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San Antonio Secortez, Guatemala.- Poco antes del amanecer de la víspera de Navidad , Claudia Maquín lloró en silencio cuando finalmente se reunió con el cuerpo inmóvil de su hija Jakelin Caal , dos semanas después de que la niña guatemalteca de siete años muriera bajo la custodia de Estados Unidos .
Jakelin, una indígena Maya que esperaba comenzar una nueva vida en territorio estadounidense con su padre, comenzó a tener fiebre cuando estaba custodiada por funcionarios de aduanas y protección fronteriza de Estados Unidos y finalmente falleció en un hospital de El Paso el 8 de diciembre.
FOTO: REUTERS
Su muerte ha alimentado las críticas sobre las políticas de inmigración del presidente Donald Trump y da una cara a los niños que han acompañado a sus padres en el camino desde Centroamérica a través de México hasta la frontera con Estados Unidos.
Bajo un cielo gris, amigos y familiares se reunieron en la choza del abuelo de Jakelin, donde en un ataúd blanco brillante estaba la niña vestida con un suéter azul y cubierta desde la cintura hasta los pies con una colcha roja, adornada con osos.
Su ahora famosa foto con semblante serio y vestida de azul estaba colocada sobre la caja blanca y en el techo de la humilde morada fueron colgados globos blancos con mensajes para la niña.
"Para mi no es Nochebuena, es noche mala", dijo su abuelo Domingo Caal, de 61 años. "Perder un niño, un ser humano, es difícil".
Su madre, Claudia, lloraba y no hablaba mientras miraba a la niña en el ataúd, 10 horas después de que su cuerpo regresó de Estados Unidos a la empobrecida aldea montañosa donde estaba su casa.
FOTO: AFP
Afectada por la violencia crónica de pandillas y la pobreza endémica, América Central tiene una larga historia de miles de desesperados migrantes que buscan alcanzar el "sueño americano" a casi cualquier costo.
Claudia acompañó a la niña en el último tramo de su regreso a casa, esperando el minibús que llevaba su cuerpo en la estación de gasolina a unos 20 kilómetros del pueblo de San Antonio Secortez.
FOTO: AFP
El bus era seguido por seis motocicletas y dos pickup mientras hacía un tramo en el municipio Raxruha, donde está el pueblo. Durante la lenta procesión, el conductor del minibús blanco tocó el claxon cuando pasaba por las viviendas. Algunos salieron para dar dinero a Claudia y al abuelo.
En una cartulina amarilla escrita a mano, ubicada cerca del ataúd, la familia agradecía a los medios de comunicación, autoridades, embajadas y a la opinión pública en general por acompañarlos en la pérdida de la niña.
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