Miami.- “Actualmente es más difícil cruzar México [rumbo a su frontera norte] que cruzar la frontera con Estados Unidos”, asegura a EL UNIVERSAL Yarinet, migrante colombo-venezolana de 26 años, quien llegó primero a Texas y actualmente está en Florida. “Yo crucé apenas en marzo y donde creí que sería sin problema [México] fue lo peor. Mira, primero volé de Bogotá [Colombia] a Cancún [en el sureste mexicano], ahí me quedé unos días esperando que mi contacto me avisara para volar a Mexicali [Baja California] porque ahí iba a cruzar y en la garita iba pedir el asilo".

Pero las cosas se fueron complicando. Lo que parecían unas vacaciones por el lugar donde estaba, en realidad era una estresante espera.

“Después de 5 días [en Cancún] me avisaron para ya volar a Mexicali y así lo hice. Llegué, pero en el aeropuerto de Mexicali nos formaron a varios que sabían que no éramos mexicanos y nos pidieron nuestros pasaportes. Yo entregué el mío, pero me di cuenta que algunos [de los otros migrantes] pusieron 100 dólares dentro de su pasaporte. De haber sabido, hubiera hecho lo mismo, esa vaina [poner el dinero] hizo que a todos ellos los dejaran pasar y a mi y otros tres nos llevaron a una especie de cárcel, me moría de miedo.

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“Estuvimos detenidos como tres días, espantoso, olía mal, comíamos mal, dormíamos mal, lo único que quería era salir de ahí, nos habían quitado el celular. Como al tercer día nos subieron a un autobús y viajamos día y noche; nos dejaron en un lugar que luego supe, era Villahermosa [Tabasco], era la madrugada, me junté con un matrimonio y su hijo pequeño, de Nicaragua y otra persona, un cubano, nos fuimos juntos y rentamos dos habitaciones; pero terminé en el cuarto del matrimonio y su hijo porque la verdad no confié en el cubano. No me hizo nada, pero no iba a esperar [a ver si pasaba algo]”.

Ya con su celular en mano recordó que un amigo, que ya vive en Estados Unidos le había dado un contacto en Monterrey, Nuevo León, por si se le complicaba el cruce por Mexicali. Así que lo contactó y le dio los detalles de a quién debía llamar y lo que debía hacer. “Después de hablar con esta persona [el coyote] en Monterrey, me las arreglé y volé para allá. Me recibió el chamo [la persona] que me iba a cruzar, me quedé en su casa tres días, ahí estaba su esposa, hasta parecía que querían que me quedara con ellos”, cuenta riendo: “La verdad yo ya estaba desesperada. Entonces el señor [el coyote] me dijo que al día siguiente cruzaríamos el rio [Bravo] por Reynosa [Tamaulipas]”.

Yarinet y el coyote se fueron por tierra hasta Reynosa y en la noche oscura, en el camino recuerda haber visto otros grupos de migrantes. Llegaron a la orilla y cruzaron el río Bravo en una lancha. Una vez del otro lado y en territorio estadounidense, se bajó y buscó a agentes fronterizos que sabía estaban cerca.

“Me entregué a la migración de Estados Unidos [a los agentes de la Patrulla Fronteriza ], me llevaron a una ciudad, creo que es San Antonio [Texas], pero ni siquiera estoy segura, me llevaron a una especie de cárcel [un centro de detención] que en comparación con México, aunque estaba lleno de personas, de verdad me sentí en un hotel, sé que no lo es, pero es que en México es como infrahumano el trato y las instalaciones”, recuerda molesta.

“Estuve detenida 5 días [en Texas] y cuando me soltaron, me dejaron en una iglesia. De ahí lo primero que hice fue preguntar dónde estaban los buses, después tomé un taxi a ese lugar de los buses, compré un boleto para Dallas y llegando me fui al aeropuerto y volé a Miami [Florida]; y aquí estoy ya trabajando, vivo en un departamento muy chico, compartido y estoy a la espera de mi fecha para ir a ver a un juez [de inmigración] para ver si me concede el asilo que pedí”.

Yarinet no ubica el centro de detención donde pasó esos 5 días antes de que la soltaran. “Creo que ella tuvo mucha suerte de que no la devolvieran a esperar a México por el Titulo 42 y que no la dejaran más tiempo encerrada [en el centro de detención]”, dice para EL UNIVERSAL el abogado especialista en inmigración José Jordán. “La explicación que existe es que los centros están saturados, sobresaturados diría yo y por eso no sólo ya no los encierran, sino que los dejan libres una vez procesada su identidad”.

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Varios especialistas consultados coinciden en que el Título 42 ha provocado que decenas de migrantes intenten más de una vez cruzar sin papeles a Estados Unidos, de ahí que el número final de detenciones reportadas tenga un sesgo al alza.

Como ejemplo está el número de detenciones registradas durante abril de 2022, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) dio a conocer que hubo 234 mil 88 capturas; pero, 28% ya habían cruzado al menos una vez en los últimos 12 meses.

“Esto sucede como consecuencia del Título 42", señala Jordán; en años anteriores a la pandemia la estadística de cruces repetidos por personas detenidas era de alrededor de 15%, ahora vemos que casi se duplica”.

ICE informó que ya se preparan para un mayor aumento de cruces de indocumentados, en cuanto desaparezca la medida; un momento crítico debido a que los 78 centros de detención en la Unión Americana se reportan llenos.

El Título 42 es una política sobre salud puesta en marcha por el expresidente Donald Trump y que inició en marzo del 2020. “El espíritu de esta ordenanza es que los migrantes sean sacados de territorio estadounidense de inmediato una vez detenidos”, explica el abogado especialista, “todos, sin su proceso migratorio; con el argumento del peligro que son para propagar el coronavirus.

Ayer, un juez federal impidió a la administración de Joe Biden poner fin a la política sanitaria que permite las deportaciones exprés.

“En mi opinión, cuando desaparezca el Título 42 se estará cumpliendo con la Constitución de Estados Unidos, de recibir a las personas que necesitan de nuestra protección y también se estará cumpliendo con el espíritu humano estadounidense”, termina diciendo el abogado José Jordán.

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