después de ello no tuve problemas en mi carrera. Es verdad que tuve mucha suerte, pero debo reconocer que no experimenté obstáculos para la realización de mis proyectos, para convertirme en lo que quería desde que era una niña”.
Capobianchi asegura que una de las características que tiene la mujer y que podría favorecer el desarrollo científico es la curiosidad, así como el sentido práctico y las capacidad de coordinar. “Estas pueden ser características femeninas más específicas y eso probablemente sea una ventaja”, afirma.
De acuerdo con la eurodiputada Susana Solís Pérez, del Grupo Renovar Europa, 70% de los trabajadores del sector salud son mujeres y la planilla femenina solo representa 28% en las carreras científicas; en el apartado de la inteligencia artificial las cifras son aún más bajas, 12%.
“Es difícil encontrar un equilibrio entre ser madre y la vida profesional, pero es posible. Si no superamos estos temores, las mujeres estarán ausentes cuando se diseñen las nuevas tecnologías y no seremos parte de la economía del futuro. La brecha salarial de género seguirá creciendo”, afirma Solís. En la UE los hombres ganan un 16% más que las mujeres.
Afirma que la situación actual prevalecerá hasta atacar los problemas de raíz, concretamente los estereotipos de género.