Bruselas.— El hombre que con mayor audacia ha sabido capitalizar la animosidad entre Rusia y Occidente, Recep Tayyip Erdogan, encara el mayor desafío de su larga trayectoria política.
Cuando se abran las urnas este 14 de mayo como parte de la primera vuelta de las presidenciales, el mandatario turco buscará alargar por cinco años más el poder que ha ostentado por dos décadas.
En un sistema presidencialista y autoritario, en el que no hay piso parejo entre las familias políticas y el sistema judicial sirve a los intereses del Estado, el éxito de Erdogan debería estar asegurado.
Sin embargo, esta edición electoral pinta como ninguna otra a la que se ha presentado el fundador del Partido de la Justicia y el Desarrollo.
En una conversación mantenida entre Amanda Paul, analista del European Policy Centre, y Berk Esen, profesor de ciencias políticas de la Universidad Sabanci, quedó evidente que el devastador terremoto del 6 de febrero en Turquía y Siria alteró la ecuación que en otras circunstancias hubiera favorecido al autócrata turco.
“Los medios dicen que va a ser la batalla electoral más dura de Erdogan en su carrera política.
“Es una contienda demasiado reñida en la que resulta prematuro hacer predicciones”, sostiene Berk Esen.
El momentum está del lado de la oposición, encabezada por Kemal Kilicdaroglu, quien se presenta a nombre de Alianza de la Nación, un bloque formado por seis formaciones con componentes de izquierda, derecha y de raíces islamistas.
Aunque las circunstancias podrían cambiar por la velocidad con que evolucionan los acontecimientos políticos en Turquía desde el temblor. El Estado además cuenta con herramientas para alterar el rumbo de la elección.
En la antesala a la campaña, el régimen adoptó un abanico de leyes dirigidas a controlar a los jueces que tendrán la tarea de atender eventuales denuncias de impugnación electoral, sofocar las campañas de oposición y reducir aún más el espacio de maniobra de los medios independientes, sostiene la organización Freedom House en su último reporte sobre el estado de las libertades en el mundo.
Por lo tanto, no será una contienda democrática, libre y equitativa. El acceso a medios es desigual: en el más reciente Índice Mundial de Libertad de Prensa publicado por Reporteros sin Fronteras (RSF), Turquía ocupa el puesto 149 entre 180 países. Como elemento adicional, la burocracia tiene la instrucción de complicar la vida a los políticos del bando opositor.
“Puede haber fraude, pero no a la escala vista en Bielorrusia con Alexander Lukashenko”, de acuerdo con Esen.
La reelección de Erdogan se complicó por deserciones en las filas de la coalición gubernamental, escándalos de corrupción, incompetencia de altos funcionarios, por el encarecimiento del costo de vida resultado de la depreciación de la lira turca, vulnerabilidad económica y una inflación que alcanzó en octubre pasado su índice más alto en 25 años. Los temblores del 6 de febrero sumaron a la dinámica desfavorable al mandatario, quien además desapareció de la vista pública unos días por un virus intestinal.
En su primera estimación, el Banco Mundial fijó los daños físicos directos en 34 mil millones de dólares, equivalente a 4% del PIB en 2021.
La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas sostiene que el sismo afectó directamente a 9.1 millones de personas en 10 provincias, se cobró alrededor de 48 mil vidas, generó 2.7 millones de desplazados y 3.5 millones más viven en refugios y otros alojamientos. “El temblor cambió en su totalidad el tono del debate electoral”, resume el politólogo turco.
La tragedia natural supone un arma de doble filo para Erdogan: ofrece municiones a los opositores, pero también elementos con los que el líder turco pretende revitalizar su campaña.
El mandatario ha incorporado de lleno la tragedia a su programa, intenta cambiar el discurso diciendo que se trató de un desastre inevitable, de una magnitud que rebasaba a toda administración y cuya herencia sólo puede ser enfrentada por un “gobierno fuerte y sólido”.
A las personas que han sufrido daños, les ha prometido una solución concreta: medio millón de viviendas en seis meses.
“Erdogan tiene todavía la ruta abierta hacia el triunfo, pero se acorta y al mismo tiempo es cada vez más estrecha”, sostiene el estudioso de la política turca.
En cuanto a la oposición, afirma que pudo haber tenido una victoria anticipada si hubiera presentado un candidato más carismático, joven y de un perfil mucho más competitivo, como pudieron haber sido los alcaldes de Estambul y Ankara, Ekrem Imamoglu y Mansur Yavas.
Kilicdaroglu, de 74 años, se impuso esencialmente al ser el político que alineó al bloque opositor.
Para ganar, Kilicdaroglu no sólo requiere sumar el apoyo de los votantes kurdos, alrededor de 15% del electorado, necesita movilizar el voto joven, urbano y con formación académica.
“Pero la clave será la capacidad que tengan para movilizar el voto anti-Erdogan”, subraya Esen.
El bando opositor se ha comprometido a retornar a un sistema parlamentario y revertir las políticas económicas poco ortodoxas. En cuanto a política exterior, Kilicdaroglu despierta incógnitas por su inexperiencia diplomática; sin embargo, los estudiosos prevén que intente salir de la órbita rusa y vuelva a mirar hacia Occidente.
Respecto al tema migratorio, se anticipan cambios; está previsto que en un nuevo régimen el sentimiento ciudadano tome relevancia, lo que podría conducir a una política distinta a la de Erdogan, que a cambio de 6 mil millones de euros evita la masiva llegada de refugiados a territorio de la Unión Europea. Un replanteamiento migratorio podría generar tensión con Bruselas.
Turquía es un protagonista y actor de peso en la región del Mediterráneo. La membresía en la OTAN lo hace un aliado militar de Estados Unidos y de Europa, pero al tiempo es cercano de Irán y Rusia al compartir intereses de seguridad en Siria.
Desde el intento de golpe de Estado de 2016, Turquía ha optado cada vez más por distanciarse de los valores que en principio debió haber reforzado como parte de su título de candidato a la Unión Europea, adquirido en 1999.
Además de la erosión del Estado de derecho y la aniquilación de la independencia del Poder Judicial, ha venido creando un ambiente hostil con sus vecinos europeos, a través de perforaciones no autorizadas en aguas chipriotas, provocadores ejercicios navales y una retórica hostil hacia Grecia y Chipre.
Si renueva mandato, los analistas anticipan más retórica antioccidental y un mayor acercamiento con Moscú. El presidente ruso Vladimir Putin intervino en la contienda electoral aplazando el pago por suministro de gas equivalente a 15 mil millones de dólares, el doble de lo obtenido por la Unión Europea en la conferencia de donantes del 20 de marzo, 7 mil millones de euros.
Amanda Paul sostiene que de vencer la oposición, a la Unión Europea se le presentará una oportunidad única que no debe desaprovechar, considerando el entorno de seguridad creado a partir de la guerra a gran escala de Putin en Ucrania.