San José.— La jungla del Tapón del Darién se convirtió en un cementerio… de Babel.
Latinoamericanos, caribeños, africanos y asiáticos que hablaban español, inglés, francés, portugués, creole, indostaní, nepalí, somalí, árabe, kirundi, lingala, kituba, chino, suajili, tigriña, bengalí, urdu, siríaco, pastún, kiñaruanda, darí, mossi y otros idiomas y dialectos de América, África y Asia perecieron en la peligrosa selva del oriente de Panamá y del occidente de Colombia… rumbo a Estados Unidos.
Tras insertarse a las multitudinarias oleadas de migrantes del sur al norte de América, en riesgosos recorridos por tierra y por mar y en una incesante movilidad humana dominada por poderosas redes de coyotes o traficantes de personas en un negocio de millones de dólares, americanos, africanos y asiáticos perecieron en el Darién en ruta a EU.
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Médicos Sin Fronteras (MSF), la (no estatal) organización humanitaria internacional que auxilia a víctimas de desastres naturales, conflictos armados y otras tragedias, sin importar raza, sexo, religión o política, urgió a crear rutas seguras entre Colombia y Panamá para la población en tránsito.
“MSF es testigo del enorme flujo de migrantes que arriesgan su vida para cruzar el Tapón del Darién y de las graves consecuencias de la violencia a la que están expuestos”, afirmó el relacionista internacional español Luis Eguiluz, jefe de MSF en Colombia. “La falta de opciones para asegurar una migración ordenada a través de rutas seguras expone a los migrantes de forma inaceptable a ataques sistemáticos y violencia sexual en el camino. Existen falta de garantías de protección y seguridad de los migrantes”, dijo Eguiluz a EL UNIVERSAL.
Las víctimas americanas, africanas y asiáticas de delincuentes, agresiones sexuales, hambre, diarreas, deshidratación, afectaciones cutáneas, daños en las piernas que impiden caminar, ahogamientos, animales salvajes, ríos, montañas, despeñaderos, pantanos, clima, trillos y una infinidad de amenazas que nunca salieron del Darién son incuantificables.
“No se atrevan a cruzar por aquí y si se atreven sepan que hay riesgos de violación, secuestro y robo. Hay peligro de muerte. Si tienen niños, no lo hagan porque es exponer a sus hijos a la muerte”, advirtió una venezolana que sólo se identificó como Gabriela, de 40 años. En un testimonio que rindió en Panamá a MSF y que fue facilitado a este diario, Gabriela relató que en el Tapón “la vida no vale nada, ni siquiera la de los niños.
“A nosotros nos robaron. A unos asiáticos los desnudaron y nos obligaron a ver. Nos quitaron todo el dinero. Nos dijeron que no iba a haber violaciones [sexuales] si cumplíamos con las órdenes que nos estaban dando. No hay piedad ni contemplación”, relató. En otra dramática descripción, John, un migrante sudafricano, contó a MSF que “hombres armados metieron sus dedos en sus partes íntimas de las mujeres para ver si estaban escondiendo dinero allí (...) Nos dejaron sin ropa, comida, dinero. Se llevaron los celulares, todo. Nos dejaron como animales a merced de la jungla. Luego separaron a las mujeres, sin importar su edad o si tenían hijos. Nos hicieron quitarnos la ropa, dejándonos completamente desnudos”, recordó el sudafricano en otro recuento que ofreció en Panamá.
Los relatos confirmaron una grave situación humanitaria en el Tapón, apetecido por petroleras mundiales y ocupado por narcotraficantes, depredadores sexuales, asesinos y ladrones.
El Darién es una muralla natural de casi 21 mil kilómetros cuadrados de tupida vegetación tropical, pantanos, montañas y múltiples accidentes geográficos que comparten Colombia y Panamá y que impide que el sur y el norte de América estén unidos por la Carretera Interamericana.
Por el drama migratorio en el Darién, la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFCR, por sus siglas en inglés) anticipó la semana pasada que luego de que en 2021 se llegó a una cifra histórica de más de 133 mil migrantes irregulares que pasaron por Panamá, ya aumentó 85% en 2022 frente al año anterior. Las cifras podrían llegar a 210 mil personas en viaje por Centroamérica y México a EU, pronosticó la Federación.
MSF precisó que 48 mil 430 americanos, asiáticos y africanos cruzaron el Darién de enero a junio de 2022 y que los más numerosas son venezolanos, con 28 mil 79 (58%); haitianos, con 3 mil 838; cubanos, con 2 mil 559, y ecuatorianos, con mil 640 (sólo 387 en 2021). También transitaron personas de Senegal, Angola, Bangladesh, Ghana, Somalia, India y Nepal, entre otras.
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Un acelerado incremento se registró con los venezolanos, que huyen de la honda crisis política, socioeconómica e institucional en su nación al menos desde 2014: de 38 en 2019 y 34 en 2020 se pasó a 581 en 2021 y a 28 mil 79 en el primer semestre de este año.
“La alta exposición a agresiones sexuales se puede constatar en que, entre abril de 2021 y la primera semana de mayo de 2022, MSF atendió 417 casos de violencia sexual ocurridos en la travesía por el Darién”, que puede prolongarse de siete a 10 días, agregó.
La corriente migratoria irregular —sin visas y otros requisitos— aumenta “drásticamente” en Centroamérica y crecería más por efecto del hambre en África, informó el nepalí Jagan Chapagain, secretario general de la IFCR, en una entrevista con la agencia española de noticias EFE durante una visita el pasado fin de semana a Panamá.
El conflicto se agravó por una “combinación de problemas” como la pobreza, la inseguridad por conflictos internos o violencia, los desastres naturales, el “impacto devastador” desde 2020 del coronavirus y la guerra que Rusia lanzó contra Ucrania en febrero de este año, aseveró.
Tras un recorrido por una sede migratoria en el área panameña del Tapón, Chapagain relató que “vimos personas” desesperadas por ayuda y muchas lesionadas. “Vimos a niñas que habían sufrido abuso sexual en la jungla, explotación sexual. Escuchamos que eso es algo muy frecuente. Incluso, las personas mueren en la jungla”, subrayó.
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