Han sido calificadas de "históricas" y como "un punto de quiebre" en el devenir de un país. Y después de ochos días, las protestas en Colombia continúan.
Aunque las movilizaciones han dejado detrás al menos 24 muertos, incluido un uniformado de la policía, y más de 800 heridos en los enfrentamientos, los manifestantes han resistido en las calles de distintas ciudades.
Todo esto, incluso después de que el presidente Iván Duque retirara este lunes la polémica reforma tributaria que había sido el desencadenante de estas movilizaciones masivas, que ocurren en medio de la tercera ola de la pandemia del coronavirus.
Con la ciudadanía en las calles, los paralelismos con otros procesos sociales que han ocurrido en la región no tardaron en asomar.
En particular, se han establecido paralelismo con las movilizaciones del último año y medio en Chile, que terminaron con un plebiscito y la convocatoria a la elección de una Asamblea Constituyente.
"No es casualidad que las movilizaciones en Santiago hayan dejado una Plaza Dignidad (la antigua plaza Italia) y en Cali, el epicentro de las movilizaciones, se haya creado una Loma Dignidad", le dijo a BBC Mundo Lina Camacho, politóloga de FLACSO Ecuador y académica de la Universidad de las Américas.
"Aunque hay varios aspectos a considerar, es inevitable comparar ambas situaciones a la hora de encontrar factores comunes", señala.
BBC Mundo habló con varios expertos para observar en qué se parecen, y en qué se diferencian, estos históricos procesos sociales en ambos países latinoamericanos.
Las movilizaciones en Chile y Colombia tienen un factor común primario: estallidos sociales que partieron de los intentos de implementar medidas económicas controvertidas (un aumento de tarifas del metro en Chile, una reforma tributaria en Colombia), lo que puso en evidencia, para algunos expertos, el agotamiento del modelo económico.
"Ambos países están marcados por un estado avanzado de neoliberalismo, donde las respuestas que iba a dar ese modelo no se consiguieron. Y, además, se agotaron", le dice a BBC Mundo Jorge Saavedra, académico de la Universidad de Cambridge y experto en temas de América Latina.
Para Saavedra, además, este modelo no está generando nuevas oportunidades particularmente para las generaciones de jóvenes, que son la mayoría de los que están saliendo a las calles.
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"En ambos casos veo un Estado que abusaba de sus derechos y que después pasó a un Estado que simplemente abandona a sus ciudadanos. Y se les abandona básicamente porque este modelo económico no entrega lo necesario para garantizar condiciones de vida mínima", agrega el académico de Cambridge.
Hay otro factor común, señala, que afecta tanto a la gestión del presidente de Chile, Sebastián Piñera, como a la de su par colombiano, Duque: la falta de herramientas de diálogo con la ciudadanía.
"Si uno mira, por ejemplo, en el caso colombiano es que el sistema se quedó corto en términos de posibilidades de canalizar la voz ciudadana, porque esa voz ciudadana transcurre fuera de los espacios de la política tradicional", anota.
Y agrega que Duque no ha sido capaz de establecer un interlocutor ciudadano, lo mismo que le pasó a Piñera.
"Piñera no ha podido encontrarlo, entonces comienza a buscar un chivo expiatorio, que en este caso fue desde los fans del K-pop o el pop coreano hasta supuestos infiltrados de Nicolás Maduro. Parte de una dinámica que también comenzamos a ver en Colombia", añade.
Camacho coincide en señalar este paralelismo entre ambos países como origen de las masivas movilizaciones - así como de su duración.
"Los dos países viven un sostenido declive en el índice de calidad de la democracia deliberativa. Solo basta mirar los índices que miden estos estándares para ver que son los países que más han bajado en la región", señala la académica ecuatoriana.
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Y añade que los dos países denotan "una incapacidad institucional para procesar y responder a las demandas sociales".
Varios expertos han coincidido en que las movilizaciones en distintos puntos de Latinoamérica de los últimos años han estado marcadas por el resurgimiento de una "nueva generación" que busca cambios profundos en sus sociedades.
Para Javier Corrales, profesor de ciencia política en el Amherst College de EU y experto en temas sociales en América Latina, en el caso específico de Chile y Colombia lo que se ha visto es el surgimiento de una "nueva izquierda".
"Ambos países han tenido procesos políticos donde la participación de la izquierda ha estado muy limitada o estigmatizada por mucho tiempo. A diferencia de otros países de la región como Ecuador, Bolivia o Venezuela, donde hemos visto su participación, incluso en el poder", señala a BBC Mundo.
Para Corrales, estos nuevos movimientos en países tradicionalmente más conservadores se han liberado del estigma de pertenecer a ese espectro ideológico.
"Lo que estamos viendo en Colombia y Chile es que está surgiendo una nueva izquierda menos dispuesta a estar callada y más dispuesta a hacerse oír", señala.
Y en este punto, Pierre-Louis Le Goff, experto en América Latina de la consultora de riesgo global The Risk Advisory Group, añade que uno de los factores que hacen que las nuevas generaciones quieran hacerse escuchar tiene que ver con la total desconexión de las elites de larga data con la realidad del país.
"Lo que hemos visto es que las fuerzas que habían controlado la mayoría de los aspectos económicos y políticos del país, se encontraron sin respuestas, sin capacidad de acción", anota Le Gouff.
Y agrega: "Eso ha hecho que estas movilizaciones se conviertan en las nuevas fuerzas democráticas que tal vez terminaran dando la mayoría de las respuestas que necesitan estos dos países", anotó.
Sin embargo, no todas son coincidencias. Para la mayoría de los expertos consultados, la principal diferencia entre las movilizaciones de Chile y Colombia hay que buscarlas en sus objetivos últimos.
"Creo que hay que marcar que en el caso chileno había una matriz clara, un origen de ese malestar, y tenía que ver con el modelo implementado durante la época de Pinochet y que estaba materializada en la Constitución de 1980", explica Saavedra.
Para el académico, las movilizaciones chilenas tenían claro cuál era "el enemigo" por el que había que salir a luchar para "mirar cómo era el ayer y determinar cómo va a ser el mañana". En tal sentido, la reformulación de la Constitución "pinochetista", como se la catalogaba, unificaba en gran medida los reclamos.
"Me parece que, en el caso colombiano, no hay nada claro sobre cómo determinar ese futuro, ese mañana", dice Saavedra.
Por cierto, el camino de crear una nueva Constitución ya fue recorrido por Colombia (en 1991), mientras que en Chile será la primera vez que se redacte una carta magna en sus más de 200 años de vida republicana.
Para Le Gouff, que en Chile en un mismo año no solo haya elecciones a la Asamblea Constituyente sino también a la presidencia y al Congreso, "puede ayudar a aliviar las tensiones".
"En Colombia no hay un espacio así en el futuro cercano. No hay elecciones hasta 2022 y eso hace una diferencia muy grande en la forma como se van a resolver las cosas".
Dave Clark, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Binghamton, en el estado de Nueva York, lleva estudiando las movilizaciones sociales alrededor del mundo por los últimos 30 años y en los últimos siete ha estado detrás de un proyecto de mapeo de protestas, el Mass Mobilization Data Project.
Y para él, una de las grandes divisorias entre las dos oleadas de protestas recientes es la respuesta que se ha observado por parte de los gobiernos.
"Me llamó la atención la forma tan violenta pero sobre todo tan rápida como el gobierno colombiano comenzó a utilizar sus organismos de seguridad para reprimir las movilizaciones. Eso no ocurrió así en Chile", señala Clark.
De acuerdo con organismos de control y de derechos humanos, mientras en Chile se presentaron al menos 34 muertos durante los 150 días que duraron las manifestaciones a finales de 2019, en Colombia se han contado al menos 24 muertos en menos de nueve días.
"Esa respuesta por supuesto, redunda en una movilización mucho más intensa que las anteriores que se habían presentado en 2019, donde también hubo una represión, pero no de la forma que estamos viendo", apunta Clark, en diálogo con BBC Mundo.
Asimismo, la diferencia de ambas marchas podría tener que ver con la estructura orgánica de los países y la relación entre las ciudades y el campo, señala Lina Camacho.
"El epicentro de las marchas en Chile fue Santiago, la capital, mientras que en Colombia el epicentro ha sido Cali, una ciudad de la periferia", señala.
"Cali ha recibido gran porcentaje del desplazamiento campesino, se convirtió en un bastión antiuribista y refleja gran parte del descontento no solo de las ciudades, sino también de lo que ocurre en el campo actualmente", concluye la académica.
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