Al ingresar a la vivienda de Pedro Barragán un zumbido persistente se apodera del ambiente. Si bien al principio uno siente que alza la voz para conversar, con el correr de los minutos la sensación de aturdimiento disminuye y el cuerpo, que a todo se adapta, deja de reparar en ello y cede ante el incordio.
La realidad, no obstante, se hace presente cuando uno se aleja de allí y escapa del ruido. “Es como cuando te bajas de un avión. El oído hace ‘plop’ y se destapa”, explica Barragán, dueño de un departamento en la calle Sáenz Peña al 1200, a pocos metros de la autopista 25 de Mayo, en el barrio de Constitución en Buenos Aires, Argentina .
Allí, el constante transitar de vehículos le impide, desde hace más de 20 años , disfrutar del silencio, de un sueño reparador, y del acceso a un ambiente sano.
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“Tenemos trastornos auditivos como hipoacusia, dolores de cabeza, e insomnio. El no dormir bien nos genera problemas digestivos y de corazón. Para hablar con mi señora tengo que gritar y no podemos abrir las ventanas porque no se escucha nada”, detalla Barragán, que vive en su departamento de la calle Sáenz Peña junto a su esposa e hijo.
La contaminación acústica, además de las alteraciones en la salud, hundió el precio de su propiedad, adquirida a pozo antes de la construcción de la autopista.
“Vinieron tasadores y coincidieron en que, al valor del mercado, el departamento vale 110 mil dólares, pero las personas que vienen a verlo no me ofrecen más de 60 mil dólares. Nadie quiere vivir con este ruido. Intentamos venderlo pero es imposible”, se lamenta Barragán.
Barragán tiene en su celular una aplicación para medir los decibeles del ruido ambiente; durante la mañana en que La Nación lo entrevistó, marcó 81 dB, muy por encima de lo recomendado por la Organización Mundial de Salud (OMS): 65 dB durante el día y hasta 55 dB durante la noche. Foto: Ricardo Pristopluk. La Nación / GDA
Muy por encima del nivel tolerable de ruido
Según las mediciones efectuadas por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) tanto para la causa judicial como en el Mapa de ruido, confeccionado por la Agencia de Protección Ambiental porteña, el nivel sonoro en el domicilio de Sáenz Peña oscila entre los 70 y 85 decibeles (dB) durante las 24 horas del día.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) , el nivel de ruido recomendado como tolerable es de 65 dB durante el día y hasta 55 dB durante la noche. El mismo criterio se establece en la ley 1540/2004 sobre contaminación acústica de la ciudad de Buenos Aires.
Luego de más de tres años de un derrotero judicial que le dio la razón, Barragán y su familia, así como otros vecinos que apoyaron su denuncia, esperan desde hace casi 20 años que la empresa Autopistas Urbanas Sociedad Anónima (AUSA) —concesionaria de la autopista 25 de Mayo (AU 1), cuyo accionista mayoritario es GCBA— cumpla con los fallos judiciales en primera y segunda instancia que la obligan a trazar estrategias para mitigar el ruido.
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Si bien AUSA trabaja desde el 2015 en el “Plan de acción de mejoras acústicas”, el cronograma de implementación avanza lentamente y los vecinos no ven que sus estrategias alivien el incesante zumbido. Hasta la fecha, solo hay tres pantallas acústicas colocadas en las intersecciones de las calles: Defensa y Bolívar, De las Ciencias y Tejedor, y borde norte entre la Avenida La Plata y Senillosa. Esta es la principal herramienta de disminución sonora, con la que se podrían bajar hasta 10 dB.
“Se avanzará con el emplazamiento de una o dos pantallas por año, con una priorización de los puntos de mayor sensibilidad acústica, hasta llegar a siete pantallas totales en 2025″, dijeron a La Nación fuentes de AUSA.
Además, la empresa concesionaria detalló que desde 2015 repavimentó la autopista con asfalto poroso, colocó “defensas de contención de hormigón”, se redujeron las velocidades máximas, y se fueron reemplazando progresivamente todas las juntas tipo transflex (de goma y metal) por elastoméricas. A pesar de que estas acciones se realizaron con el objetivo de aliviar la contaminación sonora, ninguna logra reducir más de 3 dB de ruido ambiente.
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“AUSA cambió la capa asfáltica, pero igual sigue el ruido. Tienen que poner pantallas acústicas pero no hay forma, no lo hacen”, señaló Barragán.
Ante la consulta de este medio a la Agencia de Protección Ambiental de la ciudad por su trabajo de seguimiento y resguardo del cumplimiento de la normativa vigente, una fuente de la dependencia pública indicó: “AUSA presentó un plan de mejoras con un cronograma que durante la pandemia tuvo que readecuar. Desde la Agencia intervenimos e hicimos las observaciones correspondientes”.
En 1973, cuando Barragán compró a pozo su actual departamento de tres ambientes, la autopista 25 de Mayo no existía. Pocos años después se construyó, durante la intendencia de facto del brigadier Osvaldo Cacciatore, en 1975. Sin embargo, el tránsito vehicular, en el que hoy circulan 131 mil 900 vehículos en ambos sentidos, no se intensificó hasta entrados los años 90.
Barragán observa el paisaje vehicular desde el pasillo que conecta la puerta de su departamento con las escaleras y ascensores del edificio; allí el ruido es intenso y ensordecedor. Foto: Ricardo Pristupluk. LA NACIÓN/GDA
Fue en ese momento cuando el vecino del barrio de Constitución comenzó un largo camino de quejas y reclamos administrativos al Gobierno porteño. Sin embargo, sus solicitudes no fueron escuchadas y decidió iniciar, en el 2001, con el patrocinio jurídico de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), una acción de amparo ante el Juzgado Contencioso Administrativo y Tributario (CAyT) de la ciudad de Buenos Aires contra el GCBA y AUSA para que adopten las medidas necesarias para disminuir y controlar que el nivel de ruido existente no exceda los límites tolerables que surgen de la normativa local y los parámetros internacionales.
En el fallo de primera instancia, en marzo de 2003, el tribunal hizo lugar a la acción de amparo y ordenó a AUSA y al GCBA a adoptar las medidas necesarias para lograr una sustancial reducción de la contaminación sonora proveniente de la Autopista 25 de Mayo.
Entre otros argumentos, el juzgado hizo hincapié en que el nivel de ruido que arrojaron las mediciones exceden la normal tolerancia. “Para decirlo en los términos del artículo 2618 del Código Civil, cabe concluir que los valores que arrojan las mediciones efectuadas por organismos de la Ciudad en el domicilio del amparista y en diversos puntos de la traza de la autopista exceden de la ‘normal tolerancia’ a la que obligan las relaciones de vecindad”, fundamentó.
En octubre de ese mismo año, la Cámara de Apelaciones desestimó los recursos presentados por el Gobierno porteño y AUSA. Además, modificó la sentencia de primera instancia, y sumó la obligación de la empresa concesionaria de generar un plan de adecuación de la autopista para la reducción de los excesivos ruidos. Este proceso, estableció el tribunal, debería ser controlado por el GCBA.
Trastornos diversos
“La exposición persistente a ruidos intensos, de día y de noche, pueden provocar trastornos diversos que funcionan a través de los circuitos del estrés, del insomnio o del sueño interrumpido, que provocan alteraciones en el circuito cardiovascular y emocional”, explicó Carlos Boccio , jefe del Servicio de Otorrinolaringología y Fonoaudiología del Hospital Italiano de Buenos Aires.
Además, enfatizó que como las autopistas urbanas se hicieron hace muchos años, “los mecanismos de atenuación que se recomiendan para el emplazamiento de autopistas nuevas en zonas urbanas son completamente diferentes: hay recaudos del tipo de material y de la distancia con las viviendas que se ven en países centrales, pero que acá no se utilizan”.
“El ruido enferma y debemos tomar conciencia”, sentenció Alejandro Andersson, médico neurólogo y director del Instituto de Neurología de Buenos Aires.
El especialista, además, especificó que hay estudios que indican que “hay un aumento de los ingresos hospitalarios en las zonas donde el ruido ambiental supera los 65 dB”, y relacionó la incidencia de la contaminación acústica con la probabilidad de sufrir un ataque cardíaco. “Por cada dB que se incrementa, los ingresos hospitalarios crecen, incluso hasta un 5%. No hay que olvidarse que por encima del umbral de 65 dB el organismo humano activa respuestas de alarma, hormonales y nerviosas que provoca un aumento de la presión arterial y de la frecuencia cardíaca, que puede provocar un aumento del riesgo de infarto”, precisó Andersson.
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Y sumó: “Hay una correlación interesante con la hipertensión arterial, porque te pone en alerta, en guardia, te estresa. También puede haber alteraciones del sueño y del descanso, que se relacionan con el insomnio, la falta de atención y de aprendizaje”.
Al respecto, Griselda Castellino y Leonardo González, ambos neurólogos, parte de la Sociedad Neurológica Argentina (SNA) y expertos en medicina del sueño certificado por la Asociación Argentina de Medicina del Sueño (AAMS) destacaron que “el ruido ambiental es un factor nocivo para la salud del ser humano, y los trastornos de sueño, así como las consecuencias del mal descanso, tienen un impacto en la calidad de vida de las personas expuestas a ello”.
“Un sueño ineficiente y de mala calidad se manifiesta con síntomas diurnos como irritabilidad, dolor de cabeza, alteraciones en la atención y memoria, hipersomnia diurna (tendencia al sueño durante el día) y cambios en el estado de ánimo. Dormir correctamente reduce las tasas de enfermedades crónico-degenerativas”, concluyeron los especialistas.
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